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Restauración del histórico templo de San Pedro de Montes

EFE
Actualizado 23-10-2009 21:13 CET

León.-  Los restos de San Pedro de Montes, fundación monacal de origen visigótico, están siendo intervenidos en la actualidad, para salvar para la posteridad lo que queda de uno de los principales monasterios de la mítica tebaida leonesa

Destruido por un incendio tras la desamortización, subsiste a duras penas una iglesia, con restos prerrománicos, románicos y barrocos, en tanto que en su entorno perviven, orgullosos, los muros de piedra de viejos claustros y dependencias monacales.

En la actualidad, con fondos de la Junta de Castilla y León, se están acometiendo obras "de la envolvente" de la iglesia, encaminadas a asegurar la protección de este templo, básicamente románico, enclavado en un paradisíaco paisaje del valle del río Oza.

Con una inversión de 370.000 euros, se están recuperando las cubiertas y eliminando obra realizada después de la desamortización, que alteraba el aspecto del imafronte, al que se le había antepuesto un porche rústico, y en cuya cimera aparecía parte de un tejado que también alteraba la unidad arquitectónica.

Las obras en curso -iniciadas en agosto- incluyen el cierre de un vano de acceso al coro, otras reparaciones localizadas en las fachadas y encauzamiento y evacuación de aguas pluviales, tareas que supondrán unos seis meses de actividad.

Declarado Monumento Nacional en 1931, el cenobio se halla en una fragosa zona berciana, famosa antaño por su densidad monástica, y cuya historia se remonta al año 635, cuando San Fructuoso creó una comunidad en el lugar.

El paisaje, cercano a Ponferrada, es de una belleza singular, tal como dejó escrito San Valerio: "Es un lugar parecido al Edén y tan apto como él para el recogimiento, la soledad y el recreo de los sentidos"

Destruido a la llegada de las tropas árabes, fue reconstruido en 895 por San Genadio y vivió una etapa de prosperidad que duraría hasta el siglo XIII; luego, alternó momentos de crisis y esplendor, y se engrandeció con obra de los siglos XVI y XVIII.

En 1999 el arquitecto Eloy Algorri realizó el Plan Director de restauración y desde entonces ha dirigido diversas intervenciones, consolidando los restos y permitiendo el afloramiento de la cabecera absidial, tarea que ha merecido un premio de Arquitectura de Castilla y León, en el 2004.

Dicha cabecera estaba prácticamente oculta tras las paredes de la casa rectoral, edificada en el siglo XIX.

Para Algorri, el valor del centro es inmenso, no tanto por lo artístico, sino por su historia: estos muros están ligados a las vidas de San Fructuoso, San Valerio, San Dictino y muchos otros personajes de la Alta Edad Media.

La iglesia es básicamente tardorrománica, aunque modificada en el XVIII, pero conserva elementos arquitectónicos de interés, tales como los capiteles de la arquería norte de la torre, que pudieran ser de la reconstrucción de San Genadio(895) o aún anteriores.

Entre todas vicisitudes del templo, una de las más conocidas corresponde a 919, cuando cuatro obispos participaron en su consagración: San Genadio, de Astorga; Sabarico, de Dumio; Frunimio, de León; y Dulcidio de Salamanca: en el edificio se halla una lápida grabada que relata tal evento.

Fue un monasterio relativamente pobre, con terrenos tan bellos como abruptos, y sólo en su tramo final, con los ingresos de las ferrerías de Linares y Pombriego, pudo aumentar sus rentas, lo que le permitió hacer el imafronte barroco y ampliar dependencias.

Tras la desamortización(1835), los campesinos y una poderosa familia, los Valdés, se hicieron con las propiedades y rentas; pero en 1842 un incendio acabó con el monasterio, y en sus patios los lugareños cultivaron hortalizas y patatas?

En la actualidad, desescombrado el centro, el viajero puede pasear por el interior de los poderosos muros, y gozar de la visión romántica de las ruinas, en las que crecen inmensos nogales centenarios.

Consolidadas las ruinas y salvado el envolvente del templo, para Algorri, como para los amantes de la cultura, queda una asignatura pendiente: descubrir, investigar y restaurar el interior de la iglesia, en la que seguramente aparecerán vestigios con más de mil años de vida.

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