Hay ocasiones en que la publicidad no miente. Si no me creen deberían ver 'La vuelta al mundo', el espacio de Veo (la televisión de El Mundo) que se promocionó con su presentador sosteniendo un rollo de papel higiénico. John Müller, el presentador en cuestión (además de director adjunto del diario), arrancó con una declaración de intenciones francamente emotiva: "Mi abuelo era vendedor viajante. Vendía cominos, vainilla… Yo no llevo especias, llevo una cosa distinta, porque aquí tenemos principios". ¿Cómo? ¿Es que los vendedores viajantes carecen de principios? ¿Acaso el comino y la vainilla forman parte de la composición del Titadine? "El sol sale incluso para los más sectarios", reconoció un Müller brillante en una presentación que terminó de manera apoteósica: "Aquí no damos gato por liebre".
El espacio comenzó con una primera tertulia en la que Melchor Miralles y Casimiro García Abadillo acompañaban a Müller. Juntos maullaron durante un buen rato, hasta la llegada de una segunda tanda de tertulianos entre los que se encontraban Casimiro García Abadillo y Melchor Miralles. Finalmente tuvo lugar un pulso, un cara a cara, cronómetro en mano, entre el periodista Ignacio Escolar y… ¿no se lo imaginan? ¡Melchor Miralles!
El director general de Veo tiene tantas cosas interesantes que decir, y su imaginación es tan desbordante, que necesita urgentemente un show propio. Por su bien y por el de sus compañeros. Ya lo estoy viendo: "La vuelta a… mi ombligo". O mejor que un programa, toda una cadena: 'Telemiralles'. Porque de no ser así, el omnipresente ejecutivo no tardará en ocupar más y más horas de pantalla, avanzando por la decrépita programación de Veo como la marabunta por las plantaciones de cacao sudamericanas. No sería de extrañar que en un descuido le quitase la silla al pobre Müller. Tampoco se perdería gran cosa, bien es cierto. El presentador actual vocaliza con dificultad, se mueve por el plató con torpeza y es absolutamente previsible.
El primer invitado de 'La vuelta al mundo' fue Miguel Sebastián. El ministro hizo su discurso, ofreció una imagen sosegada y se entregó con generosa sumisión a los loquísimos e ingeniosísimos caprichos de los guionistas: se anudó una corbata ("esto es una primicia", dijo), escribió en una pizarra un confuso gráfico sobre la evolución del déficit energético español y, finalmente, leyó las noticias de un informativo ficticio. La relación entre Veo-El Mundo y Sebastián sin duda es fraternal. Tanto que Miralles debería haber aprovechado la ocasión para pedir al ministro su propia cadena de TDT…
El programa ofrece su propia visión de la actualidad: una prolongación de la ideología de El Mundo. Por eso incluye el videoblog de Pedro J., por ejemplo. Incluso entrevistaron a uno de los periodistas de ese periódico, Antonio Rubio, para quien la Fiscalía de Madrid pide tres años de cárcel por ejercer su profesión. Me solidarizo con Rubio, por supuesto. Pero no con el resto de 'La vuelta al mundo', un programa de manipulación política camuflado de talk show. O ni tan siquiera eso. Sólo es televisión pobretona, tendenciosa, aburrida, sectaria, de corto recorrido pero interminable larga (dos horas) y por muchos momentos invisible (la señal de mi TDT va y viene). Su liga será, en el mejor de los casos, la de 'El gato al agua' (Intereconomía).
Lo mejor que se puede decir de 'La vuelta al mundo' es que el papel higiénico utilizado en su publicidad es una brillante metáfora de las necesidades del televidente a lo largo del programa. Lo peor, que ni los críticos de televisión de El Mundo se atreven a meter mano a semejante miseria. Ha tenido que ser uno de los mamporreros oficiales de la casa, Víctor de la Serna, quien escribiese la hoja promocional: "un talk show con tanto 'show' como 'talk', al estilo de los de Jay Leno, David Letterman o Conan O'Brien». Igualito.
¿Todavía queda alguien que no entienda el porqué del descrédito de los medios de comunicación?
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