El sueño de toda la hinchada española y la maldición de la Roja en las fases finales, tenía un nuevo arranque de esperanza en el Tivoli Neu de Innsbruck. Con un equipo que sí levanta expectación por sus nombres, propone un fútbol vistoso y genera más respeto en el rival que en anteriores ediciones, Luis Aragonés iniciaba su despedida. Rusia, mermada tras las bajas de Arshavin y Pogrebnyak, dos de sus pilares, también sentía esperanzas de poder ser la revelación del torneo tras haber formado un colectivo de un buen nivel que llega bendecido por la victoria del Zenit en la reciente Copa de la UEFA. Si a ello le sumamos la experiencia y sabiduría de un genio como Hiddink, el debut para ambos era el primer acto de un proyecto con sensaciones positivas. Noventa minutos después, la imágen es bien distinta.
España también sabe correr (efe)
Mientras que por España no había ni una sola cara que no estuviera en el plan establecido y, como se suponía, Torres y Villa eran la dupla ofensiva, los ex soviéticos dieron un retoque al guión reflejado en la fase previa. De tres centrales se pasó a cuatro defensores, con dos laterales muy ofensivos que suelen tener mucho recorrido (Zhirkov y Anyukov) y con dos centrales más jóvenes que los habituales pero también más rápidos (Shirokov y Kolodin). Las ausencias de sus dos estrellas ya citadas, abrían el camino a Sychev y Bilyaletdinov.
Con dos selecciones que saben tener la pelota y administrarla con cabeza, iba a resultar clave la destrucción y el hacerse con el dominio que, al menos durante el primer cuarto de hora, perteneció ligeramente a los rusos. Sin embargo, no sirvió para crear ocasiones ni descontrolar en exceso el partido, pero España dio un paso adelante con los desmarques de Villa y Torres como punto de partida de una partitura basada en el contragolpe.
Un pase largo originado en un robo de Capdevilla, habilitó perfectamente a Torres que, en su papel de gacela y con un poco de suerte por un rechace, dejó atrás a su marcador (Kolodin) y cedió atrás hacia la llegada de Villa. El crack ché, que nunca falla en estas citas, sólo debió empujarla para poner por delante a la Roja y sentar las bases de una idea que iba a dar frutos.
Rusia, pese a que no bajó los brazos debido a las continuas arrancadas de sus carrileros y alguna aparición de Pavlyuchenko entre líneas, se estrelló con la madera. Un disparo al poste de Zyrianov y otro al larguero (aunque ya con el partido parado) del citado punta del Spartak, fueron los mejores intentos de los de Hiddink, que iban a pagar su pujanza con un segundo golpe ya definitivo. Iniesta, con todo el tiempo del mundo para pensar, mandó un regalito a espaldas de la zaga rusa con destinatario directo a Villa, que volvió a concretar un remate raso a la salida de Akinfeev. Todo sobre ruedas. Todo con una lectura envidiable.
Viendo que Rusia, por obligación y necesidad, se hizo con el domino en el reinicio, Aragonés retiró a Torres (básico para estirar al equipo y retener a la zaga rival), por Cesc. La idea era defender con la posesión de balón que, en ese momento, era propiedad ajena. Hiddink, en sus intentos por mejorar, dio entrada a Torbinski y Bystrov, pero le faltaba mucha pegada y presencia en el área rival, justo la que se le había supuesto con las bajas de dos de sus puntales en ataque.
Los efectos llegaron de inmediato para el bando español, que volvió a espolear sus ánimos para controlar el ritmo y sumar ocasiones con la claridad como aliciente hasta que Villa con un recorte y remate perfecto ante su víctima (un Shirokov incapaz de pararlo), cerró un arranque ideal. Pavlyuchenko, el más insistente, retocó la dolorosa derrota con un cabezazo tras un saque de esquina. Ya con los rusos volcados buscando un milagro, Cesc puso el colofón con un cabezazo fácil tras un rechace del portero y anotó (aunque en fuera de juego) para consumar el brillante debut.
Esperanzadora primera piedra del camino español hacia Viena con las ideas muy claras, un esquema que resultó perfecto y una estrella (el Guaje) que, pese a estar eclipsada por Torres, sacó su orgullo una vez más (ya anotó un doblete en el estreno mundialista en 2006). La ilusión de la Eurocopa ya se vistió de rojo.
José David López (editor de Diarios de Fútbol)
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