TEATRO. Carnaval. "Espectacularización del dolor".

De: Jordi Galcerán. Con: Nuria González, Víctor Clavijo, Noelia Noto, Violeta Pérez y César Sánchez. Escenografía: Max Glaenzel y Estel Cristià. Dirección: Tamzin Townsend. Madrid. Teatro Bellas Artes. 22 abril de 2008.

Actos de terrorismo, secuestros, violaciones, desaparición de menores, pornografía infantil, pederastia, ... ; cada día nos desayunamos con una nueva atrocidad, con algún nuevo acto de violencia gratuita e indiscriminada perpetrado sobre los seres más indefensos por dementes o desalmados en una creciente espiral de violencia que apenas si nos conmueve o escandaliza, anestesiados como estamos por el bombardeo permanente a que nos someten los medios de comunicación cada vez que ocurre uno de estos sucesos deleznables y por su tratamiento informativo, abusivo, cuando no interesado y al servicio de fines bastardos, hasta el punto de convertir el dolor ajeno y la crueldad en un verdadero espectáculo de consumo.

Jordi Galcerán tenía probablemente in mente ambas cosas cuando escribió Carnaval: la crueldad gratuita y su espectacularización. Y quería quizá, además fustigar nuestra pasividad y nuestra indiferencia cuando no somos nosotros los afectados, y mostrarnos lo indefensa que está esta sociedad ante el chantaje. Para ello urde una ingeniosa trama, la de un caso de secuestro, a cuya resolución vamos a asistir como espectadores privilegiados desde el interior de la comisaría en la que se sigue la investigación para descubrir al secuestrador.

Se trata de un texto muy bien construido que apunta maneras de “thriller” policial cuya inquietante y amenazadora atmósfera no acaba de verse plasmada en el escenario salvo en los momentos más críticos. El espacio es un interior de diseño (no aciertan aquí, a mi juicio, Max Glaenzel y Estel Cristià) más parecido a la organizada y aséptica oficina de una delegación de la Agencia Tributaria, que a la imagen que todos tenemos de una comisaría de barrio, sórdida y cutre, donde tras los expedientes y el humo de tabaco, se parapetan, engominados y chulescos agentes del orden de mirada torva, modales toscos y verbo patibulario. Respecto al desenlace final, con su giro inesperado, el texto autoriza una lectura en clave psicológica y de dilema moral que la puesta en escena está lejos de reflejar en toda su complejidad. La responsabilidad de tal desenfoque puede atribuirse a partes iguales a la dirección y al trabajo de los actores; de la protagonista, en particular, Nuria González, que no acierta a dar el tipo de la implacable y obstinada Inspectora Garralda, ni con el de tierna y vulnerable madre de familia; aunque todo hay que decirlo, tiene su momento de gloria en la mezcla de pena, rabia y consternación tras el falso desenlace, uno de los momentos de máxima tensión de la obra. Pedro Miralles (Víctor Clavijo) resulta ingenuo y jovial en exceso; haciendo un símil deportivo, consiguen salvar los muebles Noelia Noto, que da vida a la desvalida y atormentada Laura, siempre entre la incredulidad y el sentimiento de culpa, y Violeta Pérez, una pizpireta y despreocupada Ana que pone una nota pintoresca y exótica con su simpático acento argentino y constituye el contrapunto cómico en los momentos de más intenso dramatismo.

Gordon Craig.
23-IV-08