Londres.- El precio del oro sostiene en las últimas semanas una fuerte carrera alcista que le acerca a su máximo histórico de 1.032,70 dólares por onza, anotado en marzo de 2008, debido a la incertidumbre sobre el panorama económico post-crisis y a la continua depreciación del dólar frente al euro y el yen.
La onza de este metal (que equivale a 31,10 gramos) quedó fijada hoy en la negociación matutina del mercado londinense, el London Bullion Market, a 1.014 dólares, con lo que acumula una revalorización en torno al 15 por ciento desde el comienzo del año.
El oro acecha así el récord histórico vigente hasta la fecha, que data del 17 de marzo de 2008, cuando llegó a cotizar por encima de los 1.032 dólares en un contexto de crisis que comenzaba a herir seriamente a los principales parqués bursátiles del mundo.
Considerado un "refugio" en tiempos de tormenta, el oro se vio beneficiado de la cada vez mayor desconfianza de los inversores en los mercados de renta variable y en sus potenciales beneficios.
Sin embargo, a partir del techo alcanzado en marzo del año pasado, perdió fuelle y retrocedió hasta la cota de los 800 dólares a finales de 2008, debido sobre todo a la temporal fortaleza del billete verde con respecto a la moneda única europea.
En 2009, la onza del metal amarillo comenzó con una tímida escalada que lo situó durante meses en el entorno de los 850-900 dólares, un nivel que se mantuvo sin grandes oscilaciones hasta el mes de agosto y que comenzó a dispararse a principios de septiembre.
Desde entonces, la onza vive un particular rally alcista para el que los analistas ven diversas causas.
En primer lugar, dicen que la subida es un claro reflejo de la situación del dólar, divisa en la que cotiza este metal y que al encontrarse en mínimos históricos frente al euro convierte la compra de oro en una inversión especialmente rentable para inversores de fuera de Estados Unidos.
Otro factor es el incierto momento económico actual, en el que las ansias de recuperación conviven con las dudas sobre la solidez de los cimientos en los que se asentará el crecimiento futuro.
Habitualmente, los buenos datos macroeconómicos suelen hacer que los inversores se decanten por activos más arriesgados que el oro y que ofrecen mayores intereses.
Sin embargo, en lo que parece el principio del fin de la mayor crisis económica desde la II Guerra Mundial, la incertidumbre ha comenzado a acechar a los mercados, que temen que el crecimiento se vea hipotecado por las multimillonarias políticas monetarias y fiscales anti-crisis puestas en marcha durante el último año.
Preocupa especialmente que la bajada de tipos de interés hasta mínimos históricos decretada por los principales bancos centrales del mundo, unido a los planes de fomento del consumo, provoquen un repunte inflacionista, perspectiva que suele hacer que los inversores recurran de nuevo al oro.
Además, el recorte de tipos -que los analistas vaticinan se mantendrán estables durante los próximos meses- hace que otras inversiones más arriesgadas resulten menos atractivas, lo que compensa la principal desventaja del oro: que no produce intereses.
Por último, todo activo depende también de la oferta y la demanda, y esta última, impulsada por el mercado chino e indio, ha consolidado una tendencia alcista que podría prolongarse años.
En estos momentos, nadie se atreve a ponerle un techo al precio del oro, toda vez que el mercado ha pulverizado en las últimas tres semanas las referencias que se tenían hasta la fecha.
Ana Victoria de las Heras
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