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TEATRO. Teatro Delusio. "Entre bastidores".

Actualizado 23-05-2008 22:49 CET

De Paco González, Björn Leese, Hajo Schüller y Michael Vogel.Con: Paco González, Sebastián Kautz y Björn Leese. Familie Flöz. Dirección: Michael Vogel. Madrid. Teatro de la Abadía. 18 de mayo de 2008.

 La gestualidad corporal, el misterioso poder evocador de la máscara y el singular universo expresivo de la marioneta, han sido desde la noche de los tiempos, antes incluso de la aparición de la palabra hablada, poderosísimos elementos de la teatralidad primaria, cultivados y desarrollados a lo largo del tiempo por una tradición teatral que desafortunadamente, salvo contadas excepciones, no ha tenido mucho arraigo en España. Por eso hay que agradecer la oportunidad que nos brinda el teatro de la Abadía de asistir a un espectáculo como este de la troupe Familie Flöz que combina todos esos elementos elevándolos a auténtica categoría artística.

            A muchos dramaturgos les ha tentado la idea de mostrarnos el envés del teatro, su cara oculta, lo que ocurre entre bastidores mientras tiene lugar la representación o cuando esta ya ha terminado (Tom Stoppard, por ejemplo, en su Rosencrantz y Guildenstern han muerto, o Chejov, en El canto del cisne); en Teatro Delusio, la obra que comentamos, van a ser unos modestos operarios de sala, técnicos de luces, maquinistas, etc., quienes se erijan momentáneamente en protagonistas de una función que discurre simultanea a la que tiene lugar al otro lado de forillos y bastidores, y de cuya acción ficticia son también responsables, merced al milagroso don de la ubicuidad del que parecieran estar dotados. Pero no hay nada misterioso en esa multiplicidad de personajes a los que dan vida tan sólo tres actores. Hay un control exhaustivo del movimiento escénico, un alarde sin precedentes de sincronía en las entradas a escena y en los mutis, por los lugares más inverosímiles, y con el cuerpo integrando cada nueva máscara con asombrosa naturalidad dando lugar a escenas que llegan a veces a un virtuosismo insuperable.

Sin dar tregua al espectador la acción avanza imparable, trufada de gags de una comicidad desbordante, y mientras en el escenario ficticio tiene lugar la “muerte del cisne” o escuchamos la imponente aria de Madame Butterfly, entre bastidores, nuestros pacíficos técnicos, contagiados quizá por la magia del teatro, arrastrados por la sugestión de la música y enardecidos por el rutilante glamour de las prima donas, se ven impelidos a realizar sus sueños, convirtiendo sus particulares conflictos y sus rivalidades cotidianas en un cruento duelo de espadachines, o haciendo momentáneamente realidad sus fantasías eróticas, o inventando bromas macabras e inverosímiles trucos de magia para escapar al desencanto y a la rutina.

Y contrastando con esta acción trepidante, elevada a veces al paroxismo y al vértigo de una pesadilla grotesca, hay momentos en los que el tiempo se congela y las pausas y el silencio enseñorean la escena en una quietud apenas vulnerada por pausados ademanes y ligerísimos movimientos de cabeza. Si el teatro tiene ángel, duende, como dicen de los grades cantaores y bailaores de flamenco, los integrantes de esta prodigiosa troupe de cómicos nos permiten intuirlo al asomarnos a las miradas absortas de unas cuencas vacías que nos interrogan mientras trasmiten una infinita nostalgia por el insondable misterio del teatro, un misterio que se resiste a ser revelado.

Gordon Craig.

20-V-2008.

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