Es la mirada por antonomasia. Unos ojos que reflejan el sufrimiento de todo un pueblo, de una civilización si se quiere. Recordarán la foto, porque se ha convertido en todo un icono del siglo XX. Los eternos ojos tristes de una joven que mira al mundo sorprendida de lo que encierra el objetivo de una cámara que la observa. Era 1985. Años después, el mismo reportero del National Geographic la encontraría en un campo de refugiados. Es la historia de Sharbat Gula, la mujer de los ojos de gata.
Sharbat Gula, la mirada triste de Afganistán
Sharbat Gula miraba al mundo sorprendida hace casi 25 años. Era el rostro inquietante, sorprendente, enigmático, cautivador y casi extraterrestre de un país, Afganistán, invadido históricamente por todos los países vecinos. La vida de Sharbat no ha sido fácil. Vivió ajena a la historia de su foto, de su advenimiento como imagen de National Geographic y de la fotografía del siglo XX. No lo sabía. No conocía ni siquiera a quien le hizo la foto. Aquella mirada.
Veinte años después, el fotógrafo Steve McCurry la buscó y la encontró en un poblado afgano. La encontró debajo de su burka, escondida la mirada del mundo, encarcelada en las ideas de los talibanes, prisionera de su propio pueblo y de las costumbres a las que no podía escapar. Cuando llegó McCurry, la descubrió con una vida normal. Con sus hijos, su familia, su vida ajena a todo el mundo. La tristeza en su rostro. La guerra reflejada en una cara prematuramente avejentada. Sharbat volvió a convertirse en icono, con otra foto que en 2002 dio la vuelta al mundo. La mirada salvaje de antaño se había convertido en una tristeza inmensa, superlativa, plucuamperfecta... Su mirada de niña con los ojos abiertos al mundo se había convertido en una mirada enajenada, arrasada, maniatada, prisionera de un burka que probablemente nadie le preguntó si quería ponerse.
Sharbat Gula lleva la guerra en el alma. El exilio. La huída del hogar propio. La invasión americana. La locura talibán. Es el reflejo de un pueblo sometido a una barbarie integrista y a una invasión estadounidense no menos bárbara. Un pueblo al que se le ha robado su identidad, su vida, su forma de ser.
National Geographic creó una fundación para ayudar a niñas en su misma situación. Hoy desconocemos qué pasó en su vida desde 2002 hasta ahora. Pero lo que es seguro es que su rostro seguirá reflejando la desesperanza de una sociedad sin futuro. Y el grito silencioso a Occidente de que no basta con mirar hacia otro lado. Sus ojos nos invitan a conocer el drama de todo un pueblo, de toda una sociedad, que sólo es noticia para nosotros cuando se recrudece la guerra. Quizás sería bueno pararse a ver los ojos de Sharbat Gula y pensar que nos pide a gritos que pongamos fin a la locura de la Guerra entre Oriente y Occidente.
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