No he comido nunca en El Bulli, dicen que el mejor restaurante del mundo. Sin embargo durante más de un año disfruté del rancho de la Base Aérea de Torrejón de Ardoz. Permítanme por tanto que me descojone cada vez que veo el anuncio que se ha marcado el Ministerio de Defensa mezclando ambos conceptos. El toque blanche de Ferrán Adriá y el uniforme de camuflaje. La manga pastelera y el fusil de asalto G-36. El aire de zanahoria con concentrado de mandarina y el chusco de pan duro. La deconstrucción y la destrucción. La gastronomía molecular y la guerra química. La bomba de chocolate y la bomba racimo MAT-120 de fabricación aragonesa.
Yo he visto a un soldado meter el miembro en la sopera de los oficiales. Eso sí es una metáfora de las fuerzas armadas. Un desequilibrado juego de equilibrios. Tú me jodes a mí la vida, yo te meto la picha en el consomé. Caldo de polla. Ahí tienen el 'Starlux' de la tropa, un concentrado de carne y sentimientos encontrados: órdenes, castigos, uniformes, banderas, sumisión, desfiles, armas, guerra, muerte... "Cada vez hacen falta ejércitos mayores para defender lo indefendible", sentenció Andrés Rábago García, más conocido como El Roto.
"Yo estoy en el Bulli por la Armada", dice Adrià en la promoción sin ampliar la información sobre este detalle tan interesante de su biografía. ¿Acaso peló patatas antes de deconstruirlas? ¿Descubrió la esferificación cuando añadía bromuro a las lentejas? Es difícil superar el surrealismo de la correlación de dos locales antagónicos, el Bulli y el cuartel, pero se puede intentar. Por ejemplo con Vicente del Bosque y Concha Velasco. A los del Atlético de Madrid, los entrenadores con pasado madridista nos traen malos recuerdos. Quien más se ajusta al espíritu militar es, por tanto, la veterana actriz, cantante y presentadora, protagonista de éxitos del calibre de 'Yo soy fulana de tal' 'Mi mujer es muy decente, dentro de lo que cabe', 'Dos novias para un torero' y la inolvidable 'Las que tienen que servir'. La meca del espíritu castrense.
"Los militares no comienzan las guerras, las comienzan los políticos", dijo en una ocasión William Westmoreland, general norteamericano famoso por sus operaciones en Vietnam. Pues con la publicidad pasa lo mismo. Sólo a un civil se le puede ocurrir vender la idea de un ejército pacifista. Los progresistas "nacío pa guisar", "nacío pa entrenar" o "nacía pa interpretar" jamás sustituirán al clásico "nacío pa matar".
Bouvard y Pécuchet.
Autor: Gustave Flaubert.
Editorial: Mondadori.
El autor de 'Madame Bovary' murió sin haber terminado este libro, editado póstumamente en 1881. Cuentan que Flaubert trabajó en 'Bouvard y Pécuchet' pensando que se trataba de la cumbre de su carrera, esa obra maestra con la que soñó toda su vida. Pero lo cierto es que se trata de un libro extraño, desconcertante, en ocasiones brillante y crítico, por momentos desolador y triste.
Flaubert hace un alarde de ironía en una historia que narra la amistad de dos escribientes parisinos, François Denys Bartholomé Bouvard y Justine Romain Cyrille Pécuchet. Cuando el primero de ellos hereda una gran fortuna se retiran a una granja de Normandía, confiando en que el aire libre despertará lo mejor de su intelecto y les ayudará a alcanzar la sabiduría. Trabajan duro, leen sin parar, pero la decepción llega cuando tratan de aplicar sus conocimientos de alquimia, historia o geología a la vida diaria. "Verdadera enciclopedia de la estupidez humana y retrato sangrante y bilioso de la burguesía en estado puro", dice la contraportada en una frase difícil de superar.
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