Se nota que estamos en Navidad y la materia prima informativa escasea. Por eso el presidente francés Nicolas Sarkozy salta a las portadas de los periódicos serios a raíz de un viaje a Egipto con su nuevo ligue, Carla Bruni, una muchacha que en agosto era guapa y de izquierdas y ahora es aún más famosa y menos zurda.
Un viaje privado rodeado de cámaras y paparazzis puestos estratégicamente por un presidente que está haciendo de su cargo todo un espectáculo de papel couché. Hace días escuché a un conocido periodista decir «¡qué grande es Sarkozy!». Grande de Francia y de la prensa rosa. Es el mandatario de moda, el que deja sin habla a los de su alrededor, el que chupa cámara como nadie y el que sonríe tras sus gafas de sol en su ajetreada vida al minuto a bordo de multimillonarios medios de transporte. Pero ojo con la política-culebrón, porque nunca funciona. Tras las palmaditas vienen los empujones con caídas morrocotudas. ¡Plas, plas... plaf! Cuestión de tiempo.