Jerusalén.- El presidente del Gobierno español, Jose Luis Rodríguez Zapatero, pisará mañana suelo israelí por segunda vez en menos de un año en un clima bilateral mejor que la primera ocasión que lo hizo el pasado enero.
La primera visita la realizó casi forzado y con el recelo israelí por su presencia en un grupo de líderes europeos que vino en apoyo del alto el fuego en Gaza pero esta segunda la hace por iniciativa propia y con los parabienes del Estado judío.
El distinto ambiente que rodea ambas estancias refleja el cambio de percepción registrado en diez meses en Israel sobre la política exterior española, que el Estado judío ha pasado a considerarla receptiva después de contemplarla como hostil.
En Israel aún se recuerda que Zapatero lució en público una kufiya -pañuelo palestino- al inicio de su mandato, que marcó un claro enfriamiento bilateral tras el total respaldo a las tesis israelíes por parte de su predecesor, Jose María Aznar.
Pero en Israel tampoco han pasado desapercibidos los gestos de acercamiento diplomático que ha multiplicado últimamente el titular español de Exteriores, Miguel Angel Moratinos, en momentos en que crece en el Estado judío cierto síndrome de aislamiento.
Moratinos fue el primer jefe de diplomacia europea que viajó a Israel para entrevistarse con su colega israelí, Avigdor Lieberman, de ideología ultraderechista y a quien los otros ministros de la UE hacen el vacío por algunas manifestaciones suyas de contenido xenófobo.
También en Israel ha sido apreciado el archivo por la justicia española de la querella contra seis responsables israelíes por el ataque que en 2002 mató en Gaza a Salah Shehadeh, un dirigente de Hamás, y a una docena de civiles, en su mayoría menores.
El objetivo del giro atribuido en Israel a la política exterior española sería ganarse la confianza israelí para que España pueda interpretar un papel mediador en el conflicto regional.
Y aunque en Israel se piensa que España no puede interpretar más papel que acompañar los esfuerzos internacionales por poner paz en la región, Zapatero será bien recibido bajo otros parámetros.
Zapatero es el primer líder de un gran país europeo que pisará Israel desde la toma de posesión en marzo del Gobierno derechista de Benjamín Netanyahu, cuya intransigencia con los palestinos ha alejado al Estado judío de la comunidad internacional.
Lo que convierte su llegada en una noticia todavía mejor, en un estado que arrastra tradicionalmente la permanente sensación de padecer un déficit de legitimidad, no tanto por su propia existencia como por su ocupación de los territorios palestinos.
La estancia del jefe del Gobierno español será de apenas 24 horas -en las que también hará un desplazamiento a Ramala para reunirse con el presidente palestino, Mahmud Abás- pero incluirá todo el protocolo reservado a los visitantes ilustres de Israel.
Zapatero comenzará su visita en el Yad Vashem, Museo del Holocausto, con una homenaje a los seis millones de judíos asesinados por los nazis en la Segunda Guerra Mundial, y solo después iniciará sus encuentros con el liderazgo israelí.
Además de Netanyahu, Zapatero se entrevistará con el presidente, Simon Peres, y la jefa de la oposición, Tzipi Livni, a quienes conoció en su visita del 18 de enero, que tan solo duró unas horas.
Zapatero conoció entonces a sus interlocutores de mañana, en una cena ofrecida a los líderes europeos que vinieron a respaldar el alto el fuego en Gaza y entre quienes también figuraban el francés Nicolas Sarkozy, la alemana Angela Merkel y el británico Gordon Brown.
Una cena en la que el presidente del Gobierno español -que se había distinguido en las semanas anteriores por sus criticas a Israel por la ofensiva en Gaza-, no pensaba acudir como comensal.
Los líderes europeos llegaron a Israel desde Sharm el Sheij, donde se reunieron con dirigentes árabes, y Zapatero era el único que tenía previsto regresar a Europa desde el balneario egipcio.
Fue una decisión de última hora la que le hizo sumarse al resto de lideres europeos camino de Israel; tan de última hora que el nuevo plan de ruta de su avión no llego a tiempo a las autoridades israelíes, que negaron permiso de aterrizaje al aparato.
Después de que el avión sobrevolara en círculos durante casi 20 minutos el territorio de Israel, las autoridades israelíes recibieron el nuevo plan de ruta, tras el esclarecimiento de un error atribuido a los controladores aéreos egipcios.
Y el Falcon 900 de Zapatero se posó finalmente sin más sobresaltos en el aeropuerto internacional Ben Gurión.
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