Amargo adiós de Ferrer tras probar su propia medicina

No soy detractor de nuestro tenista David Ferrer, por ello tras la derrota sufrida a manos del francés Gael Monfils (6-3, 3-6, 6-3 y 6-1),  tan sólo me alegro de la manera en que se produjo: aplicando al español su propia medicina. Juego de desgaste, anodino, aburrido de ver, cansino, carente de talento y perfecto para conciliar el sueño.

Ferrer siempre ha tenido una línea dura de críticos contra su sistema de juego basado en unas piernas portentosas que le permiten soportar kilómetros dentro de una pista de tenis como ningún otro jugador. Cierto es que de talento no anda sobrado, yo diría que bastante limitado, aunque han de primar los resultados y tener muy en cuenta que todo ello es fruto del trabajo diario. Desmerecer a David de esa manera sería injusto.

Durante su encuentro contra Monfils vimos un David frustrado frente a un jugador que, sin hacer nada especial, le ganaba un punto tras otro. ¿De qué forma? Pasando bolas por encima de la red, sin buscar alternativas ni golpes ganadores, sin creatividad ni virtuosismo… tenis deprimente que destrozó a David Ferrer. Ahora aparecen críticos contra Monfils por su victoria, así que mejor deberíamos callarnos y aprobar las tradicionales afirmaciones que catalogan al jugador español como un pasabolas con buenas piernas.

Sí, efectivamente es un jugador que ofrece victorias aburridas, carece de talento para plantar cara a Federer (cualidad que distingue a los grandes del tenis actual), pero ahí está, número 5 del mundo y cuartofinalista en Roland Garros, tantos buenos resultados no pueden ser casualidad. Espero que cuando vea ese partido, él y los suyos reconozcan de una vez que su juego es ‘desagradable’ para los grandes aficionados al tenis y que, para conseguir el apoyo mediático que reivindican en ocasiones, no sólo hay que ganar, sino que también es necesario divertir.