VENECIA.— Viggo Mortensen llega perfectamente puntual a su cita con la prensa cinéfila de medio mundo reunida en Venecia. Relajado y cómodo, viste camiseta de algodón blanco, bolso de los indios peruanos y zapatillas Nike. Parece estar sentado en el sofá de su salón más que delante del micrófono, frente a cien bolígrafos y grabadoras que esperan bulímicos sus palabras. Las periodistas están en primera línea, expectantes y con el cuello estirado. Los hombres más atrás, con aire descuidado, pero todos atentos a la primera gran star hollywoodiense que trae cinta a concurso al Lido.
Fuera, bajo las ventanas del Casino, un enjambre de jóvenes esperan verle pasar, un ratito sólo, antes de admirarle y gritarle cuando esta noche a las 22.30 pise la alfombra roja con su smoking. Van todas equipadas para las largas esperas y no tiran la toalla a pesar del calor pegajoso que arrebata aliento y energías. Bocadillo, botellas, paraguas contra el sol y, lo más importante, el bloc para el autógrafo. Quién sabe, podrían tener suerte.
El divo salvaje ha venido a trabajar y no a enseñar palmito, por eso su look le parece lo de menos. Entre tanto famoseo italiano, que pasea chulescamente por la avenida frente al mar, él es un milagro de sencillez y amabilidad. Sonríe, caza los mosquitos, juega con los fotógrafos. Y no pierde de vista a su joven compañero de reparto, el australiano Kodi Smit-McPhee, que en 'The Road' interpreta a su hijo. Le sirve el agua y le da palmadas en la espalda cuando le toca contestar. Es tierno como su personaje en la espléndida cinta de John Hillcoat, inspirada en la novela de Cormac McCarthy.
Una película que estaba ya lista hace varios meses, pero que, sin embargo, en Estados Unidos no fue distribuida porque, con la que está cayendo, el tema parecía demasiado deprimente. De hecho, en la pesadilla de McCarthy, la Tierra es un planeta desolado y destruido por una gigante e indefinida catástrofe que ha respetado la vida a unos pocos supervivientes abonados en ocasiones al canibalismo. Es un libro nervioso y fascinante. La peli, despiadada y emocionante, es igualmente seca y logra rodear la lágrima fácil o el peligroso almíbar. Tenemos entre manos la tierna historia del amor incondicional entre un padre y su hijo. Por suerte Venecia la saca a la luz y la presenta a concurso. Es la perla de hoy. Y Viggo su estrella.
Una estrella tallada en la Tierra Media a manos de Peter Jackson. Sin embargo, aquel papel de Aragorn, algo lejano ya, no ha aplastado su vigor creativo. Nunca fue antes —ni es ahora— de los que se amilanan a la hora de participar en proyectos fuera de los esquemas convencionales de su caché. Recordemos como botones de muestra al atractivo vendedor ambulante que interpretó en 'La tentación' (Tony Goldwyn, 1999), en la que con su garbo enamoraba a esposas aburridas. O a aquel veterano de Vietnam atormentado y asocial de 'Extraño vínculo de sangre' (Sean Penn, 1991). "Nunca aceptaré un rol sólo por el dinero, no lo necesito", ha llegado a afirmar.
Es distinto el Señor Mortensen también porque de vez en cuando desaparece, emprendiendo largos viajes de los que se conoce el principio pero no el fin. En ocasiones, esas ausencias han parecido definitivas cuando él mismo ha dado pie a sospechas sobre una posible retirada, pero, a juzgar por lo que ha declarado hoy en Venecia, contradiciendo los rumores que saltaron a la palestra el pasado abril, no tiene la más mínima intención de colgar las botas. Al revés, está muy ilusionado con su trabajo y no para: "Me encantaría participar en el proyecto de algún cineasta del norte de Europa, recitar en danés o sueco... si el guión me convence, el idioma no es un obstáculo. Estoy motivado, puedo estudiar y aprender". Valiente también en la vida.
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