Madrid.- La acusada de haber enviado en 2003 una carta-bomba que explotó en el edificio de Correos de Valencia causando heridas a nueve personas y de haber colocado varios artefactos incendiarios en esta ciudad ha declarado hoy que lo hizo porque en aquella época llevaba "una vida loca".
"Desde mi punto de vista actual, no encuentro ninguna razón para haberlo hecho. Pero entonces tenía una vida caótica, no tenía familia, trabajo, proyectos, tampoco domicilio fijo", ha afirmado, en el juicio que ha comenzado hoy en la Audiencia Nacional, Amanda Cerezo, quien ha admitido los hechos que se le imputan y por los que el fiscal pide para ella una pena de 132 años de cárcel.
En sus conclusiones provisionales, el representante del ministerio público imputa a Cerezo la confección y envío de la carta-bomba que estalló el 24 de mayo de 2003 en el almacén central de la sede de Correos de la calle San Vicente de Valencia, y le imputa nueve intentos de asesinato terrorista -uno por cada uno de los heridos- además de un delito de estragos terroristas.
Además, le atribuye, junto a quien era entonces su compañero sentimental, Eduardo José Alonso, el incendio de un cajero automático el 20 de enero de 2003, el de una grúa excavadora el 23 de mayo del mismo año y la colocación de un artefacto incendiario el 1 de abril de 2003 en el Instituto de Formación Profesional El Cabanyal de Valencia.
En su escrito, el fiscal afirma que todos estos hechos pueden considerarse delitos terroristas ya que los acusados eran activistas anarquistas vinculados a un "núcleo de libertarios" que se conectaban a través de la infraestructura del Ateneo Libertario El Cabanyal de Valencia y del Centro Social Alternativo (CSA) Malas Pulgas.
En aquel momento, estos grupos estaban llevando a cabo distintas acciones de protesta para boicotear un proyecto urbanístico que iba a llevarse a cabo en la zona valenciana de El Cabanyal.
Más allá de su vinculación con estos colectivos, en su escrito el fiscal señala que aunque los procesados "estaban de acuerdo en utilizar medios violentos para la consecución de sus fines" no consta sin embargo que "formasen parte de un grupo determinado y organizado que tuviese por finalidad subvertir el orden constitucional y alterar la paz pública".
En su declaración, Cerezo ha insistido en que no formaba parte de ningún grupo, sino que había enviado la carta a una persona concreta, presidente de una asociación, hacia el cual tenía "mucha antipatía porque era un machista y un racista".
"No pensé que eso podía llegar a explotar, pensaba que sería detectado antes", ha dicho Cerezo, que ha señalado que "la única intención era que esta persona se asustara".
La acusada, que se ha declarado "absolutamente arrepentida", ha dicho, al igual que Alonso, que "no está de acuerdo con el uso de la violencia para fines políticos ni con la lucha armada".
En el juicio, que continuará mañana, han testificado además ocho policías nacionales que tomaron parte en la investigación, que han explicado que la acusada fue identificada porque estaba siendo objeto de un seguimiento debido a su relación con los grupos libertarios que estaban boicoteando el proyecto urbanístico.
En cuanto a su identificación como autora del incendio del cajero automático, varios de los agentes han explicado que se la identificó en una grabación de seguridad, pese a que llevaba un pasamontañas, "porque se le reconocía por los ojos".
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