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Diez reclusos narran su encuentro con la libertad dentro de la cárcel

EFE
Actualizado 18-10-2009 12:28 CET

Oviedo.-  Diez reclusos de la prisión de Villabona condenados por tráfico de drogas, abusos sexuales o parricidio narran en el libro "La libertad está dentro" (Plataforma Editorial) su proceso de reinserción tras su paso por la Unidad Terapéutica y Educativa (UTE) que funciona en el centro penitenciario asturiano desde 1992.

El volumen se estructura en torno a las entrevistas realizadas a los internos por la periodista Idoya Ronzón (Oviedo, 1972) para dar a conocer una iniciativa pionera en España, implantada ya en otras prisiones del país, y con la que había entrado en contacto en su etapa profesional como redactora de sucesos y tribunales.

Ronzón recuerda que los promotores de la iniciativa, Begoña Longoria y Faustino Zapico, se conocieron en la cárcel Modelo de Barcelona y, tras su traslado a Asturias, decidieron impulsar un módulo libre de drogas, que comenzó de forma experimental con 25 reclusos jóvenes "hartos de verlos en el patio de la prisión" bajo los efectos de las sustancias que consumían.

La UTE de Villabona alberga actualmente a un equipo multidisciplinar de 70 funcionarios y unos 500 reclusos, no sólo toxicómanos, que ingresan de forma voluntaria y a los que se imponen unas "duras" normas de comportamiento que buscan alejarlos de la subcultura carcelaria en la que se han curtido durante años.

En la UTE, el interno "puede valerse por sí mismo y tomar decisiones" y adquiere el compromiso para permanecer en ella de que no haya violencia verbal ni física ni se consuman drogas, además de someterse, como primer paso, a un reconocimiento ante sus compañeros de unidad de los delitos que les llevaron a prisión.

Sólo así se consigue que el grado de reincidencia de estos reclusos una vez cumplida su condena se reduzca al 26 por ciento frente al 70 por ciento del resto de los módulos de Villabona y que los funcionarios destinados en la UTE se "impliquen" en un trabajo desburocratizado y marcado por el compromiso con los internos.

"Son historias muy crudas y algunas con detalles escabrosos, pero demuestra la complicidad que existe entre los trabajadores de la UTE y los reclusos", afirma Ronzón en una entrevista con Efe en la que subraya que los presos coinciden en señalar que los responsables de la unidad les hablan "con toda la dureza y el cariño que necesitan".

Así, un hombre condenado por abusos sexuales relata como pidió a sus compañeros de la UTE que no le comprendiesen, sólo que no le juzgasen o un neonazi explica cómo acabó compartiendo espacio con un dominicano de raza negra o durmiendo en celdas adornadas con una bandera de la Segunda República o una ikurriña.

La autora asegura no haber empatizado ni justificar en ningún caso a los reclusos por los delitos que cometieron y haber contado sus historias "desde el respeto absoluto a sus víctimas", pero desde la convicción de que "todo el mundo, si el arrepentimiento es verdadero, merece una segunda oportunidad".

La periodista asturiana incide en el "increíble" trabajo de los promotores de la UTE y de sus colabores que lleva a uno de los reclusos a recordar como el responsable de la unidad, Faustino Zapico, le advirtió tras incumplir las normas que le "traicionase otra vez", que él estaba allí para eso, "siempre que te levantes después".

"Muchos de los presos entran pensando en beneficios penitenciarios y se encuentran a gente que les escucha, que les dice la verdad a la cara y que siente que les importa lo que hacen", afirma Ronzón, una actitud que se extiende al resto de reclusos.

Así, recuerda la sorpresa de una joven que llegó a la UTE con poco más de 30 kilos de peso al ver su mesa llena de yogures después de que el resto de internos de la UTE advirtieran que era lo único que había ingerido durante la comida tras meses de deterioro físico.

"Afortunadamente no todos son como era yo. Yo le importé a alguien. Y hoy estoy vivo", relata Mariano F., condenado por tráfico de drogas en las Antillas Holandesas, donde cumplió tres años de cárcel en condiciones infrahumanas, y hoy propietario de una empresa de jardinería y albañilería a la que dedica las horas que ya pasa fuera de prisión aún sin haber conseguido el régimen abierto.

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