Que los océanos se hallan invadidos por un cúmulo de residuos plásticos ya se ha contado muchas veces. Hoy, la novedad la marca el descubrimiento de que esos compuestos considerados prácticamente indestructibles se están descomponiendo a toda pastilla, liberando partículas microscópicas con potenciales efectos tóxicos. Acaba de revelarlo el primer estudio sobre la degradación de los polímeros en el medio acuático.
La pésima costumbre de usar los mares como vertederos ha tenido como consecuencia la presencia de cientos de millones de kilos de residuos plásticos en los dominios de Neptuno. De los más de 90 millones de toneladas de plásticos producidos anualmente en el mundo, un 10% acaba en los océanos. Lo podemos apreciar en cualquier playa, en las botellas semienterradas en la arena o en las bolsas flotando cerca de la costa. Mar adentro, la situación cobra dimensiones de pesadilla: lo acredita el Gran Parche de Basura del Pacífico, una gargantuesca 'sopa' de basura que se arremolina entre Hawai y las costas californianas. La magnitud de esta contaminación alcanza escala global: de acuerdo a los cálculos del PNUD, cada milla cuadrada (2,58 km2) de océano alberga una media de 46.000 piezas de desperdicios plásticos.
Hasta ahora se pensaba que el principal problema ambiental planteado por estos productos considerados no degradables concernía sobre todo a los animales marinos. Se ha visto que muchos suelen confundirlos con alimento —con el resultado de una letal indigestión— y otros se enredan en ellos, a menudo sin escapatoria.
La realidad que ahora acaba de salir a la luz presenta las cosas desde una perspectiva más alarmante: los polímeros, que se comportan de un modo bastante estable en el medio terrestre, reaccionan de otro modo bajo el agua salada. El sol, la lluvia y otras dinámicas del entorno marino contribuyen a descomponerlos de manera acelerada.
El hallazgo es obra de un equipo científico de Japón, un país a cuyas costas las olas arrojan unas 150.000 toneladas de plástico anualmente (en su mayoría estiroespuma link 4). Los investigadores han descubierto que el poliestireno —uno de los plásticos más comunes en el uso diario— comienza a descomponerse en el plazo de un año.
Los expertos llegaron a tal conclusión al cabo de experimentos de laboratorio que recrearon las condiciones del medio marino. Katsuhiko Saido, un químico de la universidad japonesa de Nihon, observó que cuando el plástico se descompone en ese entorno libera bisfenol A (BPA) y oligómeros PS, dos sustancias potencialmente peligrosas. Ambos pueden ser absorbidas fácilmente por los animales y alterar su equilibrio hormonal en perjuicio de sus sistemas reproductivos, advirtió Saiko en la presentación de su informe hace unos días en el 238ª Encuentro Nacional de la Sociedad Americana de Química, celebrado en Washington (Estados Unidos).
Inquietante panorama nos pintan los nuevos datos: es como si cada minuto se soltasen en el seno de los océanos millones de minúsculas e insidiosas minas flotantes, que las corrientes desparramarán por todo el planeta.
Recemos para que las cosas no se pongan tan negras y que los ecosistemas marinos consigan metabolizar la miríada de micropartículas en suspensión. Ojalá. En cualquier caso, esta posible amenaza ambiental aporta un nuevo e imperioso argumento para atajar la contaminación plástica, comenzando por restringir al máximo su lanzamiento al mar y apurando la sustitución de los actuales polímeros por homólogos biodegradables.
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