EDIMBURGO (ESCOCIA).- Éste no es un artículo bibliófilo, sino literario. No hay incunables ni primeras ediciones de varios siglos. No se respira siquiera ese título que la Unesco dio a Edimburgo en 2004, 'Capital de la Literatura' porque en sus calles nacieron Stevenson, Conan Doyle, Muriel Spark o Irvine Welsh y que suena a eslogan.
En este artículo las páginas casi se deshacen por la voracidad lectora, el montón de yemas que las han pasado, frases subrayadas, esquinas dobladas y otras sorpresas (hace poco compré 'Todas las almas' en castellano por dos libras y encontré, no sé si como marcapáginas, un británico cabello rubio entre las hojas). Son historias que muchas veces no se encuentran en una gran superficie porque están descatalogadas, nombres olvidados y, sobre todo, precios de saldo. Porque si transitando Moyano en España me pregunté más de tres y cuatro veces cómo algunos libros podían casi costar igual que en la Fnac, aquí, en Edimburgo, he tenido que parar mi vena más acumulativa transitando por las librerías por no caer en el complejo de Diógenes. Para hacerlo más fácil dividiré Edimburgo en tres partes. Hay más, pero si eres capaz de leer en inglés encontrarás más que suficiente en estos lugares. Es más, debes vigilar lo que llevas si no quieres después soltar lo que te has ahorrado en libros en la cola de facturación.
Pleno centro la ciudad, a las faldas del Castillo, zona medieval también conocida como Old Town, o Parte Antigua. Las librerías se acumulan en Victoria Street y su continuación, West Port. Hay tantas, que los propietarios organizan desde el año pasado un festival anual en dicha calle: West Port Book Festival. Haciéndolo coincidir con el de teatro, la segunda convocatoria es inminente: del 13 al 16 de agosto.
Destacar de todas Main Point Books (8, Lauriston Street), de interés general pero con una sección dedicada a la religión bastante considerable, especialmente cristianismo y budismo, y otra de montañismo; Edinburgh Books (145-147, West Port), también generalista pero con una habitación centrada sólo en Escocia y un apartado de poesía muy bien surtido, y Armchair Books (72 West Port), la más divertida de todas. Compuesta por dos locales consecutivos pero que no se comunican entre sí, y conservando uno de ellos el letrero de su anterior negocio bajo la capa de pintura con la que intentaron taparlo, Hairdresser, las estanterías están apuntaladas de cualquier manera, los títulos apelotonados y tiene secciones de lo más dispares debido a su interés por los títulos bélicos (una, por ejemplo, dedicada exclusivamente a Napoleón). En la puerta, siempre que no llueve hay un pastor alemán blanco y negro tumbado en mitad de la acera que ni se inmuta cuando los viandantes lo saltan y le recriminan que está en medio. Además, los dependientes lanzan los libros de un lado a otro como si estuvieran en un almacén de patatas, y uno de los taburetes que usan para llegar a los estantes más altos es un inodoro blanco de tapa negra. En medio de tal ambiente, en el que se puede encontrar cualquier cosa imprevisible, hace poco me dio por consultar qué tenían en la sección de 'Spanish Books'. Uno detrás de otro estaban Mariana Pineda, Coriolano y una biografía de Mario Conde titulada 'Asalto al poder', que, por la juventud de la foto de la portada, deduje que no hablaba de la intervención de Banesto ni de sus años en la cárcel.
Esta zona puede dividirse en dos. La primera es la calle con una de las entradas al Botánico (20 Inverleith Road), inmenso parque con una variedad inimaginable de plantas que mejor no visitar en invierno, pues la mayoría han sido peladas por el frío. A partir de la primavera. florecen de nuevo las más dispares hojas y colores, excusa perfecta para pasear por la zona. En la calle por la que se encuentra este acceso está la casa en la que nació Robert Louis Stevenson (8 Howard Place) y, enfrente, varias librerías especializadas en antigüedades y una que sí nos interesa: Aurora Books (6 Tanfield), pequeñita pero con los títulos cuidadosamente ordenados y un librero encantador que se deshace en atenciones con el cliente.
Si decides pasar la mañana cerca (mejor que la tarde porque todo cierra alrededor de las cinco o seis), no puedes dejar escapar la zona de Stockbridge, una de mis favoritas de la ciudad. Fuera del enjambre turístico que es el centro en esta época del año, en Stockbridge se disfruta de mayor tranquilidad, de las típicas casas de piedra del siglo XVIII de la New Town, y el Water of Leith, un riachuelo por el que debería ser delito no caminar por su orilla si hace un buen día. En esta parte las librerías que te encuentras son charities dedicadas a ello, es decir, tiendas de segunda mano pertenecientes a una O.N.G. que viven mayoritariamente de las donaciones y reciben las más variopintas cosas que después venden a precios irrisorios.
En esta parte destacan dos dedicadas exclusivamente a libros: la primera es la Oxfam Bookshop (25 Raeburn Place), para los países en vías de desarrollo, y Shelter (104-106 Raeburn Place), cuyo fin son los sin hogares británicos. En ambas los libros son aún mucho más baratos aunque el surtido no sea tan bueno como en las librerías propiamente dichas y sus estanterías muden con bastante frecuencia. El ejemplo es que vi en Edinburgh Books The End of the Affair (El fin del romance), de Graham Greene, por tres libras, y en una de éstas estaba a la mitad. La parte mala es que al ser voluntarios los tenderos, la asesoría es mínima. Su trato es delicado y encantador y te acompañan a la estantería o te ayudan a buscar el volumen con sumo interés, pero carecen de la pasión y el conocimiento de alguien tan osado como para poner un negocio de este tipo.
La última parada de este periplo no podía ser otra en una ciudad eminentemente universitaria: South Bridge, donde regresas a la parte vieja. El primer stop es Southside Books (58 South Bridge), donde además de libros de segunda mano hay restos de liquidación. Tiene también gran variedad de volúmenes académicos de los que los estudiantes de paso se desprenden (quizá éste sea el secreto de una ciudad tan viva como ésta: todos sabemos que, por lo que sea, nuestra estancia aquí tiene fecha de caducidad), pero el precio no es tan asequible como en otras. A su lado, si quieres comprar algo nuevo, tienes una sucursal de Blackwell´s (53-63 South Bridge), probablemente la cadena librera más importante del Reino Unido con permiso de Waterstone´s, de la que tampoco me detendré a hablar porque es imposible no encontrarse varias. Sólo diré que en ambas hay siempre ofertas interesantes de tres por dos.
Si sigues andando en dirección contraria al centro de la ciudad, pero sin que te alejes mucho, en la continuación de South Bridge, Nicholson Street y Clerk Street, hay dos nuevas charities: otra sucursal de Oxfam (120 Nicolson Street) y Barnardo´s Book Shop (45 Clerk Street), con la infancia como destinatario. Además, en esta calle hay sí o sí que hacer una parada para probar el que probablemente es el mejor café de la ciudad en Kilimanjaro Coffee (126 Nicolson Street) mientras hojeas los títulos que has comprado.
Y por último, mi preferida: Tills Books (1 Hope Park Crescent), en una de las callejuelas traseras de Clerk Street y enfrente de los Meadows, un gigantesco parque de césped lleno, cuando la lluvia lo permite, de deportistas, ciclistas y caminantes. Tills Books está en una esquina, pintada de verde, tienen títulos inimaginables a un precio razonable, todos ordenados con una pulcritud británica, además de un montón de posters de películas clásicas en su edición original y el suficiente espacio para que te puedas pasear por ella con comodidad y sin tener que esquivar otros compradores. Detrás del mostrador hay un encantador señor con gafas y acento dulcemente inglés que me recuerda físicamente a Alan Bennett y que tiene en su cabeza todos los títulos del stock. Un día, al ir felizmente a pagarle seis libras por los Diarios de Joe Orton y su biografía, Pick Up your Ears (Ábrete de orejas), en la que Stephen Frears se basó para su maravillosa película, libros que llevaba buscando desde hace un año, le pregunté de qué parte del Reino Unido era pensando que tal acogimiento y encanto no podía ser más que británico. Me respondió que de Canadá.
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