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La eutanasia, un debate inexistente

Actualizado 09-05-2008 21:25 CET

La eutanasia es una asignatura pendiente en la sociedad, afirmaba recientemente en el ministro de sanidad Bernat Soria, y anunciaba que en un futuro reabrirá el debate. A través de conversaciones con un amigo, médico oncólogo, alguien muy cercano al sufrimiento humano y a la muerte; comprobé que no hay tal debate, que el Señor Soria y su gobierno quieren volver a plantear un problema que no preocupa a los españoles. ¿A quién interesará?

Durante más de 5 años, me contó, “he visto una media de unos 25 pacientes diarios. La mitad de ellos son lo que se denomina enfermos terminales, aunque a mi me gusta más definirlos como personas en la etapa final de su vida. Es decir personas con una enfermedad incurable y que en corto-medio plazo van a fallecer irremisiblemente a consecuencia de la misma”.


Ingresados en la unidad donde trabaja mueren al año entre 250 y 300 personas (casi un fallecimiento diario). Contando con que está unas 8 horas diarias en el hospital, y que ha realizado más de 250 guardias presenciales de 24 horas en estos años, ha visto morir a muchas personas y ha vivido, aunque sólo sea como testigo, sus maneras de afrontarlo y las de sus familias. De toda esta experiencia, puedo decir una cosa: Ni un solo paciente le ha planteado el tema de la eutanasia. Ni una sola vez. Hasta el momento no ha habido ni excepción. Y como la de él se puede hablar de la misma experiencia de compañeros con muchos más años de trabajo a sus espaldas.


Por tanto, en el tema de la eutanasia estamos ante un debate ficticio, inexistente entre los que debieran protagonizarlo. Se sustenta en una falsa realidad, o a lo sumo, de meras anécdotas y excepciones que confirmarían la regla. Las necesidades de las familias, de las personas en la fase final de su vida son muy diferentes.

El pan nuestro de cada día en su trabajo profesional, lo que los enfermos y familiares plantean una vez conocida su situación vital son infinidad de preguntas, pero ninguna de ellas es ¿puede matarme?


Se encuentra con preguntas tan duras como ¿Esto se acaba, verdad doctor?, ¿Será doloroso? ¿Voy a sufrir mucho?, ¿A pesar de que no haya tratamiento curativo, me va a seguir visitando?, ¿Qué hago, donde acudo si me pasa tal o tal cosa?, ¿Puedo comer de todo, ¿Me podré ir unos días a la casa del pueblo?, ¿Cómo se lo diré a mis hijos, a mis padres? Esas son las preguntas que me toca responder a diario.


En un estudio publicado en la revista médica española de mayor impacto (Medicina clínica) se hacía una encuesta en torno a qué se prioriza sobre aspectos que ayudaban a morir en paz.


En primer lugar (54% de los encuestados) figuraba la respuesta: Poder sentirme cerca, comunicarme y estrechar los vínculos afectivos con mis personas queridas.
En segundo lugar: Pensar que mi vida ha tenido algún sentido.
En tercer lugar: Pensar que los médicos pueden controlar mi dolor y otros síntomas generadores de malestar.
En cuarto lugar: Pensar que podré controlar hasta el final mis pensamientos y funciones fisiológicas.
Y en quinto lugar: Pensar que mi desaparición no supondrá una carga insoportable para mis personas queridas.

No figuraba el tema de la eutanasia.El auténtico debate no es el de la eutanasia, sino cómo y por qué cuidar mejor a los enfermos terminales.


El debate es otro más profundo: cómo y por qué cuidar mejor a nuestros mayores, a nuestros enfermos terminales y a todos aquellos que están cerca de morir. Cómo ayudar a vivir intensamente la vida al final de la vida. Cómo potenciar la familia, que entre otras muchas cosas en España, cuida a más de un millón de enfermos en sus casas. De nuevo un debate que no parte de la realidad.


Con la eutanasia se pretende legislar usando siempre como ejemplo casos absolutamente excepcionales, pero que sin embargo, su legitimación supondría la apertura de la caja de Pandora, desatando toda una serie de males que se sabe cuando se abre y no cuando se puede cerrar. El vendernos la excepcionalidad de dos casos que parecen inspirar compasión, es poner el pie en la puerta para luego entrar rompiendo toda una concepción del ser humano.


Bajo forma de piedad se llega a justificar la eliminación de seres espiritualmente muertos, obligados a sufrir y que implícitamente solicitan una piedad social con su muerte. Términos que usaban los nazis. Su lema era poner fin a aquellas vidas que no merecen la pena ser vividas. Estas decisiones tan peligrosas ponen en peligro a las próximas generaciones.


Los cuidados paliativos se aventuran como la forma más adecuada de entender y atender a los pacientes en el final de su vida, cuando la curación no es posible.

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