El Premio Nobel de Medicina Richard J. Roberts desenmascara a uno de los grandes culpables de la miseria en el mundo, el sector de investigación para la cura de enfermedades.
Me quedé perplejo al leer las afirmaciones del Premio Nobel de Medicina de 1993 Richard J. Roberts, donde se deducía una actuación inmoral e ilegal por parte de algunos laboratorios farmacéuticos.
El inglés fue contundente al comentar que los laboratorios tienen en cuenta mucho más la rentabilidad económica que servir al ser humano. "He descubierto que ciertos laboratorios hubieran creado medicinas muy eficaces que habrían acabado por completo con una enfermedad. Pero cesan en su empeño porque les preocupa más sacar dinero al paciente que curarlo". Para quedarse sin habla.
Estas investigaciones se derivan hacia otras donde la prioridad no es curar sino cronificar la enfermedad; es decir, hacer que mejores de una dolencia siempre y cuando consumas el medicamento en cuestión; y que empeores cuando lo dejes. Para un laboratorio es mucho más rentable cronificar que curar. "La tuberculosis, que en mi niñez, habría sido derrotada, hoy ha rebrotado con fuerza y mató en 2007 a un millón de personas". Lo despiadado de la tarea de estos laboratorios se queda sin calificativos.
Si este escenario lo trasladamos al Tercer Mundo, el tema se convierte en dantesco. De todos es conocido que muchísima gente muere en África, Sudamérica o Asia de enfermedades que hace tiempo que en Europa ni nos suena. Es decir, muere gente en el tercer mundo de enfermedades evitables y que hace tiempo están superadas en occidente. Con lo cual, se puede afirmar que muchas de las muertes del Tercer Mundo son planificadas y tienen a estos laboratorios como culpables.
Y ante todo esto, ¿Qué hacen los gobiernos y los organismos internacionales? Según Roberts, no sólo no impiden este drama, sino que lo alimentan "siendo los gobernantes empleados de los grandes capitales, que más tarde financiarán sus campañas y actividades". Desgarrador pero real. Cierto como la vida misma. La mitad de la Humanidad vive en la más absoluta miseria por un sistema que tiene sus ataques claramente premeditados, y que pone al ser humano en el último eslabón de su escala de prioridades.
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