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Pittsburgh, un modelo de transformación económica para el G20

EFE
Actualizado 23-09-2009 19:21 CET

Pittsburgh (EE.UU.).-  Pittsburgh (EE.UU.), 23 sep (EFE). Una dura reconversión dejó maltrecho el nombre de "ciudad del acero" de Pittsburgh, pero en 30 años logró reinventarse y convertirse en un enclave dinámico, verde e innovador que busca inspirar desde mañana a los líderes del G20.

Esta ciudad de Pensilvania, en el este de EE.UU., acogerá el jueves y el viernes la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de los países del G20, un encuentro de máxima atención mundial en el que los líderes buscarán, por tercera vez en el último año, coordinar su lucha contra la crisis mundial.

La elección de Pittsburgh, que cuenta con unos 300.000 habitantes y uno de los alcaldes más jóvenes de Estados Unidos, Luke Ravenstahl, de 29 años, no ha sido casualidad.

El propio presidente estadounidense, Barack Obama, la visitó durante su campaña para mostrar el modelo económico que quería para el país.

La ciudad llega a la cumbre convertida en un icono de la transformación económica, una especie de metáfora que podría inspirar a los dirigentes del Grupo de los Veinte (G20) a apostar por un desarrollo respetuoso con el medio ambiente, por la innovación y la tecnología.

Pittsburgh siguió este mismo camino. Hace años su centro económico era el acero, hasta el punto de que esta industria era el mayor generador de empleo de la región.

Su caída asoló la ciudad, dejó multitud de factorías derruidas a orillas del río, casas abandonadas y 120.000 despedidos, lo que supuso una tasa del desempleo del 18,2 por ciento en 1983.

Además, le condenó a un futuro incierto, situación comparable a la que podría afrontar Detroit con la reconversión del sector del automóvil.

Hoy el acero vuelve a brillar con luz propia, pero no en la fundición de los altos hornos, sino en el instrumental quirúrgico del Centro Médico de la Universidad de Pittsburgh (UPMC), un grupo sanitario que factura 8.000 millones de dólares al año y que se ha convertido en el mayor empleador de la región, con 50.000 trabajadores.

Pero la economía de la ciudad no descansa solo en este sector como en el pasado lo hizo con la metalurgia. Está diversificada, gracias a una estrategia que se ha desarrollado, de manera organizada, durante tres décadas.

Uno de los pilares de su economía son las energías renovables, un campo en el que el Gobierno de Obama aspira a crear millones de puestos de trabajo en todo el país a través del plan de estímulo, que reserva a este sector 60.000 millones de dólares.

Otro de los sectores pujantes de la ciudad es la educación, con más de una treintena de universidades, entre ellas centros prestigiosos como la Universidad de Pittsburgh o el Carnegie Mellon.

A ello se unen los servicios relacionados con la salud, que en los últimos 20 años han triplicado su tamaño hasta dar empleo a 100.000 personas.

Solo en la ciudad de Pittsburgh hay ubicados un centenar de centros de investigación, entre ellos el de la filial estadounidense de la farmacéutica Bayer.

Pero el principal cambio que ha experimentado la urbe ha sido físico. La orilla de los tres ríos que bañan la ciudad, y que hace décadas acogían a una industria masiva y contaminante, conforma hoy uno de los parajes privilegiados de Pittsburgh.

Lo que antes eran fábricas de acero, hoy son parques y zonas verdes, paseos peatonales que discurren por cafés, pequeños restaurantes y multitud de puentes. De hecho, Pittsburgh cuenta con 446 puentes, más de los que hay en Venecia.

Pese a su ambiente sereno de pequeña ciudad, Pittsburgh se ha movilizado en las últimas semanas para demostrar que es capaz de acoger un evento de estas características, como lo haría una gran capital del mundo.

Cuando el portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs, anunció hace unos meses que la cumbre del G20 se celebraría en esta ciudad, y no en Nueva York o en otra gran urbe, hubo algunas risas audibles entre los periodistas.

Pero la fuerza poderosa de Pittsburgh no reside en su capacidad hotelera, sino en ser un ejemplo vivo del modelo que algunos líderes quieren para sus economías domésticas.

Como dijo Obama hace unas semanas, Pittsburgh "se ha transformado a sí misma, al pasar de ser la ciudad del acero a un centro innovador de alta tecnología. Por eso, proveerá a los líderes no solo un bello telón de fondo durante la cumbre, sino un poderoso ejemplo para su tarea".

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