Santiago de Compostela.- Miguel Ramis, originario de Vigo, con 20 años, dio la vuelta al mundo en 'barco-stop' en tres años después de marchar con la intención de llegar a Australia, y logró completar su circunvalación por paradisíacos lugares del Caribe, el Pacífico o el Índico, a bordo de pequeños veleros.
Cruzó el atlántico hasta el Caribe, atravesó el canal de Panamá, partió hacia las islas Marquesas y Bora Bora, Tonga, Vanuatu y otras islas del Pacífico; estuvo medio año en Australia y regresó por Bali, Seychelles, el canal de Suez, Cerdeña y Palma de Mallorca.
"Llevaba tres años viviendo en Madrid y trabajando en publicidad. Me di cuenta de que aquello no era lo mío y me quería dedicar al mar con la ilusión de viajar y de navegar", comentó Miguel a Efe.
Tras haber aprendido a navegar desde la infancia, hace ocho años, abandonó su trabajo y se fue a las islas Canarias en busca de algún velero que necesitara tripulación.
"Había ahorrado unos cinco mil euros y mi intención era guardar siempre unos mil como reserva para poder comprar un billete de avión y regresar si fuera necesario", confesó.
Se embarcó en el velero de un británico con una tripulación de dos jóvenes argentinos, un alemán, un suizo y una holandesa, y partieron todos hacia la isla de Santa Lucía en un viaje de 23 días, aunque durante la travesía le tocó llevar el timón porque "sólo el capitán y yo teníamos experiencia náutica, de manera que nos turnábamos", dijo.
Una vez en tierras caribeñas permaneció unos días viviendo en una cabaña cedida por una mujer hasta que consiguió el contacto de unos australianos que le propusieron viajar a Tahití, aunque semanas después, por lo que entretanto trabajó en un 'charter' por las islas Vírgenes, Saint Martin, Saint Kitts y Nevis, otros lugares de espectacular atractivo turístico.
Al concluir la gira caribeña, tomó un vuelo desde Santa Lucía hasta Panamá para reunirse con los australianos, cruzar el canal y emprender ruta hacia la Polinesia francesa.
"Éramos tres personas: el capitán, su mujer y yo, de manera que él y yo nos repartíamos las guardias", indicó Miguel, quien señaló que primero hicieron escala en el archipiélago de Las Perlas, luego siguieron hasta las islas Galápagos, donde estuvieron dos semanas, y después continuaron hacia las islas Marquesas para acabar en Tahití, donde la pareja dejó el barco y regresó a Australia.
Tras de varias semanas de búsqueda, Miguel encontró a un británico que necesitaba tripulación y embarcó hacia Morea, en la Polinesia francesa, visitaron Bora Bora y otros lugares del Pacífico hasta que se estropeó el molinete del ancla y hubo que repararlo.
A falta de visado para quedarse, zarpó en otro velero de la pareja integrada por un irlandés y una holandesa en dirección a Tonga, parando previamente en islitas y lugares inconfesables por su extremada fragilidad y belleza.
Luego siguió hacia las islas Cook, Niue y finalmente Tonga, donde la pareja se quedó, y Miguel encontró a otra pareja mayor de británicos con su hijo y un tripulante noruego que les ayudaba en las tareas a bordo.
En el camino, cuando que se atraviesa el meridiano 180 y es necesario no sólo cambiar de hora sino de día, Miguel vio un insólito espectáculo, "un arco iris nocturno con luna llena", un fenómeno que pocos navegantes han apercibido.
Durante un mes recorrió con ellos el archipiélago de Tonga, luego Fiyi y Vanuatu, donde estuvieron varias semanas para luego proseguir ruta hacia Brisbane, al este de Australia, donde consiguió un visado y permaneció medio año en tierra en espera de la temporada en que los veleros van al Índico.
Durante ese tiempo trabajó en granjas ecológicas en la costa este; aprovechando sus conocimientos de nudos marinos hizo pulseras que vendió en las calles; y hasta trabajo ilegalmente en un pesquero que descubrió después que faenaba para una multinacional española.
Finalmente convenció a una canadiense en su furgoneta vivienda para acompañarle durante cuatro mil kilómetros hasta Darwin, desde donde partió con el barco del irlandés hacia Bali, Java, Suva, y continuó por el archipiélago de Chagos hasta las islas Seychelles.
Desde allí, en el velero prosiguió hasta la isla de Lamu, en Kenia, cruzó el mar Rojo, en Egipto visitó incluso Luxor, cruzó el canal de Suez y, tras refugiarse del mistral en Cerdeña, llegó a Palma de Mallorca.
"Como llevaba tres años fuera, mi intención era tomar una vuelo y sorprender a mis padres en Vigo, pero el capitán les había advertido con antelación y ellos me sorprendieron al esperarme en el puerto de Palma de Mallorca", comentó Miguel, que llegó con "doscientos euros en el bolsillo" tras completar su particular vuelta al mundo.
"Estoy encantado de haberlo hecho", dijo el navegante para el que la aventura "fue muy agotadora porque había momentos que no sabía dónde iba a dormir ni qué iba a comer", aunque por fin ha encontrado su verdadera vocación marítima.
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