El puente de Isabel II, conocido como 'el puente de Triana', Bien de Interés Cultural desde 1976, es el protagonista indiscutible en estos días de la ciudad de Sevilla. Y no por encontrarse en construcción, en obras, sino porque unos 300 candados penden de las barandillas de éste. La ocurrencia, importada desde Italia por estudiantes, ha traído el debate a la capital andaluza. Opiniones a favor y en contra, la polémica está servida.
De la noche a la mañana, Sevilla cuenta con su particular 'Puente de los enamorados'. Esto, que dicho así puede parecer algo inofensivo y hasta ventajoso para el turismo, es tema de debate para los ciudadanos últimamente por considerarlo un peligro, no sólo por amenazar con rebautizar al puente, sino porque, según sus detractores, supone un cambio en la estética y un peligro real para la estructura que lo sostiene.
Toda esta historia comienza en Italia, cuando alguien decide poner en práctica una tradición que nace de un libro, 'Ho voglia di te' ('Tengo ganas de ti', Ed. Planeta) del afamado escritor romano Federico Moccia, llevada a la gran pantalla en 2006. En la citada novela, el autor narra cómo los protagonistas se juran amor en el Puente Milvio de Roma, donde colocan un candado y tiran luego las llaves al río.
Parece ser que esto quedó grabado a fuego en las mentes del público italiano, sobre todo de los estudiantes Erasmus, quienes además de dejar así huella de su paso por Sevilla, han importado una moda que amenaza con convertirse en tradición. A partir de ahora, no habrá enamorado que se precie que al pasar por el puente de Triana, repleto de candados, no sopese unirse a tan romántica —y económica— forma de decir "te quiero". Y es que, quien más quien menos, considera una buena salida, en estos tiempos de crisis, el sustituir el tradicional anillo de pedida por uno de estos candados.
Tan en boga está la cosa, que ya no sólo las parejas dejan en el puente su impronta. También hay quienes sellan una amistad o reivindican un parentesco. Y como era de esperar, tanta muestra de cariño no podía sino traer algo bueno. Esta vez los afortunados han sido los ferreteros ubicados en las cercanías del puente, quienes, según informaba la prensa local, ya han empezado a notar sus beneficios con la venta de estos candados, en los que se escribe los nombres de los protagonistas, una fecha significativa o un frase pastelosa.
Cabe reseñar que antes de aterrizar en Sevilla, este ritual fue puesto en práctica en la ciudad protagonista de la novela, Roma, donde también fue motivo de polémica. Los italianos comenzaron a colgar sus candados de la tercera farola que flanquea el puente Milvio, uno de los más importantes sobre el Tíber. El histórico puente llegó a ver peligrar su estructura, lo que obligó al Ayuntamiento a plantearse el desaparecer todos los cerrojos.
En su lugar, creó un sitio web para que las parejas pudieran colgar su candado virtual, solución que no fue muy bien acogida por los seguidores de Moccia. Así que, finalmente, se optó por poner unas barras de hierro en el puente para colgar los candados sin que esto afectase tanto a la estructura, aunque la gente ha seguido poniéndolos también en la inclinada farola, que se ha caído ya dos veces.
Algunos internautas viajeros aseguran que esta moda se ha convertido en una fiebre que se extiende por toda Italia, y que puede verse en lugares como Torino o el Lago de Como. Lo cierto es que la moda de los candados no tiene nada de novedoso, ya que en centroeuropa, en las ciudades de Pècs o Tata, este mismo ritual constituye una arraigada tradición.
En las últimas décadas, a la ciudad de Pécs, en Hungría, se la conoce como la ciudad de los love locks (candados de amor). Sólo que aquí éstos cuelgan de cualquier muro, verja o barrote que encuentras al paso, lo que ha dado más de un dolor de cabeza a las autoridades, que intentan oficializar esta costumbre en un único lugar. Eso sí, la llave luego corre la misma suerte: se tira al río o se destruye, para que nadie pueda abrir ese candado.
Para los incrédulos, sólo un dato: los mismos Príncipes de Asturias, en su visita oficial a esta ciudad en 2004, colocaron uno de estos candados en el llamado 'Muro de los enamorados'. La prensa que recogió el evento aseguró que a Don Felipe le fue difícil encontrar un hueco en la atiborrada verja, mientras Doña Letizia sonreía y afirmaba que ella guardaría la llave.
En Sevilla, el Ayuntamiento aún no ha tomado ninguna medida, asegurando que no ve en este acto de los candados una "agresión contra el patrimonio". Sin embargo, se sabe que será uno de los asuntos a debatir por la Comisión de Patrimonio Municipal en la primera reunión que se celebrará en septiembre.
Sea como sea, y mientras las Autoridades se pronuncian, seguiremos asistiendo a este particular juramento en el puente de Triana, que ciudadanos de todo el mundo han escogido como icono mágico de la Sevilla más romántica.
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