Zidane, Ronaldo, Pirlo y Cristiano Ronaldo han marcado la carrera de este ilustre segundón. A punto de cumplir 32 años, con un calendario favorable y jugando al lado de casa, la EURO 2.008 es su última oportunidad.
Éste es el instante en que se torció el destino de Michael Ballack.
Él todavía no lo sabe, pero ese balón está a punto de dibujar una trayectoria inverosímil antes de meterse por la escuadra y convertirse en el mejor gol de la Champions. Y ahí está Ballack, testigo de la historia, para verlo mejor que nadie.
Corría el año 2.002 y Michael Ballack era la estrella emergente de un Bayer Leverkusen que había asombrado al mundo con su propuesta valiente y ofensiva. La derrota frente al Madrid fue un mazazo en su fulgurante carrera, pero Ballack apenas tuvo tiempo de acusar el golpe porque pronto daría comienzo el Mundial de Corea y Japón, donde Alemania esperaba recuperar el esplendor gracias, en muy buena medida, a su nueva estrella.
Ballack no defraudó y metió a su país en la final tras eliminar, de un cabezazo inapelable, a la sorprendente e inopinada anfritiona, la liliputiense Corea de Guus Hiddink. Sin embargo, el nuevo "kaiser" no pudo disputar la final, otra vez el destino, por acumulación de tarjetas. Desde el banquillo vio la resurrección de un Ronaldo que volvía del infierno para marcar dos goles y de paso darle a Brasil su quinto cetro mundial. Otro tren se había escapado.
Ballack se marchó entonces al Bayern de Munich, con el que fue varias veces campeón de la Bundesliga pero al que no consiguió devolver a la aristocracia europea. Fue en esa época cuando llegó el Mundial de Alemania, su Mundial, la cita que Ballack sospechaba que, ahora sí, la historia le tenía reservada. Pero entonces apareció un soberbio Pirlo para derrotar a Alemania en semifinales y enterrar, definitivamente, la carrera de Ballack como estrella de fútbol.
Sucede que el dios de este deporte gusta de ofrecer segundas oportunidades. Y hasta terceras. Y así es como Ballack se vio, frisando ya la treintena, formando parte del todopoderoso Chelsea del magnate Abramovich. Tras superar una grave lesión, Ballack se ha encontrado este año con otra cita para la historia. Esta vez su verdugos han sido la rueda de penaltys y la buena estrella de Cristiano Ronaldo. Pero el caso es que Michael pasó completamente inadvertido en la final.
Desde aquel mayo de 2.002 han ocurrido muchas cosas, casi todas tristes, en la vida futbolística de Ballack. Ahora, a punto de cumplir 32 años, jugando como en casa y con un calendario favorable que asegura a Alemania el acceso a semifinales, Michael sabe que se encuentra ante su última oportunidad. Es la hora de cerrar el círculo y de ajustar cuentas con el destino. Ballack no está dispuesto a seguir siendo el ilustre segundón, el privilegiado testigo. Ahora quiere ser él quien protagonice la historia.
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