Brasil, un país donde el sexo está a flor de piel, con su clima, sus maravillosas playas, sus espléndidos cuerpos al sol, su música tan sensual, su explosiva samba, su susurrante bosanova... Tópicos y más tópicos que tienen mucho de verdad. En los congresos de sexología la delegación brasileña siempre ha brillado por su simpatía, su sentido del ritmo y también, cómo no, por su disposición al sexo. A los brasileños y brasileñas les va la marcha, son cariñosos y disfrutan con el sexo. Pero muchas de esas personas no eligen libremente con quien compartir el placer. Las difíciles condiciones económicas del país y el ansia por salir de la miseria han convertido esta tierra en una potencia del negocio sexual. No es políticamente correcto plantearlo así, pero esta claro que Brasil nos gana por goleada en la oferta de servicios sexuales.
Sexo por placer y sexo obligado son la cara y la cruz de la moneda. No es lo mismo compartir el cálido aliento del compañero elegido que el pestilente tufo de los borrachos babosos. Y en Brasil la danza del sexo no siempre se toca con los mejores acordes. Sexo y miseria son una peligrosa combinación que hace estragos. Es triste pensar cómo parte de la juventud brasileña, en lugar de disfrutar libremente del amor y del sexo, venden su compañía al mejor postor.
Y decimos compañía, porque muchas veces lo que busca el turismo es un chute a su autoestima, una persona encantadora y cariñosa que le haga sentir el centro del universo. El sexo no es más que un ingrediente de esa inyección de vitaminas para la vanidad. Y los brasileños y las brasileñas dominan a la perfección el arte de la seducción: son cariñosos y tiernos de maneras; y su cadencia sonora no puede ser más sensual. Además, abundan los cuerpos esplendidos.
El culto al cuerpo es deporte nacional. Es uno de los países, junto con Estados Unidos, en el que se realizan más operaciones de cirugía estética. No en balde, el doctor Ivo Pitanguy fue el cirujano plástico más famoso del mundo. Para muchas mujeres brasileñas la belleza es una inversión, una necesidad; disponer de una imagen bella, con la que negociar de una u otra manera, les parece la opción más viable para salir de las favelas.
En un reciente viaje a Brasil, pudimos apreciar la elegante sutileza del mercado del sexo. Era muy fácil encontrar muchachos encantadores, que se acercaban con interés a las mujeres del grupo que no iban acompañadas, ofreciéndose como guías y acompañantes. Lo hacían de una manera tan simpática y caballerosa, que a más de una se le tuvo que explicar que no, que no había ligado, que las intenciones del amable joven, veinte años más joven que ella, pasaban por la caja registradora. En otra ocasión la intención fue más directa. En un local de copas y baile se acercó una sociable joven para decirle a una de las mujeres del grupo que le había gustado mucho a su amigo y que quería conocerla, señalando a un apuesto joven que observaba con una pícara sonrisa. Los hombres del grupo también recibieron todo tipo de sonrisas, miradas insinuantes y algún que otro besito. Uno de los más ingenuos le comentaba al otro: 'fíjate como te mira esa chica y que ojitos te pone, has ligado'. El otro, con más mundo, le respondió: 'sí, ya veo que ha ligado mi cartera'. Y es que, nos pongamos como nos pongamos, se disfrace como se disfrace el tema, el intercambio dinero por sexo genera un vínculo perverso difícil de asumir.
Con la aparición del VIH-sida, por lo menos en apariencia, se empezó a tener más cuidado con el alegre intercambio de fluidos. Recordamos que en el Congreso Mundial de Sexología de Caracas, en 1989, ya existía una clara preocupación por la pandemia, especialmente en esa zona de Sudamérica. Desde entonces, las iniciativas y los esfuerzos por controlar la pandemia han sido múltiples. Brasil fue el primer país en desarrollo que facilitó terapia antirretroviral a través de su sistema de salud pública; y en 2004, acordó con laboratorios farmacéuticos la reducción de los precios de estos medicamentos. Actualmente es un ejemplo de cómo se puede controlar la pandemia a través de sus programas de atención integral y vigilancia epidemiológica. Además, ayuda a otros países limítrofes financiando sus proyectos.
Capitulo aparte merece el tema de los abusos sexuales a menores. Brasil era, hasta hace poco, uno de los países con mayor índice de prostitución y explotación sexual de mujeres y menores. Con la llegada de Lula al poder hay mayor control del mercadeo sexual. El tema de los menores cada vez está más perseguido: en los hoteles las chicas deben rellenar una ficha de registro y no dejan subir a las habitaciones a menores de 21 años. Sin embargo, el negoció del sexo mueve miles de millones y hay mafias implicadas que no van a renunciar a sus posibilidades de negocio.
El negocio del sexo esta claramente asociado a los flujos humanos y los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro van a convocar ingentes cantidades de personas, por lo que el Gobierno brasileño ya puede ir preparando programas que promuevan la salud sexual y los derechos sexuales. Las acciones tendrían que ser multidisciplinares, implicando a policía, sanidad, educación para la salud, servicios sociales... Muchas campañas gubernamentales y de las ONG van a hacer falta en Brasil para contrarrestar las iniciativas de las mafias del sexo. Teniendo en cuenta que estas lucrativas empresas, además de utilizar el engaño y la coerción, cuentan con estrategias claramente agresivas y violentas para conseguir sus fines. Esperemos que el prometido desarrollo que supone la celebración de los Juegos Olímpicos no lleve aparejado un aumento de la explotación sexual en ese país. Sexo sí, pero siempre elegido y placentero.
¿Qué opinas sobre el turismo sexual? ¿Te parece que los Juegos Olímpicos en Río pueden contribuir a la explotación sexual de sus gentes?
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