En Estados Unidos, ser negro se está poniendo muy caro. Dos nuevos informes elaborados por Sentencing Project de Washington y Human Rights Watch han puesto de manifiesto que siguen incrementándose las disparidades de criterios raciales en las detenciones, en este caso por problemas con asuntos de drogas.
Foto: iStockphoto
Las detenciones por asuntos de drogas aumentaron en 2006 a 1,89 millones frente a los 1,85 de 2005 y los ya casi olvidado 581.000 casos en 1980.
Es curioso que más de cuatro de cada diez arrestos fueran por posesión, dejando a un lado su fabricación o su venta. Según los datos facilitados por dichos informes, un hombre negro tiene casi doce veces más posibilidades de ser detenido por este asunto que un hombre blanco.
Algunos analistas indican que la diferencia en los criterios de detención no sólo afecta a la raza, sino también a las diferentes ciudades del país. Algunas ciudades persiguen más el consumo minoritario de drogas que otros delitos más gruesos relacionados con el mismo tema.
Durante la campaña electoral, Clinton y Obama han condenado la disparidad de criterios raciales que se utilizan en las detenciones y encarcelamientos, sin que hasta ahora hayan explicado cómo piensan acabar con ellos.
Sin embargo los datos son desoladores; el 33% de los detenidos por temas relacionados con la droga son negros, a pesar de que los negros sólo representan al 12,8% de la población. Esto lo reconoce el propio FBI. Las personas de color alcanzan ya el 53,5% de la población carcelaria de los Estados Unidos, la mayor de todo el planeta con diferencia.
Human Rights Watch lo destaca como conclusión en su informe de 2007:
En algunos estados del país, los jóvenes afroamericanos arrestados por asesinato tienen por lo menos el triple de probabilidades, en comparación con jóvenes blancos arrestados por el mismo motivo, de que se les condene a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional.
En escuelas públicas de Estados Unidos, estudiantes afroamericanos e indígenas estadounidenses reciben castigos corporales a tasas significativamente más altas que las correspondientes a estudiantes blancos.
Ahora, dada la masificación de las prisiones y haciéndose eso de infinidad de voces que solicitan recursos para que los servicios sociales puedan combatir el problema, las autoridades se están planteando nuevas alternativas, a través de los llamados Tribunales de drogas, que consisten en enviar a los delincuentes a recibir un tratamiento en lugar de a la cárcel. Pero esto, lejos de lo deseado, no afectará a las tasas de detención, que siguen creciendo y parecen imparables.
Hace poco tiempo, leí una reseña sobre el trabajo que Elisabetta Grande desarrolló en su ensayo Il terzo strike. La prigione in America. El trabajo muestra unas conclusiones escalofriantes por su crudeza y fiel reflejo de la realidad penitenciaria de los Estados Unidos.
Ley y orden significa, de hecho y ante todo, ley blanca para poner orden entre los negros, que siendo sólo el 12,5% de la población (1 de cada 8 personas) representan, sin embargo, casi la mitad de los detenidos estadounidenses (1 de cada 2), hasta tal punto que la detención representa un rito de paso casi inevitable para un joven negro criado en un gueto urbano. Los efectos en la sociedad estadounidense son extravagantes e impensables: por ejemplo, esta tasa de detención ha reintroducido la poligamia en los guetos urbanos, por cuanto las mujeres negras deben compartir los escasos varones que se hallan a este lado de las rejas. (El resto de la reseña la podéis leer aquí).
Al parecer, también los inmigrantes de origen hispano se están incorporando poco a poco al ranking. Tal y como se dice aquí, hay quien nace con estrella y quien nace estrellado.
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