Pizarro de Aragón

Por kalier
Actualizado 15-01-2008 10:55 CET

Una leyenda, como Agustina . Lanzarse a las barricadas, siendo presidente de una electrica, igual no procura la misma repercusión que disparar el cañón contra el invasor napoleónico, pero a corto plazo te convierte en plato fuerte de la precampaña electoral.

Manuel Pizarro, mañó y patriota hasta la médula, como la heroína que justo hace dos siglos logró la fama por defender Zaragoza durante la Guerra de la Independencia del asedio francés, promete dar mucho juego hasta el 9 de marzo.

Cuando todos esperabamos la presentación de Gallardón como X en las listas, el PP saca de la chistera a este hombre de historial gris que a los cincuenta y muchos decidió abandonar su funcionarial existencia de alto cargo para arengar a los trabajadores y los accionistas de Endesa.  Hay que reconocer que consiguió infudir al anónimo propietario de un puñado de valores de la electrica la sensación de ser parte esencial de una gran compañía a la que los tiburones se querían zampar sin remilgos. Sus encendidos discursos alcazaron el climax en las juntas de accionistas. Ante un entregado público -jamás se debió registrar tal nivel de asistencia- sus dotes como agitador convencían al personal de que la titularidad española de Endesa era una obligación que estaba por encima de intereses económicos. Y ellos, que habían comprado esa diminuta participación convencidos por el comercial de turno de su entidad bancaria de que era un valor seguro aunque poco rentable, le vitoreaban como a un ídolo. Esa masa de accionistas prudentes, a los que la empresa jamás habría premiado su fidelidad y su miedo a arriesgar, se consideraron unos revolucionarios y bajo la bandera que agitaba el líder, aguantaron.

Imagína el efecto Pizarro trasladado a las elecciones. La cúpula del PP tiene infundadas razones para creer también en él. Con un discurso ensayado ya ante un público difícil de seducir, puede lograr maravillas con el votante indeciso. No hay que olvidar que Pizarro tiene mono y está deseando que la adrenalina vuelva a circular por su cuerpo, descargando ese energético placer al que es imposible renunciar una vez que se prueba.

Lástima que al final la electrica pasara al enemigo, Enel y Acciona. ¿O, una vez firmado el armisticio, ya eran amigos?

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