Si algo me asquea de este país es la hipocresía. Aquí todos nos llenamos la boca a rebosar con las palabras grandilocuentes, esas que designan los principios sagrados de la libertad y la democracia. Pero cuando se trata de llevarlos a la práctica, cada uno nos salimos por la tangente que podemos.
Con el tema de la igualdad de sexo ocurre los mismo, no podía ser menos en un país tan ancestralmente machista. Es curioso, pero casi todas las políticas sociales tienen un cierto grado de aceptación en el espectro político, incluida la derecha.
Sin embargo en la igualdad de género siempre surgen escollos puntiagudos en esa derecha con apoyo mediático que se resiste como gato panza arriba a que las cosas cambien. Esos neoliberales que abanderan la Revolución Francesa como cuna de la libertad y el liberalismo y que hacen gala de su espíritu universal en pleno siglo XXI, aunque sólo para lo que les conviene.
A ellos les recordaría, por si les sestea la memoria, que en aquella revolución que vociferó hasta la afonía la libertad, la igualdad y la fraternidad, y que proclamó en 1793 la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, le salió al paso una militante revolucionaria llamada Olimpia de Gouges que propuso la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana. La respuesta de quienes enarbolaron los principios que hoy rigen las democracias avanzadas no fue otra que pasarla a guillotina.
Ha sido que Zapatero nombre más ministras que ministros y la derecha mediática y política de este país ha puesto toda su artillería a trabajar, como si estuvieran defendiendo un castillo feudal.
En el diario El mundo, David Gistau, titula Carmen, la del bombo (no se puede acceder al artículo íntegro, porque es de pago, pero sí al titular). En la COPE merece mención aparte lo que Fedeguiqui suelta por esa boquita liberal que le ha dado dios. En el euroforo de Luis Herrero se insiste de nuevo en el bombo. Lo del impresentable de Antonio Burgos en ABC no tiene nombre y utiliza en despectivo flagrante el término modistilla. La razón no se podía quedar en fuera de juego y publica una columna de Cristina L. Schlichting que no tiene desperdicio por su furia y su cercanía al insulto. Además, en el mismo periódico Javier G. Ferrari publica otra titulada Recluta con niño. En Libertad Digital, Carina Mejías Sánchez, Portavoz del Grupo del PP en el Parlamento de Cataluña, titula Chacón no tiene defensa.
El punto en común de todos ellos, además del machismo recalcitrante, es que también se divierten, se lo pasan en grande, con las declaraciones irrespetuosas y con tan poca clase que ha efectuado Silvio Berlusconi, ese que tiene una Ministra de Igualdad llamada Stefania Prestigiacomo y que es autora de un decálogo insuperable para que la mujer alcance la felicidad.
Ellos, que tienen a gala el patriotismo de pura cepa, hacen mofa con la falta de respeto y el menosprecio que un dirigente político extranjero hace contra el Presidente de Gobierno elegido por democráticamente por los españoles. Eso es patriotismo y lo demás cuento.
El caso es que el machismo más ancestral ha abandonado por fin las cavernas y se ha mostrado ante la opinión pública española tal y como es, desnudo de sus falsos disfraces democráticos. Luego nos tiramos de los pelos cada día cuando los titulares de esos mismos medios se entintan con la sangre de las víctimas de la violencia de género. Así nos luce el pelo.
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