Es sano informarse, aunque sea una vez cada cierto tiempo, por un medio distinto al usual.
Cada mañana me levanto, enciendo el ordenador, abro la carpeta de favoritos donde guardo los periódicos y comienzo a dudar. El verbo es el correcto. Si uno se acerca a las novelas dispuesto a tomar por cierto todo lo que en ellas se cuenta, ante los medios de comunicación hay que ser cautelosos, tener la firme intención de dudar de aquellos titulares que pretenden pasar por la verdad suprema.
Muchas personas se informan únicamente a través de un periódico, una radio, un canal de televisión. Si combinan diferentes formatos, éstos suelen coincidir en la línea editorial. Quien lee El País no se despierta con la COPE; los lectores de La Razón no cenan con los informativos de Cuatro.
Es necesario, sin embargo, realizar un esfuerzo y combinar también las líneas editoriales. Es sano informarse, aunque sea una vez cada cierto tiempo, por un medio distinto al usual. Del mismo modo que el nacionalismo se cura viajando, la cerrazón ideológica y el partidismo a ultranza pueden diluirse al comprobar cómo es la situación vista desde el otro lado.
Al principio cuesta. Uno está acostumbrado a leer y escuchar las mismas cosas. Todo cambio es difícil. El propio lenguaje utilizado, la maquetación, los colores o las sintonías son diferentes. A veces la fidelidad a un forma es mayor que la fidelidad a unos contenidos.
Los ciudadanos debemos realizar este esfuerzo porque, si bien en los medios de comunicación suele reinar el sencillo deseo de hacer bien las cosas, se han dado casos donde la ideología, las conveniencias políticas, o el deseo de publicar una exclusiva antes que nadie han pervertido el buen funcionamiento de un medio de comunicación.
Quisiera señalar aquí dos casos de mala práctica periodística que afectan a dos medios de referencia mundiales: el New York Times y la BBC.
En 2003 el New York Times descubrió que uno de sus reporteros había inventado más de 30 artículos y plagiado otros 70; con él también se fueron varios editores que no hicieron nada ante las repetidas sospechas de su falta de profesionalidad.
El segundo caso es más reciente, de este verano. Un tribunal británico obligó a la BBC a pagar 74.000 euros por manipular el resultado de un concurso infantil. Los niños podían llamar a la cadena para conseguir un juguete, pero debido a problemas técnicos el sistema de llamada no funcionó y alguien se le ocurrió pedir a una niña que estaba de visita en los estudios que se hiciese pasar por espectadora; la niña ganó el concurso.
Si no podemos fiarnos de la BBC, ¿entonces de quién?
Hay quienes están de acuerdo en todo lo dicho y proclaman que la verdadera libertad informativa se encuentra en los blogs. Me temo que no es tan fácil. Muchos bloggers son periodistas que escriben notas en la versión digital de su periódico; otros tienen páginas propias, pero es harto difícil que escriban artículos contradiciendo lo que han firmado en el papel. Respecto a los bloggers independientes, lo son en un sentido económico, no ideológico. Todos consumimos información proveniente de otros medios, todos tenemos preferencias políticas. Al final los blogs están llenos de titulares muy parecidos a los que aparecen en las portadas de los diarios y en los informativos del mediodía.
Pero la cautela y la duda no deben conducir al pesimismo. Existe siempre una cierta dosis de partidismo y maniqueísmo, pero tiene un doble filo: cada uno defiende a su favorito y se dedica a investigar al contrario. Al final, quien gana es el ciudadano (aunque le cueste 2 horas diarias saber qué pasa en el mundo).
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