Kazajstán, Uzbekistán, Turkmenistán, Guinea Ecuatorial, Venezuela, Libia. Desde principios de julio, el ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos ha recorrido estos países, con grandes reservas petrolíferas y de gas, firmando acuerdos bilaterales y elogiando a regímenes y gobiernos que violan sistemáticamente los derechos humanos.
Antonio Brufau, presidente de Repsol, ya ha conseguido su principal objetivo: dictar la política exterior de España. Aunque no es la primera vez que ocurre en nuestra reciente historia, nunca se había hecho con tanto descaro y proselitismo.
Los guardianes del izquierdismo de salón se atreven a promocionar a gobiernos infectos a cambio de llenar las alforjas de negocios redondos. El pragmatismo se ha instalado en el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. ¿Vamos a desaprovechar nuestras oportunidades por unos simples zapatazos a la declaración universal? Ni hablar.
Se imaginan qué hubiera pasado en este país si el gobierno de José María Aznar hubiera tenido un comportamiento parecido. Solemos quejarnos de los cínicos intentos de las petroleras estadounidenses, anglo-holandesas o francesas de influir sin rubor en la política exterior de sus gobiernos haciendo oídos sordos a los informes más críticos sobre los derechos humanos. ¿Ponemos en la misma lista a Repsol y Zapatero, entonces?
Empecemos por Guinea Ecuatorial. Moratinos rellena la última visita con propaganda barata: llama proceso de apertura gradual al intento del dictador Teodoro Obiang de perpetuarse en el poder y humaniza al tirano porque es el dueño del tercer país productor de petróleo de África después de Nigeria y Angola.
Zapatero le debería haber pedido un poco de paciencia a Brufau. Hasta diciembre de este año, fecha en que se celebrarán las nuevas y fraudulentas elecciones presidenciales. Así podremos ver como Obiang, al que le gusta definirse como dictador porque 'es el que dicta las normas', gana de nuevo con el 99% de los votos o más.
Guinea pone diariamente más de 400.000 barriles de petróleo en el mercado internacional. Con un reparto equitativo de esta riqueza, el guineano medio sería tan rico como un europeo del sur, tal como señala un informe reciente de Human Rights Watch.
Pero esa formidable riqueza la utiliza sin complejos la mafia que dirige el país desde hace 30 años. Y al mismo tiempo mueren más niños antes de cumplir los cinco años que, por ejemplo, Afganistán, uno de los países más pobres del mundo.
Desde la llegada de Zapatero al gobierno, Repsol ha multiplicado las presiones para que España se pertreche en 'la cartera de oportunidades' que favorece la Guinea de Obiang y su vergonzosa familia.
En 2006, Moratinos y Brufau se dieron una vuelta por el país para reducir las tensiones. Se firmaron varios contratos de prospecciones petrolíferas a cambio de promocionar una visita a nuestro país del tirano y hacer borrón y cuenta nueva.
Obiang fue recibido con honores de Estado durante su visita oficial a Madrid en noviembre de 2006, un viaje que incluyó reuniones con el Rey Don Juan Carlos y el Presidente José Luis Rodríguez Zapatero.
Aunque el tiro salió por la culata cuando el Congreso de Diputados se negó a recibirle. Manuel Marín tuvo que esconder la medalla que deseaba colocar en el cuello a nuestro querido dictador.
Recuerdan aquello de Somoza "es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta". Pues apliquen la misma regleta a Obiang y a la actitud de nuestro gobierno.
Las elecciones legislativas de 2008 tampoco provocaron la más mínima crítica por parte del gobierno de Zapatero a pesar de que el partido de Obiang ganó 99 de los 100 escaños de la Asamblea Nacional.
Plácido Micó, líder de Convergencia para la Democracia Social y único parlamentario opositor, no ocultó su malestar: "Esperábamos más pero al final a España, como todos los occidentales, lo único que les interesa es priorizar las buenas relaciones con el régimen porque tiene petróleo".
Moratinos perdió los papeles (últimamente algo habitual en el gobierno) cuando increpó a un periodista de TVE por poner en peligro los objetivos de "un viaje de estado". Debió sorprenderse de que alguien de un medio tan proclive a la propaganda gubernamental (ayer con Alfredo Urdaci y el PP y hoy con Fran Llorente y el PSOE) tuviese opinión propia.
Nadie se había atrevido a tanto desde la lejana visita de Felipe González en 1991 o de los Reyes en 1980, el año posterior al del ascenso al poder de Obiang. Ana Palacio, ministra de Asuntos Exteriores del gobierno popular, hizo un viaje en 2003 casi de puntillas, muy criticado por el PSOE entonces en la oposición, para que Repsol consiguiese firmar sus deseados contratos.
Una lectora inquieta (espero que votante del PSOE) escribió una carta al director de un periódico con algunas preguntas que sacan los colores. ¿Apoyamos una de las dictaduras más atroces que hay en África? Sí señora, la apoyamos y la aplaudimos. ¿Por qué nuestros dirigentes se codean con dictadores como Obiang? Porque hace tiempo que se desentendieron de la ética y la moral. ¿Sabe Zapatero que la tasa de mortalidad infantil en Guinea es de las mayores de África? Claro que lo sabe, pero le es indiferente. ¿Sabe que el PIB es similar al español, pero la mayoría de habitantes sólo disponen de un euro al día para su sustento? Lo sabe, pero los negocios de Repsol y de otras empresas (Gas Natural, Unión Fenosa y hasta las constructoras de Francisco Hernando, el Pocero) no entienden de sentimentalismos.
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