MADRID.- Fin de la intimidad. Al menos para las cámaras. El presidente Zapatero siempre ha protegido la privacidad y el derecho a la imagen de sus hijas. ¿Lo ha violado al llevarlas a ver a Obama y posar rodeado de su familia con el presidente norteamericano y su esposa? La respuesta da pistas sobre la calaña de los medios y la hipócrita moral de tantos.
Verano de 2004. El presidente Zapatero protesta a la revista Diez Minutos por publicar sin permiso una foto de sus hijas en vacaciones. Durante la campaña electoral el entonces candidato del PSOE había preservado la intimidad de su familia y no había explotado la política de la imagen tan manoseada por muchos (especialmente los norteamericanos). ¿Pierden ahora la intimidad las hijas de Zapatero por posar en una foto con los Obama?
El derecho a la intimidad no se pierde. Incluso cuando la propia persona se expone a los medios. El derecho a la intimidad y la propia imagen de los menores está protegido por la Ley de Derecho al Honor (art. 3). En la falta de un consentimiento expreso se justifica la Agencia Efe para defender su decisión de no distribuir las fotos de Zapatero y sus hijas.
Y por eso se ha retirado la foto tomada por el Departamento de Estado norteamericano en el museo Metropolitan de Nueva York durante una recepción oficial. Es la ley en España y se ha hecho cumplir al gobierno norteamericano.
Legalmente no hay duda. La intimidad de las niñas debe quedar preservada, incluso en un viaje oficial, si no hay consentimiento expreso. Es el mismo argumento de Arsenio Escolar, director de 20 Minutos, en defensa de su decisión de no publicar las fotos.
Pero el revuelo airea tres temas importantes.
El error político. Los cargos públicos no pueden exigir el derecho a la propia imagen en actos públicos, como tampoco las personas de notoriedad pública (art. 8 de la ley del Derecho al Honor).
Frente a sus actuaciones anteriores, Zapatero se ha dejado fascinar por un icono político como Obama y cae en la utilización de la política de la imagen. No es de extrañar, después de años desterrado de una Casa Blanca con un inquilino poco presentable.
Cuando el presidente lleva a su familia a la Asamblea de la ONU –donde se hicieron fotos de las hijas que Efe no distribuyó- y cuando acude a un acto oficial con ellas y se hace un posado es difícil argumentar que no hay un consentimiento expreso.
La hipocresía social. Una pequeña y fútil polémica ha surgido sobre el atuendo de las hijas del presidente. En Twitter muchos se reivindican también como góticos y lo mismo hacen otros en Facebook. Las redes sociales en defensa del derecho a decidir tu imagen y a ser gordo y poco estiloso, como tantos adolescentes. Y, por supuesto, se critica la utilización política del atuendo. A mí me gustan más los negros y el toque familia Adams de los Zapatero que los brillos de la corruptela de la Gürtel en la boda de la hija de Aznar.
¿Y el derecho a la imagen del resto de los niños? Los medios y las agencias como Efe distribuyen a menudo fotos de niños sin preservar su intimidad. Es habitual en todo tipo de informaciones y reportajes, especialmente en los dedicados a la pobreza, el subdesarrollo, tragedias, marginación, problemas sociales, etc. ¿Es legítimo mostrar a estos niños y no hacerlo con los de los famosos o cargos públicos?
El debate periodístico es largo y se vincula fundamentalmente al interés público de la información. Maquillar la realidad es una perversión para el periodismo. Códigos éticos reputados como el de la BBC defienden ese interés público y aconsejan buscar siempre el consentimiento de los menores o de sus tutores. Y cuando es imposible, valorar la necesidad informativa con un superior.
Muchas fotos de tragedias no estarían todavía en la retina de la opinión pública si el llanto y terror de un niño no hubiera estremecido al público. Pero todo periodista y todo medio debe preguntarse siempre si es necesario y valioso para la información. Así como sus consecuencias.
En el caso de los menores dependientes de famosos y personajes públicos, sólo el morbo y el sensacionalismo se convierte en un imperativo informativo. El resto, sobra, a no ser que la información involucre directamente al menor. Se puede recordar algunas conductas ilegales o abusivas de algunos malcriados.
El otro abuso es el de la utilización de la familia como arma política. Por ahora ninguno de los líderes políticos españoles lo habían hecho con la excepción de algunos comportamientos del ex presidente Aznar. Hoy tanto Mariano Rajoy y Zapatero, igual que la mayoría del resto de líderes políticos españoles, no utiliza en ningún momento la imagen de sus hijos. La vida pública de la familia acaba en la imagen de la esposa. Una tradición muy diferente a la norteamericana o la británica. Y también a la francesa desde la llegada de Sarkozy al Elíseo.
Zapatero debería reflexionar y dejar que la familia siguiera lejos de los focos. Incluso cuando el viaje oficial es para conocer a un icono contemporáneo. La vanidad y la fascinación son malas consejeras.
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