Era una tarde de mayo de 1998 en la Plaza de Cibeles de Madrid y el gentío se apiñaba a las puertas del hermoso pero pequeño jardín de la Casa de América, antaño Palacio de Linares repleto de fantasmas. Una mujer menuda, de piel tostada y pelo canoso avanzaba con dos de sus hijas para escuchar la conferencia de su compañero de partido, el candidato a presidente Luiz Inácio Lula da Silva. Cuando el poderoso sindicalista, robusto y barbudo, deslizó su mirada entre el público que le esperaba, exclamó "¡Carmelita! ¿Mulher que voce esta fazendo aqui?". "Meus filhos moram aqui, e aproveitei pra vim escutar você companheiro". Y el pequeño cuerpo de la mujer se perdió por un segundo en el abrazo de oso de Lula. Después se hicieron la foto de Madrid, en la Casa de América.
Carmelita Félix da Silva nació en una pueblecito, Aguas Belas, en Pernambuco, en el mismo estado que el compañero Lula da Silva. Hoy, Carmelita (70), una de las fundadoras del Partido de los Trabajadores en Parauapebas, madre de seis hijos, luchadora incansable, amenazada por los sicarios y con compañeros asesinados en los tiempos duros, esta regresando de su gran viaje a Tierra Santa, la Acrópolis de Atenas y Estambul. Han pasado pocos días desde que Lula y Pelé aterrizaran en Brasil, con los Juegos Olímpicos del 2016 bajo el brazo.
"Es el broche final. Ya estamos en el mapa del mundo y aunque yo sé que Lula no debería repetir mandato, mi corazón desearía que pudiera hacerlo." murmura Carmelita en su última noche en Atenas, antes de regresar a Brasil. "He montado en globo. Me levanté a las cinco en Estambul. Ha sido una experiencia única, pero también ha sido emocionante la visita a Jerusalén, a Tierra Santa. En Turquía, escondidas en la habitación, mi hija y yo vivimos el triunfo de Río sobre Madrid". Lía, la hija de Carmelita que la acompaña en el viaje, tercia en la conversación: "se nos caían las lágrimas mientras veíamos a Lula llorar y esconder la cara en el pañuelo blanco".
Carmelita vino al mundo el 26 de marzo de 1939 -no hagan cuentas, tiene 70 años- en Aguas Belas Pernambuco, un estado brasileñó de franja estrecha, que se extiende desde el centro de Brasil hasta una pequeña salida al Océanos Atlántico. También en Pernambuco, en el pueblecito de Caetés, nació Luiz Inácio Lula da Silva, el presidente de Brasil, seis años más tarde que Carmelita. Entre Aguas Belas y Caetés hay 89 kilómetros. La luchadora Carmelita no hubiera sido la misma sin un sindicalista que, como ella, contribuyeron al exito del Partido de los Trabajadores desde el inicio de los 80.
Porque la señora Félix da Silva, de noble pelo blanco y un rostro donde está escrita su vida, es una de esas mujeres anónimas que estaba destinada a no ocupar ni una línea en la historia. Hasta que en algún momento de finales de los años 70, la sangre de la madre india y del padre esclavo, secuestrado no se sabe de que parte de la costa africana, estalló en las venas de Carmelita y plantó a su marido, el atractivo Divaci. Estaba harta de sufrir y arrastrar seis hijos tras un señor que amaba la cerveza tanto como a las mujeres .
Antes, Carmelita había caído rendida a los pies de Divaci da Silva -tan guapo como pendón - se casó con él y le siguió durante años, mientras ejercía de capataz en la construcción de presas para hidroeléctricas de todo el país. Un día, en el estado de Goias (el Brasil profundo), la formal ama de casa mandó a paseo al esposo, cuando este volvía de fundirse la última paga. Divaci tuvo que largarse y Carmela -que desde entonces es "Kaka" para los suyos- se quedó con sus seis hijos. Comenzaba a tener claro lo que era ser de izquierdas, mientras sacaba adelante a sus meninos lavando y planchando para casas ajenas y sus hijas, trabajando ya fuera.
"Mi madre fue una de las fundadoras del Partido de los Trabajadores (PT) de Lula en Parauapeba. Para ella es un orgullo. Para sus hijos siempre fue un motivo de preocupación. A veces siento que no la hemos apoyado lo suficiente. Nos cabreábamos cuando ella se presentaba para concejal. Tenía un montón de gente que la apoyaba, pero nunca ganaba. Mis hermanos y yo deciamos; esa gente es mala, te matas por ellos y no te votan. Ella nos respondía: no son malos, son ignorantes y manipulables. Se presentó a una alcaldía, pero nada. Y así fueron pasando las campañas". Son los recuerdo de Tete da Silva, la cuarta hija de Carmelita. Hace 17 años que llegó a España, seguida por otros tres de sus hermanos, Lía, Douglas y Rose. De momento, Lía ya se ha vuelto a Brasil, y Tete, hasta hace un par de meses ayudante de estilismo en series como Yo soy Bea o Sin Tetas no hay Paraíso, comienza a pensar que Brasil es su casa.
En ese fantasma del regreso pesa cada día más la historia de su madre y los siete años de presidencia de Lula da Silva. Porque un día de 1984, cuando Carmelita estaba agotada de luchas sindicales y de buscar partido, se encontró con un grupo de sindicalistas a los que lideraba un entonces desconocido Luiz Inácio, "Lula", con un pasado de limpiabotas y tornero mecánico, (perdió un dedo) tan duro como el de "Kaka". Con ellos, la madre de los Félix da Silva, se reafirmó en lo que era la injusticia.
Sus convicciones ideológicas profundizaron durante su estancia en Tucuruí (estado de Pará). Allí está la segunda mayor hidroeléctrica de Brasil, en la Amazonia Oriental. Para entonces, Carmelita había perdonado a Divaci y volvieron a trabajar ambos pero sin lograr despegar económicamente y con inestabilidad laboral. Sólo que la ventaja era que Divaci estaba domado por la fuerza de acero de su mujer, reafirmada cada día como el único motor de la familia. Ese motor de arranque, pequeño pero imparable, convenció al domesticado Divaci da Silva de que ahora el peregrinaje iba a ser al revés. Era él quien seguía a Carmelita y su prole. Marcharon como pioneros a un pueblecito cercano al Amazonas, aún en construcción: sin calles, sin tiendas, sin iglesia (la construyeron con maderas sus habitantes, entre ellos Kaka), pero con un hermoso nombre: Parauapebas. En guaraní, para unos significa "ríos de aguas profundas", para otros "ríos de aguas claras"
Divaci entró a trabajar en la Companhia Vale do Rio Doce, hoy la segunda mayor empresa de extracción minera del mundo que arrasa con las riquezas de la zona. Mientras, Carmelita afianzaba su cabreo contra las injusticias y mandaba a paseo a los curas, que no la convencían en su forma de luchar por los humildes. Saturada de ver mujeres cargadas de hijos, resignadas, con maridos pendones y ellas, muchas semianalfabetas, vivían al lado de la villa-urbanización para los empleados de la compañía.
Pero ni la urbanización exquisita para los empleados de Vale do Rio Doce distrajo a Carmelita de su ferocidad contra la pobreza, del abismo de clases que sufría y sufre el país. "Es el momento en que comencé la lucha sindical, quizá la etapa más dura y la que más me cuesta recordar" cuenta la sindicalista treinta años después, una noche feliz desde Atenas, mientras prepara la maleta para salir temprano hacia la Acrópolis.
Es la etapa en la que la peleona "Kaka" trata de organizar a "los sin tierra". Primero recibe mensajes de los sicarios con futuras palizas para ella o su familia, después llegan las amenazas de muerte y caen compañeros asesinados. Pero a una descendiente de indios y de esclavos no se la doblega ni por sus seis hijos. "Quería un futuro para ellos, para los hombres y mujeres humildes. No estaba dispuesta abandonar". Son los años ochenta y aún no ha conocido a Lula, pero Carmelita ya ha oido hablar del carismático dirigente del sindicato metalúrgico de Sâo Bernardo do Campo. Entre 1975 y 1978, las oleadas de manifestaciones públicas de los obreros, uno de cuyos grandes sindicatos, el que lidera Lula, protagonizan las protestas y recorren todo el país. Han perdido ya el miedo a la represión ejercida por la dictadura militar durante los diez años anteriores.
Por fin, en 1980, el Partido de los Trabajadores se hace una realidad. "Yo quería un partido de izquierdas, que fuese capaz llegar al poder para hacer las cosas mejor, que trajera el cambio por el que luchábamos. Cada día el capitalismo era más moderno, pero los trabajadores no teníamos más voz" reflexiona Carmelita.
La madre de la prole Félix da Silva tiene tiempo y fuerzas para poner en marcha el PT en aquella aún embarrada, pero ya próspera Parauapebas, que poco a poco va dejando de ser un pueblecito y camina para convertirse una de las ciudades más pujantes de Brasil. Por entonces, Carmelita conoció a Lula en las asambleas del partido, en los mitines de otras ciudades, pero no habló con él a fondo hasta un encuentro más largo en el Congreso de Sâo Paulo.
"Me pareció un hombre increíble, transparente. Hablando con él percibes las ganas que tiene de pelear, de llevar el cambio a nuestro país. Pero Lula no piensa nunca sólo en los trabajadores brasileños, siempre habla de los humildes de toda América Latina, de todo el mundo. Han pasado los años y sigue siendo tan modesto y cercano como antes de llegar al Gobierno en el 2002.
Fue en aquel encuentro en Sâo Paulo cuando Carmelita convenció a Lula -tampoco la costó mucho una vez que logró estar delante de él- de que fuera a hacer campaña por el PT a la perdida Parauapebas del Estado de Pará, un lugar entre el cielo del desarrollo galopante y el infierno de la pobreza de los emigrantes que van llegando, buscando la tierra prometida. Y siempre a la sombra alargada de la omnipresente Companhía Vale do Rio Doce.
El paso de Lula por Parauapebas fue como si Cristo hubiera nacido en Paracagüina. Desde entonces, y con Lula en el poder, el Partido de los Trabajadores ha ganado las elecciones en el pueblo, donde a sus 70 años, Carmelita o "Kaka", es secretaria de Agricultura y Producción Rural.
"No hemos hecho todo lo que hubiéramos querido, pero las cosas han mejorado mucho. Ahora hay un partido de izquierdas que avanza casi al mismo ritmo que el capitalismo. Nos hemos quedado a medias en la reforma agraria y aún hay muchas diferencias entre ricos y pobres, pero te aseguro que a Lula le hubiera gustado hacerlo todo. En muchas cosas no le han dejado, no ha podido enfrentarse a todos. Ha tenido que tragar eso -eso son sapos, expresión que ha oído a sus hijas en español y no recuerda- pero el presidente Lula nos ha puesto en el mapa del mundo" cuenta orgullosa la secretaria de Parauapebas.
Todavía hoy, Carmelita se emociona recordando como el pasado viernes Rio de Janeiro , Brasil y América Latina ganaron los JJ.OO. Mientras Lula y Pelé lloraban abrazados, ella y su hija Lía hacían lo propio, solas en la habitación del hotel, porque ese soñado viaje a Europa y Asia, que se está terminando, sólo tiene un pequeño fallo: viajan con un grupo de ultracatólicos brasileños, conservadores "que odian a Lula" comenta Lía "y no te imaginas con que saña, es inconcebible. No querían que Río triunfara para que Lula se jodiera" añade la hija de la sindicalista, que aunque ya lleva unos meses en Brasil conserva fresco el español.
Por eso, Carmelita Félix da Silva, hija de india del Amazonas y de esclavo de Äfrica, sabe que la lucha no ha terminado, que aunque deje su secretaría de Agricultura, aunque siga cabreándose con sus compañeros de partido porque "ha habido y hay muchos casos de corrupción y con eso no puedo aguantar", aún queda mucho por hacer. "Con el corazón yo cambiaría la Constitución para que Lula volviera a ser candidato por tercera vez en el 2010, pero con la razón sé que eso es peligroso y confío en Dilma Rousseff" remacha Carmelita de Parauapebas, hoy el municipio más exportador del estado de Pará, pero donde la riqueza sigue pasando de largo para demasiados de sus habitantes.
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