Berlín.- La misteriosa ciudad de Qatna, olvidada en el desierto sirio desde hace más de 3.500 años, ha vuelto a ver la luz para mostrar una hasta ahora desconocida y avanzada civilización en plena edad del bronce y los tesoros de un reino que nadó en el lujo durante siglos.
Aunque sus restos fueron descubiertos en la década de 1920, su excavación sistemática no comenzó hasta hace diez años y es hoy cuando se ha presentado por primera vez una visión completa de un reino que compitió por el dominio de la región de Oriente Medio.
"Tesoros de la antigua Siria-El descubrimiento del reino de Qatna" es el título de una muestra presentada hoy en el antiguo palacio de Stuttgart, en el suroeste de Alemania, sobre la civilización cuyos reyes cazaban elefantes, celebraban rituales con toros y nadaban en la abundancia de una ciudad cruce de caravanas del entonces mundo civilizado.
La exposición, que estará abierta al público entre el 17 de octubre y el 14 de marzo, tiene su base en la labor arqueológica del catedrático alemán Peter Pfälzner de la Universidad de Tubinga, su colega italiano Morandi Bonacossi y el sirio Michel al Maqdissi, que excavan juntos en las ruinas de Qatna, donde hoy se encuentra la localidad siria de Mischrife.
Qatna, que alcanzó su máximo esplendor en el segundo milenio antes de nuestra era, disponía de fortificaciones y murallas de hasta 20 metros de altura, gran parte de ellas aun en pie, que protegían una superficie de 110 hectáreas.
Su palacio, de 150 metros de largo, se encontraba situado sobre una terraza elevada y algunas de sus salas tenían el tamaño de pistas de tenis, cubiertas por techos sin columnas que se sostenían sobre vigas de gigantescos y costosos cedros del Líbano.
Los arqueólogos descubrieron en su interior salas decoradas con frescos con figuras de cangrejos, delfines y palmeras, como sólo se han visto en los palacios minoicos de Creta.
Y por los restos de tejidos hallados dedujeron que las clases altas vestían ropas violetas, teñidas con las glándulas hipobranquiales de caracoles marinos.
El descubrimiento más importante durante las excavaciones fue una cámara mortuoria, intacta desde hace más de 3.000 años, en la que reposaban los restos de unas 30 personas junto a un amplio tesoro que abarca desde vasijas egipcias, armas lujosas, artículos de cosmética y una gran variedad de joyas.
Situada en el subsuelo del palacio, la cámara tenía un acceso directo a la sala del trono, se encontraba sellada desde hacía tres milenios y en su interior se presumen los restos "de altos funcionarios, visires y princesas", según explicó Pfälzner.
Mas de 2.000 objetos recuperados hasta ahora en Qatna demuestran la situación estratégica y el carácter comercial de la ciudad, con piezas como tallas de ámbar procedentes del Báltico, lapislázuli de Afganistán, tallas de la India, incienso del Yemen y zinc de Persia.
Unas 400 piezas forman parte de la exposición, entre ellas una reproducción a escala del palacio.
La muestra explica las bases económicas y las relaciones comerciales del reino, compara Qatna con los estados vecinos e informa sobre las confrontaciones bélicas, pero también sobre sus dioses, el culto a los muertos y los documentos recuperados.
Después de más de tres milenios de olvido, el equipo de arqueólogos ha conseguido averiguar que el primer gran rey de Qatna fue Ischchi Addu, quien gobernó entre 1800 y 1750 a.C y fue probablemente quien hizo levantar las colosales murallas que protegían su ciudad y comenzó la construcción de su palacio.
Las tablillas en escritura cuneiforme encontradas en las excavaciones han permitido averiguar muchas cosas más, como la dote de 300 kilogramos de plata que se dio a una princesa para contraer matrimonio en un reino vecino.
En una región de guerras constantes entre distintos pueblos, los reyes de Qatna consiguieron mantener a raya a sus vecinos con una red de fortalezas construidas de manera concéntrica en torno a la capital.
Los arqueólogos calculan que fuera de los muros de la fortaleza vivían hasta 20.000 personas y sospechan que el interior de la muralla era en realidad una ciudad prohibida, a la que sólo tenía acceso la elite del país, los altos funcionarios, la clase noble, los artistas, altos militares y sumos sacerdotes.
Ello se desprende de que, fuera del palacio, las excavaciones en el interior del recinto amurallado sólo han sacado a la luz edificios oficiales, templos y almacenes públicos.
Unos 300 años se calcula que duró la era de máximo esplendor del reino y la ciudad de Qatna, hasta que sobre el año 1340 a.C fue arrasada, quemada y destruida por un ejército hitita, tras imponerse en los siglos anteriores a sus vecinos asirios, babilonios y egipcios.
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