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Iulia Latínina recurre a la novela negra para retratar el caos en el Cáucaso

EFE
Actualizado 25-10-2009 13:05 CET

Barcelona.-  La escritora y periodista rusa Iulia Latínina, que inició su carrera literaria en el género de la ciencia ficción, se ha pasado esta vez a la novela negra para describir la cotidianeidad de la corrupción, la violencia y el desprecio hacia las reglas democráticas en Rusia y, particularmente, en el Cáucaso.

Precisamente "El caos del Cáucaso" (Los Libros del Lince) es el título de su primera obra traducida al castellano, un 'thriller' con toques surrealistas y fogonazos de humor negro, ambientada en una de las repúblicas caucásicas de la Federación Rusa que bien podría ser Daguestán, vecina de la conflictiva Chechenia.

"Es en esencia una historia de honor y traición", cuenta en una entrevista con Efe Latínina (Moscú, 1966), colaboradora entre otras publicaciones de "Nóvaya Gazeta", símbolo del periodismo independiente ruso, en la que también escribía la célebre Anna Politkóvskaya, una de las voces más críticas con Vladímir Putin, asesinada mientras investigaba casos de torturas y crímenes contra rebeldes chechenos.

La trama de "El caos del Cáucaso" gira en torno a dos personajes de extracción diametralmente distinta, cuyos destinos se entrelazan: Vladislav Pankov, un alto funcionario ruso educado en Harvard, cuyas buenas intenciones como ministro plenipotenciario de una república caucásica se topan de bruces con una realidad mucho más truculenta, y Niyazbek, un señor de la guerra de la región, sin escrúpulos pero con un alto sentido del honor.

Latínina reconoce que el escenario de la novela "se parece mucho" a Daguestán, un auténtico mosaico de etnias donde predominaba el Islam tradicional aunque, al calor de las guerras en la vecina Chechenia, están cobrando fuerza los grupos wahhabitas, fundamentalistas islámicos.

La guerrilla independentista chechena, antaño poco vinculada al radicalismo islámico, sobrevive hoy muy residualmente emboscada en las montañas de la zona, desde donde ha ido adoptando igualmente los postulados del wahhabismo.

Aún hoy, y pese a que Chechenia está renaciendo de sus cenizas tras haber sufrido en sus carnes dos guerras en 15 años, algunos jóvenes deciden marcharse de casa y sumarse a la resistencia antirrusa desde las altas cordilleras caucásicas.

"En Europa, si tienes 16 años y quieres demostrar que ya eres un hombre, vas a unirte a los movimientos antiglobalización, pero en Chechenia, te vas a las montañas y te preparas para matar a un policía ruso. El problema es que de allí ya no vuelves", dice Latínina.

A las familias de los jóvenes convertidos en guerrilleros les espera un porvenir cuanto menos inquietante, puesto que el caudillo local, el prorruso Ramzan Kadyrov, protegido por Moscú, suele ordenar que se hostigue a los familiares de los rebeldes.

"Kadyrov viene a decir que, si un hombre se va a las montañas, su familia será la responsable, pagará por ello, su casa será quemada", explica Latínina.

Según la escritora rusa, "esto evidentemente va en contra de los derechos humanos, pero es efectivo. En Chechenia, el número de wahhabitas es muy pequeño".

Por denunciar abusos de este tipo, Politkóvskaya fue asesinada -Latínina está convencida de que detrás del crimen no estaba Putin, pese a que se ha especulado mucho sobre la implicación directa o indirecta del ex presidente ruso- y recientemente también ha fallecido de forma violenta Natalia Estemírova, una activista de derechos humanos.

Latínina, que confiesa sentirse "en primer lugar escritora y, después, periodista", es pese a todo "muy optimista" con respecto al futuro democrático imparable que, a su juicio, aguarda a Rusia si su sociedad y su economía siguen prosperando, ahora con el tándem que forman Putin como primer ministro y Dmitri Medvédev como presidente.

Un Medvédev que llegó a lo más alto simplemente porque Putin le escogió como dócil relevo, con la intención de poder seguir moviendo los hilos desde su nuevo despacho de primer ministro: "¿Medvédev? No sé quién es... Yo sé que hay dos presidentes en Rusia. El primero se llama Putin, y del segundo olvidé su nombre", ironiza Latínina para describir la irrelevancia política del actual presidente ruso.

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