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El intenso idilio de Brasil con el primer mundo

  • Razones para rendirse a Brasil sobran pero repasamos las más interesantes:
  • Río olímpica, un crecimiento del PIB para 2010 de 4,5%, por primera vez acreedor del FMI...
  • Alegría de vivir, sensualidad, juerga continua, son argumentos que apoyan el despegue
Por PILAR PORTERO (SOITU.ES)
Actualizado 07-10-2009 08:44 CET

Lula da Silva extasiado, llorando a moco tendido, estrujando a sus vencidos rivales o confesando que se pellizcaba para demostrarse que no estaba soñando nada más lograr los Juegos Olímpicos. Un catálogo de emociones que ni tan siquiera el sobreactuado Sarkozy habría sido capaz de desplegar con tanta naturalidad y sin perder credibilidad como jefe de Estado. Así es Brasil, un surtido de pulsiones, que lejos de entorpecer el liderazgo que está comenzando a disfrutar en Sudamérica, lo sustenta.

La proyección que está alcanzando Brasil se debe más al papel que está jugando en el terreno internacional que en su propio campo. La tercera cumbre que se celebra ahora mismo entre la Unión Europea y Brasil en Rosenbad, Estocolmo, evidencia el intenso idilio que los países industrializados mantienen con el país sudamericano, al que buscan como cómplice para impulsar la recuperación económica y para frenar el cambio climático. Además, los socios europeos pretenden convertirlo en cruzado de los derechos humanos y la democracia en esa zona tan inestable del planeta. Allí el presidente brasileño ha asegurado a los empresarios europeos que en 2016 su país estará entre las 5 o 6 primeras economías del mundo. El 'efecto Lula' es uno de los grandes activos con los que cuenta Brasil. El presidente ha conseguido venderse como el mediador cabal que se necesitaba. La labor diplomática cercana y amable pero firme que desarrolla, es una de sus principales bazas. Su intervención en la crisis de Honduras, acogiendo al depuesto presidente Zelaya en la embajada brasileña en Tegucigalpa (Honduras), fue un sonoro golpe de efecto que supo como explotar durante la cumbre del G20 en Pittsburgh.

La estrategia de Brasil de estar activamente presente en todos los caldos está dando sus frutos. El pasado lunes, y por primera vez en su historia, pudo anunciar que se convertía en prestamista del FMI. El ministro de Hacienda, Guido Mantega, comunicó a bombo y platillo desde la reunión del Fondo en Estambul la compra de bonos, tirando de talonario como los países ricos. El peso internacional que ha adquirido en los últimos años no es un espejismo, aunque a los analistas brasileños la declaración de Lula tras la designación de los Juegos de "no somos de segunda clase, somos de primera" les haya caído regular. Plantean su preocupación porque además de montar un sarao por todo lo alto, se aproveche para combatir "la corrupción, el tráfico de drogas, los problemas de infraestructuras y la prevaricación en general", tal y como comenta Rodrigo de Almeida en el Jornal do Brasil.El Indice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas, publicado esta semana, le sitúa en el puesto 75, casi empatado con Bosnia-Herzegovina, un país que puede tener la disculpa de haber sido arrasado por el genocidio, un argumento que no sirve para Brasil.

El fantástico escenario que se dibuja puertas afuera lo disfrutan sólo unos pocos. La clase media está disminuyendo según un estudio reciente realizado por el economista Waldir Quadros, (UNICAMP), basado en la Encuesta Nacional por Domicilios (PNAD), del IBGE. Claro que los ciudadanos que dejan de pertenecer a ese segmento no están engrosando las estadísticas de la clase alta, sino que pasan a formar parte de la clase baja, en palabras del autor, porque "tenemos una economía de bajo contenido tecnológico, que genera empleos de baja remuneración".

Sin embargo, en el resto del mundo, pocos se plantean si el PIB mantendrá el 4,5% de crecimiento previsto para el 2010 o si el IPC, la inflación, sera del 4,3%. Brasil se asocia a la alegría, a la juerga y a la sensualidad compartida democráticamente ¿Basta con eso? El presidente del Comitê Olímpico Brasileiro (COB), Carlos Arthur Nuzman, el dueño de esa enorme que sonrisa que copaba todas las fotos la tarde que Río de Janeiro se confirmó como sede olímpica, dijo nada más pisar suelo brasileño: "Vamos a preparar una gran fiesta. El pueblo brasileño es un héroe". Una declaración de principios, que nadie parece tener ganas de aguar.

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