Si la capital francesa ya tenía suficientes encantos a la vista, hay otros muchos más escondidos a los ojos del turista: París se encuentra situada sobre unos 300 kilómetros de galerías subterráneas. Esta inmensa red laberíntica se extiende sobre una gran parte de la conocida Rive Gauche (la orilla sur del Sena, desde el sector del Odeon hasta el parque Montsouris) y algunas zonas de la Rive Droite (la orilla derecha, es decir, Chaillot, Montmartre, Belleville y Ménilmontant) a 20 metros de la superficie.
En los orígenes de la ciudad, durante la época de los romanos, estas 'minas de piedra' eran explotadas a cielo abierto: se sacaba caliza en la Rive Gauche y yeso de la Rive Droite. Pero cuando la urbe empezó a crecer más allá del Sena y de Le Marais, en el XII, tuvieron que cavar un subsuelo, cada vez más profundo (a veces hasta de 25 metros), para no poner en peligro el equilibrio de la superficie.
Pronto se dieron cuenta de lo inmenso que era todo lo que habían cavado. Por esto, a vísperas de la Revolución, en 1777, crearon la 'Inspección de Canteras', para salvaguardar la ciudad de cualquier problema físico, pero también por lo que podrían significar en caso de problemas políticos. Entonces, cada pasillo fue inventariado, marcado con el nombre a la que correspondía su calle en la superficie y lentamente se fueron estableciendo mapas.
Sólo una década más tarde, se estableció que algunas de estas desgastadas minas se usarían para el almacenaje de huesos humanos. Esta medida se tomó por el poco espacio restante en los cementerios y las enfermedades que el mal manejo de los cadáveres estaba provocando en la población. Se cuenta que a finales del S.XIX ya acumulaban los restos de seis millones de parisinos.
Mientras nacían los conductos de canalización y el metro, esta ciudad subterránea se convirtió en una ciudad turística, antes de ser cerrada al público. Hoy en día sólo se pueden visitar las catacumbas de la plaza Denfert-Rochereau. Pero también queda una zona con innombrables vestigios (laboratorios subterráneos, santuarios, abrigos de guerra, búnker, salas de exposición, escondites, cultivos de champiñones, tumbas de fortuna llenas de cráneos, fémures, etc) donde se aventuran curiosos bien equipados, los llamados 'catáfilos', que las recorren o incluso hacen fiestas.
En el sector de Denfert-Rochereau, en el sur de Paris, está la entrada a las catacumbas. Antes de comenzar a descender 131 escalones hacia ellas, un cartel que dice "¡Pare! Aquí está el imperio de la muerte" nos da la bienvenida. Tras éste, circulamos por estrechos, oscuros y húmedos pasillos que hacen un total de 1,7 kilómetros. Para llegar al osario, donde se encuentran los restos de todos los que fueron enterrados allí, hay que caminar unos 500 metros.
Una vez allí la visión es espeluznante: a cada lado hay muros hechos de cráneos y huesos, todos perfectamente alineados. La cantidad de osamentas es impresionante. Entre ellas, numerosas tumbas e inscripciones en latín o en italiano, algunas referidas a personajes conocidos como Rabelais, Robespierre, Charles Perrault, Bouquet o Colbert. Pero sin posibilidad de reconocer los restos mortales de alguno de ellos, ya que antes eran parte de los cementerios del centro parisino (Los Inocentes en Les Halles), de donde los esqueletos fueron 'deslocalizados' entre 1786 y 1814 para ser depositados en las antiguas canteras de la Tumba Issiore (puerta de acceso al antiguo París). Cada traslado fue motivo de una procesión fúnebre, con curas y catafalcos y así se aprovechaba de sanear el corazón de la capital, que tenía el suelo apestado por la superabundancia de cadáveres ( sólo hay que recordar escenas de la película 'La Reina Margot'). Actualmente, este lugar es de lo más turístico y unos 230 mil visitantes las recorren cada año.
Otra opción para adentrarse en el subsuelo de París, es acudir al Ecomuseo de las antiguas canteras de Capuchinos. El nombre lo heredan de los monjes que las utilizaron para construir capillas. En la superficie el abad Jacques-Denis Cochinun creó un hospital. Dos siglos más tarde éste último existe aún: el Hospital Cochin.
Al subsuelo del Hospital Cochin podemos acceder los sábados con una cita pedida con anticipación. Aquí descubrimos las canteras tal y como fueron: estrechas, con los nombres de la calle que le corresponde en superficie y un magnifico pozo que lleva a un acuífero. También se encuetra en este mismo lugar el Museo del Vino, lo único que queda de las canteras de la Rive Droite. Construido por los hermanos Minimes de Passy que decidieron hacer envejecer su vino aquí, evoca las grandes horas del sacacorcho, de las ánforas, de la vendimia… Aunque los viñedos parisinos quedaron en el pasado.
La parte ilegal de la visita la hacen los llamados catáfilos, los amantes de las catacumbas, que muchas veces dejan estampados sus seudónimos en los accesos que ellos mismos abrieron. Encontrarse a alguno y que te ayude a realizar uno de estos tours prohibidos es cuestión del destino. Bueno, y del dinero, ya que en caso de que esto ocurriese, probablemente habría que darles algo a cambio.
Pero atención, si de todas formas queremos hacer un recorrido salvaje, debemos ser conscientes de que podemos encontrarnos en el camino con la Brigada de Intervención de la Compañía Deportiva, o sea, la Policía de las catacumbas, quienes además de sacarnos del lugar, cobrarán una multa de 38 euros, más los gastos que puede conllevar el proceso.
Pero si queremos continuar, no hay que olvidar que estamos hablando de un lugar bastante peligroso. Oscuro, húmedo y con una temperatura permanente de entre 11 y 13 grados, es además muy fácil perderse si no estamos con un guía. Aquí van unos datos de lo que se recomienda como visita, para los aventurados:
Las canteras de Val-de-Grâce. Construidas por voluntad de Ana de Austria, se encuentra encima de la cantera donde, más tarde, sería rodada la película de René Climent '¿Arde Paris?'.
Las cavas del observatorio alojan antiguas canteras donde tuvieron lugar numerosas experiencias científicas: caída de cuerpos, calibrado de termómetros, efectos de humedad. Se dice que hasta Luis Pasteur anduvo por ahí.
La tumbe de Philibert Aspairt. Este desafortunado portero de Val-de-Grâce se perdió en las canteras de la Grande Chartreuse (hoy bajo el jardín de Luxemburgo) en 1793 y ¡no fue encontrado hasta 1804! Sus restos fueron inhumados en el mismo lugar.
Las canteras del Odéon. Bajo el conocido teatro del mismo nombre se encuentran las canteras más septentrionales y antiguas de París, que habrían sido inauguradas por los galo-romanos.
Las canteras del cementerio de Montparnasse. En sus ocho kilómetros de galería fueron depositados las osamentas que ya no podían contener el osario de Denfert-Rocherau, pero a granel.
El laboratorio del Jardín de Plantas. Bajo los edificios administrativos se experimentó entre 1897 y 1914 la supervivencia de las especies animales en medios oscuros.
El bunker alemán. Como el senado alojaba al estado mayor de la Luftwaffe, los alemanes establecieron en 1943 un gran bunker subterráneo que se extendía bajo el liceo Montaigne. En sus muros todavía se puede leer "Ruhe" (sosiego) y "Rauchen Verboten" (prohibido fumar)
El refugio de Feuillantines. Electricidad, calefacción, teléfono, sanitarios, baldosas... todo fue instalado en 1944 en este refugio que pasaba bajo la calle Feuillantines.
Catacumbas de Paris:
1, avenue du Colonel Henri-Rol- Tanguy (XIVe).
T : 01 43 22 47 63.
De martes a domingo de 10:00 a 17:00, ultimo descenso a las 16:00
Entrada:7 €, Tarifa Reducida : 3,50 €. El acceso esta limitado a 200 personas cada vez
Ecomuseo de las antiguas canteras de Capuchinos
27, rue du Faubourg-St-Jacques 75014 Paris
T: 01 46 54 30 70.
Musée du vin (Museo del Vino)
5, square Dickens 75016 Paris
T: 01 45 25 63 26
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