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La movilización ciudadana, la última oportunidad de los espacios naturales

EFE
Actualizado 03-10-2009 10:57 CET

Madrid.-  Quince millones de pesetas. Ése fue el precio que hace casi treinta años pagó el Grupo Ornitológico Balear (GOB) por La Trapa, una finca de 81 hectáreas situada en el suroeste de la Sierra de Tramuntana, en Andratx, Mallorca, y que a punto estuvo de convertirse en una urbanización de lujo.

Una intensa campaña de sensibilización promovida por el GOB logró movilizar a los vecinos de la isla que, con sus aportaciones -de 50.000 pesetas como mínimo- reunieron el dinero necesario para adquirir esta finca que hoy es una Reserva Biológica que se emplea como centro de educación ambiental y social para jóvenes, y que recibe 12.000 visitas anuales.

El origen de La Trapa se remonta, no obstante, al año 1810 cuando una comunidad de monjes trapenses que huía de la revolución francesa decidió instalarse en este enclave natural.

Sumidos en un estricto voto de silencio y, pese a las dificultades orográficas y climáticas, los monjes lograron levantar un conjunto de bancales para la agricultura y un sistema de captación de agua pluvial que garantizaba la autosuficiencia hídrica en una zona de escasas precipitaciones.

170 años después, este patrimonio arquitectónico único iba a convertirse en una urbanización de lujo pero gracias a la movilización del GOB y la de los ciudadanos La Trapa se convirtió en el primer terreno adquirido en España por suscripción popular.

Esta Reserva Biológica da cobijo a dieciséis plantas endémicas y catorce variedades de orquídeas y es un oasis para ochenta tipos de aves, dos de ellas únicas en la Península (la curruca y la pardela balear) y otras tan escasas como el halcón peregrino, el águila calzada, el buitre negro o el halcón de Eleonor.

Un patrimonio natural que ha convertido a La Trapa en Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA), Lugar de Interés Comunitario (LIC) y Área Natural de Especies de Interés (ANEI).

Para conservar toda esta riqueza ecológica, el GOB cuenta con la ayuda de una docena de voluntarios que siempre están dispuestos a recuperar esta tierra y a devolverle su aspecto inicial.

Santiago, el voluntario con más antigüedad del GOB y un auténtico enamorado de La Trapa, es un controlador aéreo gallego que comenzó a colaborar con la organización nada más llegar a Mallorca "y de eso hace ya catorce años", explica.

Lo cierto es que en La Trapa hacen falta todas las manos posibles, especialmente desde que en 1994 una quema ilegal de rastrojos arrasara toda la superficie forestal de la finca.

En este último año, gracias a un convenio de 50.000 euros firmado con la Fundación Banco Santander, los voluntarios del GOB han reforestado la finca con pinos, algarrobos y acebuches, han plantado un centenar de higueras mallorquinas y han restaurado parte del sistema de captación de agua creado por los monjes.

El proceso es lento pero "poco a poco La Trapa recupera su aspecto original cuando, según se dice, en la finca había tantas higueras como días tiene el año", señala Joan Juan, responsable de conservación de la Reserva.

DE CASINO A PARQUE NATURAL

Pero La Trapa no es el único logro del GOB. Justo en frente de esta finca está Sa Dragonera, una isla que en 1987 fue adquirida por el Consell de Mallorca y que ocho años después fue declarada Parque Natural por el Govern balear.

Acababa así una intensa y larga lucha de veinte años, liderada por el GOB y por los activistas de "Tierra y Libertad", un grupo de jóvenes mallorquines decididos a conservar su patrimonio y a evitar la construcción de un casino y de un helipuerto.

Una curiosidad: uno de los 'okupas' que tomaron la isla en julio de 1977 fue el pintor balear Miquel Barceló, quien después plasmaría la naturaleza mallorquina en muchas de sus obras.

La movilización ciudadana dio sus frutos, aquí también, y desde 1995 este espacio natural por el que habían luchado un gran número de personas vio asegurada su conservación definitiva y hoy es el refugio de centenares de animales y plantas, además de un símbolo de lo que puede hacer el empeño popular.

OTRO CAMPO DE GOLF

Sin embargo, el GOB tiene otro nuevo reto: Son Bosc, "todo un ejemplo de lo que nunca debería pasar", lamenta Cécile Parra.

Son Bosc fue parte integrante del Parque Natural de S'Albufera de Mallorca hasta que en 2005 el gobierno 'popular' de Jaume Matas anuló el decreto que protegía a esta zona.

La desprotección permitió a la entidad 'Golf Platja de Muro' seguir adelante con un viejo proyecto de construcción de un campo de golf en la localidad de Muro, cuyo ayuntamiento otorgó la licencia de construcción en marzo de 2008.

Y aunque el GOB y una alianza de partidos de izquierdas (el Partido Socialista de Mallorca, Els Verds, Izquierda Unida y Esquerra Republicana) recurrieron la concesión de la licencia, el Golf Platja Muro ya cuenta con los permisos necesarios y la sentencia podría llegar tarde.

Pese a que el GOB ha recogido firmas, ha escrito reclamaciones al Defensor del Pueblo y a la Comisión Europea, ha organizado excursiones públicas, charlas y manifestaciones, ha distribuido folletos informativos y ha recibido el respaldo de algunas organizaciones ecologistas internacionales, el proyecto sigue adelante.

"En cualquier momento pueden empezar las obras de construcción de este campo de golf, cuyo agujero número ocho se ubicará en un jardín de orquídeas de prado, una especie amenazada en Europa que sólo se encuentra en el parque de S'Albufera de Mallorca", asegura Parra.

Según los datos del GOB, la población total de orquídeas prado está censada en 1.300 ejemplares y 900 de ellos están dentro del parque natural, en Son Bosc; el resto están en Argel y Marruecos.

Son Bosc acoge además la mayor población de orquídeas de Mallorca (hasta 60.000 ejemplares de orquídeas 'orchis fragans'), la mayor colonia de abejarucos de la isla y un elevado número de ejemplares de halcón de Eleonor.

Una inmensa riqueza natural que, sin embargo, no ha sido suficiente para paralizar la construcción de otro campo de golf -el número 23 de la isla de Mallorca- y la destrucción de un paraje natural que ya sólo puede confiar en un milagro.

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