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Lost,  una serie adelantada a su tiempo.

Por ioniho
Actualizado 09-06-2008 12:13 CET

Cuando pensamos que ya lo habíamos visto todo y que ya nada nos sorprendería, los guionistas de Lost siempre consiguen su proposito: esperar ansiosos al siguiente capítulo.

La serie "Lost" acaba de terminar su cuarta temporada, una de las grandes experiencias estéticas y culturales de nuestro tiempo. Como se sabe, la serie es un manual de procedimientos narrativos audiovisuales adecuados al nuevo milenio. Desde el comienzo, Lost estuvo concebida como una “experiencia” que se desarrollaba tanto en el interior mismo de la televisión (cuyos protocolos venía a desmontar prolijamente) como en Internet (a través del juego The Lost Experience, que desarrolló aspectos fundamentales de la trama).

La pregunta que seduce a los cientos de millones de fieles a Lost es algo que tiene que ver con el registro de lo decible, después de un siglo que comprobó que la experiencia se nos ha vuelto imposible, desde el lugar mismo de esa imposibilidad (histórica): la televisión. Además, siendo ése el propósito evidente de los actuales mejores guionistas del mundo (los mismos que inventaron una huelga que durante 2007 paralizó la industria del espectáculo en los EE.UU.), Lost es un tratado de esa vieja disciplina llamada narratología, cuyos objetos son los modos de ser y de aparición de la narración y del relato.

Lost ha investigado de forma tan radical los dispositivos de la narración, ha torsionado hasta un límite tal la temporalidad del relato, que no hay forma de considerarla respecto de las categorías cinematográficas tradicionales que los jóvenes educados en ese mundillo decadente de la cinefilia siguen esgrimiendo como banderines de un purismo francamente reaccionario (y cómplice del agotamiento actual de todas las cinematografías).

El dispositivo Lost, que no viene tanto del cine como de las novelas (y de las novelas más majestuosas jamás imaginadas), es impuro y merece ser analizado con detenimiento. Baste señalar, por ahora, que es además correlativo de una situación cultural que podemos llamar globalización o poscolonialismo, algo que la serie también ha explorado sistemáticamente mediante la introducción de personajes exteriores al lenguaje imperial y que resisten toda reductibilidad al acento y al tono universal de los medios.

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