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Ferrera, en su mejor versión, corta una oreja de peso en la Feria del Pilar

EFE
Actualizado 15-10-2009 23:04 CET

Zaragoza.-  El diestro Antonio Ferrera dio su mejor versión, hoy en Zaragoza, al cortar una oreja de peso al único toro realmente bravo de una corrida de toros de Antonio Bañuelos, que en el otro extremo, echó al traste con las posibilidades tanto de José Luis Moreno como de Diego Urdiales.

FICHA DEL FESTEJO.- Cinco toros de Antonio Bañuelos, sustitutos de los anunciados de Alcurrucén, rechazados éstos en el primer reconocimiento veterinario, grandes y astifinos, con notables desigualdades en todo, del terciado primero al mastodóntico quinto, y entre la bravura del segundo y la mansedumbre del cuarto.

El tercero fue un sobrero de Antonio Palla, sustituto de otro sobrero también devuelto de la misma ganadería, manso y huido.

José Luis Moreno: estocada caída y atravesada, y un pinchazo (silencio tras aviso); y estocada (ovación).

Antonio Ferrera: buena estocada (oreja); y dos pinchazos y estocada (gran ovación tras aviso).

Diego Urdiales: pinchazo hondo (silencio); y pinchazo, bajonazo y descabello (silencio tras aviso).

Al finalizar el paseíllo se guardó un minuto de silencio en memoria del torero y periodista Juan Posada, fallecido esta mañana en Madrid. Ferrera brindó su primer toro al cielo.

La plaza tuvo algo más de media entrada en tarde de viento y frío, y de agradable temperatura dentro del recinto con la capota descubierta.

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EL RECUERDO AL "MAESTRO" Y LA SINCERIDAD DE FERRERA

Emocionante minuto de silencio en los prolegómenos para recordar la figura de un torero de suma pureza, y exigente crítico sin perder el sentido de la justicia, el maestro Juan Posada. Su ejemplo en el ruedo y su doctrina en la profesión periodística son ya imborrables.

"La verdad por delante, pero sin hacer daño", proclamó en una entrevista con el jefe de prensa de la plaza de toros de Las Ventas, José Ignacio de la Serna, otro que puede presumir de la difícil dualidad torero-periodista. "Aquí hay que estar entre los mejores, o irse a casa", fue también una sentencia del añorado torero.

Emotivo y palpitante recuerdo de sus enseñanzas que llegan a ser dogmas. A Juan Posada, el maestro, se le pondera ahora por su autenticidad como torero, como escritor y hombre de comunicación, y, sobre todo, como persona. Se le recordará, no hace falta decirlo, echándole mucho en falta.

Recuerdos también va a dejar la corrida de hoy en Zaragoza, pero serán otro tipo de añoranzas. Pues resulta que la ganadería de Antonio Bañuelos -predilecta de los toreros de primera fila por el tipo de toro recortadito y noble que suele echar en plazas y ferias "de segunda" con cierto postín- todavía guardaba en el campo una corrida mastodóntica.

Habría que preguntarle al ganadero dónde los pensaba lidiar, y para qué figuras, o acaso los tenía reservados para las calles de uno de esos pueblos del Levante con afición al toro grande y de pitones cuanto más desarrollados y astifinos mejor.

Porque los toritos de esta ocasión eran lo más propio para el "Bou al Carrer", el "Bou Ensogat", el "Bou del Foc" o el "Bou" de cualquier otra variedad callejera (no haría falta traducir del valenciano bou=toro, carrer=de las calles, ensogat=ensogado, foc=fuego, por la extraordinaria similitud con el castellano).

El caso es que los tres espadas pasaron un quinario con "los bous" de Bañuelos.

Moreno con un lote imposible. Bronco y paradójicamente soso el primero. Faena lo que se dice sin pena ni gloria, aunque todavía hubo algún muletazo suelto estimable, de muy buen corte sobre todo los remates de pecho.

El cuarto, manso redomado, haciéndose fuerte en tablas, sin embargo, llevó también su ración de pases en la querencia, gracias a la voluntad y los arrestos del rubio torero cordobés.

Ferrera, con el lote menos malo, cumplió una actuación muy sincera. Especialmente vibrante en banderillas, tanto en los preparativos como en la ejecución y salidas de las suertes, con quiebros y requiebros, carreras y saltos, y teniendo en cuenta que clavó siempre en la cara y ajustado.

Su primera faena fue rápida, conforme a las exigencias del toro, que se movía como una exhalación. Pero no hubo prisas aunque parezca paradójico. Incluso a la velocidad que llevaba el toro se puede hablar de temple. Fue un toreo vistoso, alegre, limpio y sin enganchones. Muy de verdad.

A todo esto, la estocada, de premio. Parece mentira, citar en corto dejándose llegar esas dos guadañas para hacer "la cruz" como explican las tauromaquias. Insólita la salida del torero, una vez resuelta la reunión con absoluta limpieza. La muerte fue espectacular. Y la oreja de ley.

Con el quinto estuvo por un momento Ferrera en el umbral de la Puerta Grande. Otra faena en ese estilo de querer mucho, rapidito pero dejando poso, lo que se dice "llegando" mucho al tendido. Si mete la espada a la primera, hubiera cortado la otra oreja para asegurarse la salida a hombros.

El mérito de Urdiales con dos toros infames fue también no arrugarse. Al mansísismo sobrero tris de Palla le persiguió por toda la plaza. Y en el sexto, rebrincado y descompuesto, todavía tuvo agallas el riojano para templarse y querer acompasar tan brutas embestidas. Poco bueno y sólo por la derecha, por el único pitón que medio se dejó engañar.

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