Lástima que Greenpeace no se haya cargado el obelisco de Calatrava

Estrella y Vincent, dos activistas de Greenpeace, se han subido está mañana muy tempranito, a eso de las 7:30 de la mañana, al Obelisco que el Calatrava versión artista ha plantificado, amparado por el capital que parece sobrarle a CajaMadrid y con la complicidad del alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón, en el centro de la plaza de Castilla.

Antes de bajarse a las 16 horas, porque los activistas también tienen una jornada laboral como el resto de los mortales, han retransmitido vía blog y charlando por móvil con los medios, el desarrollo de su protesta. A eso de las 10:30 horas comentaban por teléfono: «Porque somos conscientes de que esto es un monumento, estamos teniendo mucho cuidado... estamos sentados en unas tablillas sin apoyarnos en el bronce de la escultura, tenemos un mensaje que dar pero siempre conservando nuestro patrimonio». ¿Cómo? Y nosotros que albergábamos la esperanza de que iban a cargarse la obra magna más hortera del Madrid de firma. Al menos, en palabras de la organización, han descubierto su utilidad como 'manifestódromo'.

La idea, un mal sueño para todos los que diariamente tienen que sufrir al pasar por delante, surgió el año 2002 cuando la entidad, por cuya presidencia hay bofetadas entre Esperanza Aguirre, Rajoy y Gallardón para colocar al candidato de su cuerda, quiso "ofrecer un regalo a la ciudad de Madrid en forma de escultura en algún sitio público", tal y como explicó el director de la Fundación Caja Madrid, Rafael Spottorno. En la enorme pancarta que han desplegado los activistas de Greenpeace a 100 metros del suelo, decía 'Zapatero paremos el cambio climático'. La explicación de la ONG ecologista es que trataban de llamar la atención del Gobierno para profundizar en el compromiso con el medio ambiente de cara a la cumbre de Copenhague. Igual también han elegido el obelisco por su falta de voluntad sostenible, aunque no lo hayan mencionado.

Da la casualidad de que el Obelisco guarda en su interior diversas instalaciones eléctricas, de alumbrado, de motorización y de balizamiento, además de un sistema hidraúlico, dado que la pretenciosa columna posee movimiento. Y por si a alguien le pasaba desapercibida, cuatro cañones de luz tangenciales a su estructura y un cañón de 1.000 vatios en la parte superior, aseguran su refulgencia. Eso si, por mucho que contamine, dado el gasto energético que precisa, los expertos que lo han testado en la Universidad de Western Ontario, dicen que soporta vientos de hasta 160 kilómetros por hora. Buff, nos quitan un peso de encima. Lo que va a ser más difícil de borrar es su presencia. Quienes pensaban que el monumento encajaba más con ese Madrid cañí y nuevo rico digno de un alcalde como Álvarez del Manzano, habían juzgado mal al refinado Gallardón. Pues ha sido justo este amante de la ópera, el arte, la cocina creativa y la literatura, el responsable de romper el equilibrio arquitectónico que la plaza de Castilla parecía haber alcanzado.

Como explicaba el arquitecto y colaborador de soitu.es Diego Fullaondo en su artículo, 'El obelisco de Calatrava: un regalo envenenado para Madrid': "O mucho me equivoco, o el obelisco móvil de Calatrava pretende dotar a la plaza de una centralidad que no tiene; destrozará la escala de la ciudad que también ahora había encontrado excelente respuesta lejana en las cuatro torres de la Ciudad Deportiva; y partirá nuestra personalísima e inclinada puerta de Europa en dos mitades idénticas y simétricas, tan del gusto del ingeniero". Pues eso, que hemos perdido una buena ocasión para acabar con el problema.