KABUL (AFGANISTÁN).- Sorprende la afluencia masiva de electores a la mezquita chií de Jamat Khona Omomi. Desde primera hora de la mañana el flujo es muy intenso. Centenares de votantes masculinos se aprisionan en filas compactas que avanzan lentamente bajo un sol de justicia.
Todavía es más curioso ver una situación pareja en la zona reservada para las mujeres. Hay muchas jóvenes que sonríen a la cámara o al menos no esconden el rostro. La mayoría son hazaras, la tercera etnia del país.
Primero los datos. Una hora después de abrirse los colegios electorales sólo ha votado una mujer en las tres mesas del Instituto Noderia muy cerca de la mezquita. Los miembros de la mesa y las apoderadas intentan sobreponerse al aburrimiento releyendo instrucciones o echando una cabezadita.
En Jamat Khona, en cambio, la maquinaria electoral funciona a todo trapo desde el primer minuto. Como sino hubiera tiempo que perder. Como si estuviera en juego algo más que un puñado de votos. Las mesas femeninas están recibiendo muchas más votantes que las masculinas, algo sorprendente en Afganistán.
Poco antes de las cuatro de la tarde, hora tope para votar, hay tantas mujeres, algunas con burka, que se tiene que prolongar más de media hora la apertura de las urnas. Las tres mesas femeninas de esta mezquita han recibido 1.500 votos. Las tres mesas del Instituto Noderia, en cambio, suman poco más de 150, es decir diez veces menos. En las mesas masculinas de le mezquita el número de votos multiplica por cuatro lo habidos en el instituto.
Incluso en un país tan anormal como Afganistán, los datos objetivos deben obedecer a alguna razón aunque sea obscura. ¿Por qué votan tantos electores en un lugar y tan pocos en otro? La multiplicación de los votos, ¿tiene que ver con un hecho espontáneo o hay intereses velados detrás?
En Afganistán se ha hablado mucho de corrupción durante estos últimos días. La BBC presentó una investigación en la que algunas personas ofrecían la compra de miles de votos por diez dólares la unidad. Una cantidad ridícula en España pero equivalente a entre dos y cuatro jornadas laborales de los trabajadores peor pagados.
Otras fuentes hablaron de que los aliados del presidente Hamid Karzai estaban utilizando toda la maquinaria gubernamental, incluidos vehículos públicos, para trasladar a sus correligionarios.
Hay muchas formas de corromper un voto. Unas son visibles, otras burdas. Unas son descaradas, otras invisibles. La historia de las elecciones daría para escribir una enciclopedia sobre el fraude.
Empecemos diciendo que Jamat Khona es una mezquita ismaelita perteneciente a la secta chií del mismo nombre cuyo jefe espiritual es Aga Khan, conocido como el rey sin reino. La secta tiene centenares de miles de adeptos en Afganistán, la mayoría entre la comunidad hazara.
El 23 de marzo de 2003, Hamid Karzai, entonces Presidente de la Autoridad Provisional del Gobierno de Afganistán, firmó un Acuerdo de Cooperación que estableció un marco operativo para la Red de Desarrollo Aga Khan en el país.
El acuerdo contemplaba la realización de programas de desarrollo a largo plazo similares a los aplicados con éxito en países limítrofes con India, Pakistán y Tayikistán, donde viven varios millones de ismaelitas. Estados Unidos participó indirectamente en este proyecto con dos millones de dólares.
Como ocurrió especialmente con todos los chiíes, los miembros de esta secta fueron muy perseguidos por los talibanes. Familias enteras fueron masacradas por los fanáticos suníes y muchos emigraron a Irán y algunos países árabes. El regreso tras la caída talibán fue muy duro.
Los ismaelitas funcionan como una red mundial muy vinculada a proyectos de salud, educación, vivienda, distribución de alimentos y ropa e, incluso, a la consecución milagrosa de empleos para los "hermanos" de la secta.
Entre los sectores más empobrecidos cualquier promesa de ayuda económica por nimia puede activar el deseo de participación en un acontecimiento tan importante como unas elecciones.
"Los hazaras y los ismaelitas en particular forman grandes familias que mantienen estrechas relaciones entre todos sus miembros y que se comunican de forma continua", explica una observadora independiente.
El líder espiritual de la comunidad ismaelita afgana es Said Mansour Nadri, que predica desde esta mezquita y que ayer votó en ella. Ya había anunciado su apoyo al presidente Karzai. "Los talibanes quieren destruir este país y por ello han lanzado una campaña de intimidaciones. Pero los ciudadanos quieren votar y el despliegue militar garantiza la seguridad. Vamos a votar en masa", explica a este periodista después de depositar el voto.
Le ha faltado acabar la frase: Votar en masa… por Karzai.
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