Siempre he temido que alguien, desde la impunidad que otorga el anonimato de Internet, pudiese invadir mi ordenador y sabotearme lo que guardo en él. No por el valor de lo que reside en mi disco duro, que apenas alcanza la valía sentimental, sino por la desolación que produce una incursión así en el reino de tu intimidad. Sin embargo, a partir de que he leído la noticia en Wired (en inglés), puedo decir a boca llena que ya soy capaz de dormir más tranquilo.
Y es que resulta del todo reconfortante saber que existen tipos que se pegan las 24 horas del día delante de sus monitores vigilando la seguridad de Internet. Exploradores de la Fuerza Aérea norteamericana que peinan la web para detectar y evaluar cualquier incursión hostil.
Son los integrantes del Cybercomando, una unidad de vigilancia de élite de la US Air Force que están convencidos de que la próxima guerra tendrá lugar en el espectro electromagnético y de que las computadoras son armas militares. Tienen su centro de operaciones provisional en la Base de la Fuerza Aérea de Barksdale en Luoisiana y se preparan a conciencia cada día, con tesón de súper agente, para la Cyberguerra contra los hackers rusos y los cyberespías chinos. Son toda una fuerza de élite al servicio de la libertad de Occidente.
En la primavera pasada los hackers rusos fueron acusados de perpetrar ataques masivos a sitios web estonios y las esferas militares norteamericanas están convencidas de que los cyberespías chinos ya han penetrado las computadoras sin clasificar del Pentágono. Estos hechos han provocado que Michael McConnell, director del Servicio de Inteligencia Nacional, elevase la voz al cielo y solicitara a la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) la estricta vigilancia de Internet.
Sin embargo, por el momento el Cybercomando se tiene que conformar con esperar a que se determine el lugar donde se ubicará su cuartel general permanente, ya que 15 ciudades militares norteamericanas, desde Hampton en Virginia hasta Yuba City en California, compiten con hacerse con la bicoca de la sede, dadas la multimillonarias inversiones y de infraestructura que conlleva su construcción y una creación de empleo estimada en unos 10.000 puestos, entre militares y trabajos auxiliares.
Pero al menos, a partir de ahora, podremos irnos a la cama mucho más tranquilos cuando dejemos los ordenadores encendidos y solos en el estudio, porque los cyberguerreros de Occidente velan por la seguridad de nuestras vulnerables máquinas y, estoy del todo seguro, jamás se aprovecharán de la posición de privilegio que le otorga el cargo por el bien del imperio de la libertad.
Que alguien se ampare de nosotros.
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