La ilusión de Polonia sucumbe ante el rodillo de Alemania

Lukas Podolski, con sus dos goles, ejerció de guía en una Alemania muy gris que se dejó dominar por la batalladora Polonia adiestrada por Leo Beenhakker.

Podolski pide perdón (Reuters)

A la hora de enjuiciar las posibilidades de Alemania en cualquier torneo de selecciones, siempre se suele tirar del habitual tópico: Alemania es grande, esa camiseta da fuerza, tres Mundiales y tres Eurocopas en el palmarés pesan mucho... El caso es que, el tópico siempre (o casi) acaba cumpliéndose. Cualquiera que trate de hacer frente al rodillo alemán, suele acabar sucumbiendo ante ese compendio de factores, mas místicos e intangibles que futbolísticos en los últimos tiempos.

Sacudiéndose complejos y rebuscando en esa autoconfianza conseguida en una brillantísima fase de clasificación, Polonia ha jugado el primer partido de su historia en una Eurocopa con el firme propósito de complicar la clasificación a los teutones. A falta de talento natural del que echar mano y conscientes de sus limitaciones técnicas, los de Leo Beenhakker, apoyados en un sensacional Mariusz Lewandowski multiplicado en el centro del campo, redoblaron sus esfuerzos en la presión para acogotar al seleccionador alemán.

Polonia apretó, batalló y mordió los tobillos alemanes hasta que el equipo de Joachim Löw se empeñó en hacer bueno, una vez más, el manido tópico sobre su favoritismo de inicio en cualquier partido. Con el modo creativo en stand-by, los alemanes se adelantaron en el marcador tras empujar Lukas Podolski (encogido en el Bayern pero gigante en la Mannschaft) un pase de gol de un Klose que arrancaba en posición dudosa.

El gol alemán no consiguió reducir a la levantisca Polonia. A base de un encomiable trabajo en la presión, los polacos forzaban a Alemania a perder el balón una y otra vez. A buen seguro más de un aficionado alemán comenzó a echar de menos desde su casa a Steffan Effenberg o a Bernd Schuster ante la falta de cerebro en la línea de creación.

Kryznowek por la izquierda y Lobodzinski (después Guerreiro) por la derecha se empeñaban en recordar a los de Löw que al fútbol también se debe jugar por las bandas, creando peligro en cada incursión. Sólo Podolski, en un sitio que cada vez es más suyo que la punta de ataque, irrumpía con intención desde el costado izquierdo del ataque alemán, dando uso a esa zona del césped a la que Alemania, por carencia de efectivos específicos, se ve obligada a renunciar.

Lo contrario que a Podolski le ocurre a Torsten Frings. Decisivo y protagonista en el Werder Bremen y simple figurante en el combinado nacional, su aporte en el centro del campo dista mucho de ser el que de él se espera. Quizá su papel en el once de Löw no es el que mejor le sienta, sin un refuerzo a sus espaldas, limita mucho sus subidas hacia el área contraria, echando a perder su decisiva capacidad de llegada.

La entrada de Bastian Schweinsteiger, otro que lucha por dejar de ser un figurante para convertirse en un cabeza de cartel, dio mayor dinamismo al ataque alemán. Buscando siempre la diagonal desde el costado derecho, contribuyó con su trabajo en la presión a la consecución del segundo gol alemán. De nuevo Podolski se vio obligado a pedir perdón a la afición del país que le vio nacer tras batir a Boruc por segunda vez, de potente disparo desde dentro del área.

Alemania, gris pero con el rumbo correcto, solventa su primer compromiso con soltura, mientras que Polonia apunta sensaciones que, a buen seguro, la llevarán a ser una dura competidora con Croacia por la segunda plaza del Grupo B.

Borja Barba (Editor de Diarios de Fútbol)