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El "luminoso" día en que el mundo fue diferente

EFE
Actualizado 23-10-2009 22:21 CET

Oviedo.-  El "luminoso" día en que el mundo fue diferente, el Príncipe de Asturias, Don Felipe de Borbón, recordó que no es posible un orden económico internacional "estable y próspero" sin valores que lo inspiren y sin una decidida cooperación entre los Estados.

Ocurrió en el teatro Campoamor de Oviedo durante la entrega de los premios que llevan el nombre del heredero de la corona española.

Al tiempo que Don Felipe de Borbón desgranaba los grandes méritos de los galardonados, la luz se fue abriendo poco a poco en el Campoamor, en un haz que se movía al compás de los grandes cambios que ha vivido el mundo en las últimas dos décadas.

La luz desplazó a la oscuridad en los edificios levantados según el diseño genial del arquitecto británico Norman Foster, premio de las Artes, un creador cuya única constante en la vida es el cambio en un entorno de desarrollo sostenible.

La luz acabó con la división europea y la ciudad de Berlín, premio a la Concordia, se abrió para reconciliar a dos mundos separados hasta hace 20 años por una barrera que de la noche a la mañana dio nombre a una guerra, la "fría", hoy archivada y con la capital alemana convertida en una encrucijada de paz y libertad.

También brilló la luz de la tolerancia y la Universidad Autónoma de México, premio Comunicación y Humanidades, acogió a los exiliados españoles, obligados a abandonar su patria como consecuencia de la guerra civil y amparados en un templo de sabiduría, al que nombres como Niceto Alcalá Zamora, Max Aub , Ramón Xirau y otros, aportaron todo su saber.

Un simple símbolo, la arroba (@), acabó con las barreras geográficas y temporales cuando los estadounidenses Martín Cooper y Raymond S.Tolinson, premio de Investigación Científica y Técnica, desarrollaron el teléfono móvil y el correo electrónico, respectivamente, para dar a las relaciones humanas una dimensión universal.

La luz desveló el misterio de la naturaleza y el científico naturalista británico David Attenborough, premio de Ciencias Sociales, nos enseñó, con el rostro pegado a un árbol y sus dedos señalando una oruga multicolor caminando con pasos de bailarina, que el conocimiento y el respeto de la vida animal ayudan a los seres humanos a ser mejores.

La saltadora de pértiga rusa Yelena Ysinbayeva, premio de los Deportes, buscó la luz del sol y se elevó y elevó hasta batir el récord del mundo en 27 ocasiones para ser la única mujer que supera los cinco metros de altura en su aspiración, como dice, de conquistar el cielo.

Se desvanecieron las tinieblas del totalitarismo y el escritor albanés Ismael Kadaré, premio de las Letras, nos dijo que seguirá escribiendo con la convicción de que el arte "no alzará jamás la bandera de la capitulación".

Se diluyeron las fronteras pero la Organización Mundial de la Salud, premio de la Cooperación Internacional, mantiene la vigilancia para controlar las enfermedades nuevas y viejas y, sobre todo, para que los beneficios de los avances médicos lleguen a todos los pueblos, y no sólo a los más desarrollados.

Todo ello ocurrió en esta tarde de octubre en el teatro Campoamor de Oviedo, iluminada, como dijo Don Felipe de Borbón, por "la luz de la libertad y de la cultura".

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