Es uno de los blogueros más salados y cuerdos que conozco y eso, en un mundo donde prolifera la tontería supina, es agua bendita. Practica un humor forjado con estilete fino, mucho sentido común, soltura y gusto. Como una bofetada de aire fresco en plena chicharra. ¡Qué placer, señores!
Bonachón, conciliador por naturaleza, este filósofo metido a cocinero, tiró de manta y carretera un buen día, con todo un maletón de expectativas, para conocer de cerca lo que trajina el mago de Cala Montjoi. Se quedó tan impactado que a partir de ahí repite como un mantra aquello de que "El Bulli es verdad".
Como sabe un quintal de quemar cazuela, siempre anda arrimando la vieja cocina con la nueva, sin cortarse un pelo a la hora de meter el dedo en la llaga. ¡Un crack este pingüe!
¿Un placer compartido?
Un plato de torreznos con pan y vino.
¿Un placer de tu niñez?
Pan con vino y azúcar.
¿Un olor placentero?
A pan recién hecho. A panadería.
¿Un placer egoísta?
El primer pedazo de un queso. La primera loncha de un jamón ibérico.
¿Un placer para tu oído?
Las esquilas de las ovejas por mi pueblo.
¿Un placer para tus ojos?
Ver a Rita despertar.
¿Un placer carnal?
La ducha...
¿Un placer desconocido?
Vuelo sin motor.
¿Un placer del gusto?
Morros, pata y callos. De postre arroz con leche de la Aurelia.
¿Un placer anacrónico?
Las corridas de toros.
¿Un placer que no cueste dinero?
Beber agua de una fuente natural en verano.
¿Un placer del que avergonzarte?
Patatas congeladas fritas con ketchup y mahonesa.
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¿Un placer fuera de tu alcance?
Dar un "collejón al volapié" a algún mandatario.
¿Un placer irrenunciable?
Desayunar sentado.
¿Un placer sobreestimado?
Las playas de arena. Mejor de césped recién cortado.
¿Un placer golfo y confesable?
Hace años, saltarnos la valla de la piscina y bañarnos de noche en pelotas.
¿Quién es el Pingüe?
El Pingüe es el menda, Roberto González. Un tipo que un día dejó la vida relajada, la noche de un Pub y la mañana de Filosofía para irse a la Marbella de Gil a estudiar cocina en una escuela pública. Soy un enamorado de mi tierra pero me siento adoptado por las que visito. No me gusta la lombarda ni el salmón a la plancha. Pienso que las botellas de vino han de ser compartidas y que no depende del precio del menú el disfrute final. No soporto a los estirados, a los cocineros engreídos, rechazo la falta de humildad de una profesión que necesita de ésta. Me aparto de los que pontifican y de los que hacen daño por placer o por venganza. Me pregunto cada día si ser parte de este primer mundo depredador tiene sentido, si el mundo tiene remedio. ¡Ah! Y me gusta el guiso, la cazuela de barro, la cocina lenta, y también la de vanguardia. ¿Estaré enfermo, doctor? Bueno. También tengo un blog. Jamás podría haber hecho nada sin ella, sin Rita, lo más delicioso en mi vida. Sí, ¡hasta las trancas, oiga!
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