200 inspectores fiscales invadieron el jueves el grupo de medios más importante de Argentina. El Gobierno de los Kirchner se lanzó contra el mayor periódico del país y sus televisiones. Una caricatura desató la guerra hace más de un año. La invasión de Clarín por los agentes del fisco es el último capítulo de la guerra del poder K, la de la presidenta Cristina Kirchner y su marido y ex presidente Néstor, contra la prensa y los medios.
El acoso es cada vez más frecuente. Todo empezó hace mucho tiempo. Cuando los Kirchner comenzaron a acumular poder desde la lejana Santa Cruz y entraron con ráfagas de ciclón en un peronismo alborotado y en banderías internas sin el liderazgo necesario en los arrabales del poder. "Todos somos peronistas", gritó una vez Perón a su llegada a Ezeiza. Muchos años después ese grito sigue siendo el destino de un país atrapado en una red de poder y sueños.
Los Kirchner son los amos del sueño y su asalto contra el periodismo y los medios quiere mantener dormidos a sus seguidores y aletargado a un país desangrado por los intereses de unos cuantos y el populismo travestido de progreso social. Una caricatura entrevió la pesadilla y las voces que manejan los sueños. El enfrentamiento con el campo de los Kirchner por los impuestos sigue. Ya es cíclico, como la sequía. Y aumenta la presión contra los medios.
El pasado agosto nacionalizaron el fútbol en televisión y enviaron al Congreso una nueva ley de medios contra la que se une la oposición. La ley de medios es necesaria para acabar con la legislación de la dictadura, aún vigente. Y también podría ser una oportunidad si los 21 puntos que la animan, impulsados por movimientos sociales y comunitarios, asociaciones cívicas y periodistas, no fueran retorcidos y utilizados para sostener el poder K con el silencio y la manipulación de las licencias audiovisuales.
Otra oportunidad perdida para Latinoamérica por el abuso de poder.
200 inspectores fiscales irrumpieron el jueves por la tarde en la redacción de Clarín —-y otro centenar en el resto de sus empresas— al más puro estilo mafioso (trajes negros y miradas torvas incluidas, no se sabe si por enojo con Clarín o con sus mandos por el encargo) sin que su jefe, Ricardo Echegaray, jefe de la administración fiscal (AFIP) lo ordenase. "En mi carácter de Administrador Federal de Ingresos Públicos", reconoce en una carta (pdf) al director de Clarín, "no se dispuso llevar adelante ningún procedimiento especial de inspección física".
Y eso que el diario publicaba en la portada de ese día un caso de corrupción que afecta al jefe de los inspectores y a empresarios de los denominados K. Letra sello, salvoconducto y franquicia en la Argentina de hoy.
Néstor Kirchner maneja el poder desde la residencia presidencial de Olivos, en su papel de consorte presidencial, y su despacho de jefe peronista en el porteño Puerto Madero. Las informaciones aseguran que ni siquiera la presidenta conocía el arrebato pandillero de su marido.
Las crónicas y las opiniones son elocuentes. Como bien dice Ricardo Roa, de Clarín: "Lo de ayer es una señal de lo que puede venir con cualquiera que se atreva a criticar al kirchnerismo".
Como para creerse las buenas intenciones de la ley de medios.
Escraches violentos contra el diario y sus directivos, pasquines y afiches difamantes, el propio Kirchner usando cualquier tribuna para atacar al diario. Y maltratando a un periodista de Clarín porque le preguntó sobre la asombrosa sextuplicación de su fortuna personal. El operativo de la AFIP es parte de una campaña que arrancó por la cobertura periodística de la pelea K contra el campo. Más de lo mismo. Si la excusa de Echegaray es increíble, ¿cómo creerle al Gobierno que su ley de medios busca democratizar a la prensa y defender la libertad de expresión? Más bien lo contrario: lo de ayer es una señal de lo que puede venir con cualquiera que se atreva a criticar al kirchnerismo. Lo único que falta es que digan ahora que el operativo de intimidación fue armado por Clarín para desprestigiar al Gobierno.
Una señal de lo que puede venir. Ricardo Roa, editor general adjunto de Clarín.
Cuesta pensar que se trató de un operativo que presuntamente estaba acotado al plano fiscal, por la polémica que mantiene ese grupo empresario con el Gobierno en torno de la ley de medios audiovisuales. También suena curioso que un funcionario de rango intermedio de la AFIP haya tomado la decisión de inspeccionar una empresa de semejante importancia en forma inconsulta. De todos modos, si así fuera, reflejaría un peligroso grado de autonomía de ataque contra quienes hablan en contra del Gobierno dentro de un organismo que cuenta con información muy sensible acerca de todos los contribuyentes del país.
Más allá de los argumentos, una pelea de fondo. Martín Kanenguiser. La Nación.
"La orden la dio Néstor Kirchner", disparó ayer, malhumorado, un alto funcionario del Gobierno. "Pregunten a Kirchner", había sido, más temprano, la respuesta de los inspectores de la AFIP cuando empleados de Clarín les preguntaron qué estaban buscando. Kirchner dio la orden, en efecto, aunque nunca se sabrá si usó para eso a Echegaray o si pasó por encima de Echegaray. Doscientos empleados de Echegaray se habrían movilizado sin autorización de Echegaray. La AFIP, un ente clave del Estado, que conoce la confesión de vida de todos los argentinos, actuó en nombre de los Kirchner sin el conocimiento de la Presidenta. ¿Es posible semejante deformación del Estado y del Gobierno, donde mandaría sólo un hombre sin cargo ni funciones?
Nunca tantos parecidos con Caracas. Joaquín Morales Solá. La Nación.
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