Desde que este mediodía recibimos la llamada de redacción comunicándonos el nombre del nuevo premio Nobel de Literatura, el teléfono no ha dejado de echar humo. Y siempre la misma pregunta: "¿Herta Müller...?¿Y ésa quién coño es?". Podríamos engañarles y decirles que se trata de una de nuestras autoras de cabecera, que no hay día en que, tras cepillarnos los dientes, no releamos alguna de sus obras y que aguardamos cada uno de sus lanzamientos como agua de mayo... pero no, no es el caso.
También podríamos googlear un poco como harían Batman y Robin (a.k.a Rioyo y Cruz), pero entonces no pasaríamos de mencionar un par de lugares comunes que podrán leer en cualquier otro medio: que su obra es un fidedigno reflejo de la Rumanía bajo el régimen de Ceaucescu (en cuyo engranaje no quiso participar); que se trata de una autora posicionada siempre del lado de las minorías; o que estamos hablando de una escritora que ha sabido articular un discurso europeísta sin renunciar a sus orígenes... ¿pero, de qué les iba a servir eso a ustedes?
Desestimadas las opciones anteriores, decidimos salir a tomar calle y preguntar en la mayor cadena de librerías de nuestra ciudad sobre Herta Müller. Al llegar al mostrador sacamos del bolsillo la nota donde garabateamos torpemente los títulos de sus obras publicadas en España: 'En tierras bajas' y 'El hombre es un gran faisán en el mundo' (ambas en Siruela), 'La piel del zorro' (Plaza&Janés) y 'La bestia del corazón' (Mondadori). El dependiente arquea una ceja, tuerce el gesto y hace una mueca con la boca antes de anunciarnos que ninguno de esos ejemplares está disponible en las librerías de la capital. Pero no se preocupen: ya verán como en breve las mesas de novedades se ven saturadas de obras de la escritora. Lo mismo pasó el año pasado con el bueno de Le Clézio y ahora hablar del francés es como hacerlo de un familiar cercano (aspecto en el que también abundan los amigos de La Vanguardia).
Mientras salimos, el teléfono vuelve a sonar. Redacción: "¿Tenéis ya el artículo?" Tras balbucear una torpe excusa que incluía una colisión múltiple en plena Castellana, el tercer entierro de mi abuelo en menos de un mes y un ataque del célebre can asilvestrado catalán (DEP) nos comprometemos a terminar el artículo antes de que acabe el día. Y a eso vamos:
Siempre se suele hablar de muchos autores "castigados" por la Academia sueca (puestos a pensar, y exagerando, son sólo un grupete de académicos locales que se juntan para elegir a uno cada año de entre los mejores; como el premio que cada año nos gusta dar a Tipos Infames, eso sí, sin dotación económica alguna). Pero el caso es que Rumanía nunca había sido galardonada con ningún Premio Nobel de Literatura (salvo despiste de nuestro becario encargado de documentación), y no es por falta de merecimiento. Un motivo de sobra para acercarse a la obra de Herta Müller. De entre los que ya no están lo habrían podido merecer Mihail Sebastián, Mircea Eliade, Ionesco, Cioran o nuestro favoritísimo Max Blecher. Todos ellos sobrados de razones, como otros muchos que todavía están a tiempo de recibir los laureles de la Academia y la consiguiente propina económica: el gran Norman Manea, Ana Blandiana (autora de 'Proyectos de pasado' uno de esos libros desconocidos que nadie debería pasar por alto), Gabriela Adamesteanu (de la que se acaba de publicar 'Una mañana perdida'), Mircea Cartarescu (y su 'Por qué nos gustan las mujeres')...
Es verdad que la fiesta del Nobel muchas veces se aproxima a la pantomima de las candidaturas olímpicas y, en la mayoría de las ocasiones, no gana el mejor. Aquí también hay intereses ocultos, pero siempre será mejor que nos señalen una autora tras la que se encuentra una obra valiosa todavía por descubrir. Para reivindicar la candidatura de Vargas Llosa no hace falta ser académico. Solamente un zoquete.
*Alfonso Tordesillas, Gonzalo Queipo y Francisco Llorca forman el colectivo literario 'Tipos Infames'.
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