Valladolid.- Una antología de estampas, en palabras del escritor José Jiménez Lozano, constituye "El Libro de Las Edades del Hombre. Obras Maestras", presentado esta mañana y que glosa en imágenes lo más granado de veinte años de exposiciones iconográficas celebradas entre 1988 y 2009 en las Diócesis de Castilla y León.
La mayor parte de las piezas mostradas en esas exposiciones -quince en total desde Valladolid en 1988 hasta Soria en 2009- "se pusieron a relucir como la revelación de un hallazgo magnífico de insospechada existencia", apunta en su prologo el narrador, poeta y ensayista José Jiménez Lozano, uno de los ideólogos y promotores de Las Edades del Hombre junto al sacerdote José Velicia, ya fallecido.
Más de diez millones de visitantes han recibido a lo largo de dos décadas esas muestras de arte sacro celebradas en las catedrales de Castilla y León, a partir de un repertorio de piezas donde reside "la huella de un tiempo" y donde la belleza del mundo "no se despreciaba desde la soberbia demiúrgica".
Para Jiménez Lozano, autor de los guiones de las primeras exposiciones y de varios ensayos editados por Las Edades del Hombre, esta exhibición pública de pinturas, esculturas y otros objetos artísticos de índole religioso representó en su momento "una especie de rescate de esa conciencia del valor de las antiguas bellezas y del patrimonio de los padres que nos es necesario para vivir".
La ausencia de esa conciencia, que el autor de "Los ojos del icono" (1988) sitúa entre finales del siglo XVIII y mediados del XX, "fue uno de los factores, y no el más pequeño, de los desastres ocurridos en nuestra historia con el patrimonio histórico-artístico en general, y con el de la Iglesia en particular".
Las desamortizaciones decimonónicas (Madoz y Mendizábal), la moda coleccionista que imperó en las clases pudientes a comienzos del siglo XX -especialmente en América del Norte-, la Guerra Civil (1936-1939) y los años posteriores al Concilio Vaticano II (1962-1965) han sido, a su juicio, las principales etapas que han marcado ese despojo y casi liquidación del arte religioso.
En cualquier caso, continúa el autor de "Estampas y memorias" (1990) -otro de sus ensayos editados por Las Edades del Hombre-, la exhibición temporal de las pinturas e imágenes "por un tiempo y fuera de su lugar de oración y culto, para que brillaran en su hermosura y dijeran lo que quisieron decir y siguen diciendo, fue el propósito de las exposiciones".
El masivo respaldo dispensado a ese proyecto cultural y religioso de las Diócesis de Castilla y León, con más de diez millones de visitantes, es "la confirmación experimentada de que aquel antiguo y esplendoroso arte sigue siendo significativo y hablando a la inteligencia e impactando en la sensibilidad" de la gente.
"Toda esa belleza nos constituye como hombres con un yo", añade Jiménez Lozano antes de inferir cómo por esa razón "los hombres se han acompañado siempre de los libros y las obras de arte de una manera muy profunda, porque son un relámpago de nuestra existencia" que, al margen de su mera contemplación o disfrute, "levanta en nuestra ánima un mundo y nos llega a los adentros".
La catedral de Valladolid, que entre 1988 y 1989 acogió la primera exposición con el lema de "El arte en la Iglesia de Castilla y León", ha albergado veinte años después la presentación de este libro conmemorativo que ha contado con la asistencia, entre otros, del arzobispo emérito de Valladolid, José Delicado Baeza.
Han asistido también el obispo de Salamanca, Carlos López, presidente de turno de la Fundación Las Edades del Hombre, y el delegado territorial de la Junta de Castilla y León, Mariano Gredilla, como representante del principal patrocinador de las exposiciones, caso de la que actualmente se desarrolla en la concatedral de San Pedro, en Soria, bajo el epígrafe de "paisajes" y de próxima clausura.
La primera antología de Las Edades del Hombre fue editada en 1997 por la delegación de diario ABC en Castilla y León, para conmemorar la celebración en la catedral de El Burgo de Osma la edición que se desarrolló con el título de "La ciudad de seis pisos".
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