San Rafael (Colombia).- Tras años dedicadas a la siembra de hoja de coca, materia prima de la cocaína, un centenar de familias se han acogido a un programa gubernamental y se han convertido en promotoras del turismo rural en el Caribe colombiano.
Celso López, de 53 años, es uno de los beneficiados y no se ruboriza al admitir que tiempo atrás se dedicaba a esa actividad ilícita.
Él, como decenas de familias, lleva ahora a cabo un prometedor proyecto de sustitución de siembras ilegales en las lindes del caribeño Parque Natural de Tayrona (norte), de gran potencial turístico en Colombia por sus espectaculares paisajes.
Hace pocos años, tras una embestida oficial contra los cultivos ilícitos, estas familias se acogieron a un plan de cambio de actividad.
Así, comenzaron a promover el turismo rural al acogerse al programa gubernamental Familias Guardabosques de Acción Social.
Esa entidad brinda en Colombia asistencia a desplazados y afectados por el conflicto armado que azota hace 40 años al país, así como a damnificados por desastres naturales.
Con una sonrisa franca, el emprendedor López explicó a Efe cómo tras años de zozobra económica, en una época de crisis, "intercaló" entre sus cafetales dos hectáreas de coca.
"Hoy puedo decir que le aporto más a la paz de Colombia, al oxígeno y a la tranquilidad de mi familia" con el manejo de la posada de cabañas campesinas, ubicada en las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta, señala López.
Las 118 Familias Guardabosques comenzaron erradicando sus propias plantaciones de coca y desde entonces cuidan el medioambiente y ahorran la mitad de los fondos que les ofreció el Gobierno para comprar un predio.
Así, los antiguos cocaleros adquirieron la finca San Rafael, constituida por 354 hectáreas, en la que levantaron refugios o posadas ecoturísticas.
Se trata de cabañas en medio de la espesura y en cuyos alrededores han sembrado café, plátano, cacao y frutales, y también han dispuesto estanques para la piscicultura.
"Estamos en la zona de amortiguación de la Sierra Nevada de Santa Marta para proteger el agua y el oxígeno de las futuras generaciones", explicó López, quien agregó que su nuevo oficio le permite vivir "más feliz y más tranquilo" pese a que apenas gana para el sustento.
El proyecto de las Familias Guardabosques ha contribuido a crear un "nuevo tejido social" y un "cambio de vida" en centenares de personas, recalcó López, quien alterna su actividad con la de guía turístico.
Las cinco posadas o cabañas de este colombiano están enclavadas en medio de una naturaleza exuberante, un río cristalino al lado de senderos de piedra y rutas que llevan a paisajes de ensueño, a bosques tropicales, al avistamiento de aves, todo a un paso del mar Caribe.
Otras de estas familias ex cocaleras, también afectadas en el pasado por el conflicto y el desplazamiento forzado, se dedican ahora a la apicultura.
Uno de ellos es Oscar Naranjo, propietario de 20 colmenas en una finca familiar de la zona rural Doñama de la localidad de Bonda, vecina a Santa Marta y a la Sierra Nevada.
Naranjo reza en ocasiones para que no llueva mucho, pero también para que el verano no se prolongue.
"Cualquier extremo deja los árboles sin flores, y sin flores no hay miel", explicó a Efe este apicultor que alimenta a su familia, en buena parte con lo que le dejan las abejas.
Él, como López, expresa la "felicidad y tranquilidad" que le otorga su labor en el campo, ahora con actividades legales.
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