Son una forma llamativa de poner algo más de verde en el gris de las ciudades y se supone que un buen sistema para mejorar el confórt y la eficiencia de los edificios. Pero, ¿hasta qué punto pueden las cubiertas vegetales, los tejados tapizados con plantas, comportarse como sumideros urbanos de CO2 para luchar contra el cambio climático? De acuerdo a un nuevo estudio realizado por investigadores de Michigan (EEUU), la fijación de carbono en estas cubiertas verdes no es muy alta, pero sí puede llegar a ser significativa.
El trabajo publicado en Environmental Science & Technology se basa en dos estudios diferentes: uno con ocho cubiertas vegetales de Michigan y cuatro de Maryland, y otro con 20 parcelas en la cubierta de un edificio del Campus de la Universidad Estatal de Michigan. A diferencia de algunas cubiertas de tipo intensivo que incluyen arbustos y que se asemejan más a la vegetación natural del suelo, todas las plantaciones analizadas por los investigadores eran en extensivo, es decir, formadas por herbáceas (en concreto especies del género Sedum), en sustratos de poca profundidad (menos de 15 centímetros) y con un mantenimiento mínimo.
Estos jardines en los tejados son más que un elemento decorativo. Como inciden en su trabajo los investigadores de Michigan, también ayudan a mitigar el efecto isla de calor de las ciudades, a mejorar la eficiencia energética de los edificios, a amortiguar el ruido, a reducir la contaminación del aire o a aumentar la biodiversidad de espacios urbanos. Ahora bien, hasta ahora no se han tenido muy en cuenta para luchar contra el cambio climático como sumidero de CO2, por medio de la fijación de carbono de las plantas durante la fotosíntesis, aunque sí se ha cuantificado cuánta energía pueden ayudar a ahorrar en los edificios, lo que sirve a su vez para reducir el CO2 que se emite en la producción de esa energía.
Así lo hizo en 2008 David Sailor con un modelo informático para analizar el balance energético de los edificios y concluyó que estas cubiertas vegetales conseguían reducciones del 2% del consumo de electricidad y del 9-11% en calefacción (con gas natural). Una estimación que, de acuerdo a los niveles medios de CO2 en la producción de electricidad y de gas natural de EEUU, supondría reducir unos 702 gramos de carbono por cada metro cuadrado de cubierta vegetal por la electricidad y el gas natural dejados de consumir al año (y aquí el trabajo sugiere que el ahorro en energía es en realidad bastante mayor por la reducción del efecto isla caliente de la ciudad).
En vez de calcular la energía que permiten ahorrar, los investigadores de Michigan tomaron muestras de las plantas de las cubiertas estudiadas y midieron su concentración de carbono. En el primer estudio encontraron que la biomasa superficial de los tejados ajardinados fijaba de media 162 gramos de carbono por cada metro cuadrado. Mientras que en el segundo concluyeron que la suma de lo almacenado por las partes superficiales de las plantas (168 gramos), las enterradas (107 gramos) y el sustrato (100 gramos) alcanzaba los 375 gramos de carbono por cada metro cuadrado de cubierta vegetal.
Según los autores del trabajo, esto no es mucho para una cubierta aislada, pero sí puede llegar a ser significativo. Para argumentarlo ponen un caso hipotético: La ciudad de Detroit cuenta con un área ocupada por cubiertas equivalente a 6.335 hectáreas en zonas industriales y 8.399 hectáreas en zonas comerciales. Si todos estos tejados fueran tapizados con plantas como las estudiadas por ellos (capaces de captar 375 gramos de carbono por cada metro cuadrado), entonces se conseguiría una reducción de 55.252 toneladas, tanto como si se retirasen de las calles de Detroit 10.000 todorrenos medianos o camiones un año. Esto sin sumar el CO2 dejado de emitir por la mayor eficiencia y ahorro en energía conseguido en los edificios gracias a los tejados ajardinados.
Estas estimaciones estarían incompletas si no se incluyese el CO2 producido a su vez en la creación de estas cubiertas vegetales. Los investigadores de la Universidad de Michigan hacen sus cálculos y determinan que el coste en carbono de estos jardines en altura es de unos 6,5 kilogramos por cada metro cuadrado. Como inciden, esto significa que deben pasar nueve años para que la cubierta verde compense su coste en carbono por medio del ahorro en energía obtenido en el edificio (702 g C por m2), un plazo que se reduce dos años al incluir el efecto sumidero de la cubierta (375 g C por m2). Después de ese tiempo, en teoría toda la energía ahorrada y el carbono fijado por sus plantas se traducen directamente en menos CO2 en la atmósfera. ¿Qué piensas del estudio de los investigadores estadounidenses?
Las cubiertas vegetales de las imágenes que ilustran este artículo han sido todas premiadas en los últimos años por la organización Green Roofs for Healthy Cities en la categoría de diseño. Puedes ver todos los premiados aquí.
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