Conocía el término, pero hacía muchísimo tiempo que no lo escuchaba. Por eso Bibi Andersen, la colaboradora más inteligente (con mucha diferencia) del programa de Ana Rosa, me alegró la mañana cuando lo utilizo con maestría para definir un comportamiento asilvestrado. Engorilarse significa entrar en un estado simiesco de enajenación, tanto mental como física. Se puede emplear para definir cualquier actitud radical de enfado, incluso aquellos instantes previos al coma etílico, pero resulta especialmente adecuado cuando las víctimas del monumental cabreo son niños. Cuando su hijo pierde los nervios y se pone histérico, llora y patalea, se revuelca por el suelo, y usted es incapaz de hacerse con él... su chaval acaba de engorilarse.
Televisivamente hablando el término tiene infinitas posibilidades, puesto que un tanto por ciento muy grande de la programación se basa en mostrar el engorilamiento de los ciudadanos. Y de presentadores, invitados y tertulianos. Cuando toda esta gente se engorila, los audímetros echan humo. Se trata, por tanto, de una palabreja ideal para 'Sacalalengua', el nuevo programa divulgativo de TVE (La 1, martes 00.15) donde se analizan de manera un tanto surrealista las curiosidades del idioma castellano. Pero hoy quería retroceder a las raíces del término, al engorilamiento infantil, un grave problema que, tal y como estamos viendo estos días, puede convertirse en enfermedad crónica de nuestra sociedad. Si no desengorilamos cuanto antes a los más pequeños... acabarán haciendo botellón en Pozuelo de Alarcón.
Les voy a poner un ejemplo de autopista hacia el engorilamiento: hoy comenzaban las clases en el colegio público de mi pueblo. Y digo comenzaban porque los padres no vamos a dejar que los niños entren en las aulas. Un día antes de arrancar el curso escolar hemos sabido que han suprimido una de las dos unidades que tenía el centro. Es decir, de los dos profesores con que contaba el colegio, han quitado uno: pretenden que los catorce alumnos (de tres a once años de edad, algunos inmigrantes que no dominan el castellano, con el recreo en plena calle puesto que el colegio carece de patio), tengan un solo maestro. Una invitación al engorilamiento masivo.
Ante unas condiciones escolares tan preocupantes, lo más prudente es confiar en el Gobierno. Y esperar con los brazos abiertos la llegada de los ordenadores portátiles que han prometido para cada alumno. Si conseguimos venderlos sin sacarlos de las cajas, con la garantía sin sellar, es posible que entre todos los padres podamos contratar un profesor particular e iniciar las clases con normalidad. De no ser así, nuestro centro estará orgulloso de sumarse al proyecto gubernamental de engorilamiento masivo de los chavales españoles: un 14% de los jóvenes de nuestro país ni estudia ni trabaja (sólo Italia, Reino Unido y Eslovaquia nos superan en número de menores de 24 años inactivos).
Warlock
Autor: Oakley Hall.
Editorial: Galaxia Gutenberg /Círculo de lectores
La gran novela del Oeste. Un grandioso western que da una vuelta de tuerca al género y va más allá de los tópicos de género para husmear en los viejos valores y miserias de la humanidad. Hay cuatreros, tahúres, salones de juego, duelos y veneno que se vende como whisky, por supuesto, pero lo importante es el orgullo, la dignidad, el valor y la honradez de los personajes. De algunos personajes. El resto es literatura.
Oakley Hall es una leyenda entre los escritores norteamericanos. Richard Ford, alumno suyo en la Universidad de California, dijo que se trataba de "una leyenda, un hombre que entendió a la perfección la vida de los pioneros, y su papel fundamental en idiosincrasia norteamericana". Hall murió el pasado año, después de escribir algunos libros magníficos y sobrevivir al macartismo. 'Warlock', escrita en 1958, publicada por fin en España, es su obra maestra. Absolutamente imprescindible.
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