'Más hombres y menos machos'. Ignoramos si se trata de una leyenda urbana el que este eslogan apareciera hace algunos años en vallas publicitarias de un país de habla hispana. En cualquier caso, en todos tendría sentido su publicidad, y no sólo de habla hispana sino, lamentablemente, en todo el planeta. Y es que huelga insistir por obvio, el machismo continúa siendo una lacra histórica de la que nos está costando desprendernos, retardando el progreso hacia una sociedad más saludable.
El rechazo al varón por el mero hecho de serlo, incluso llevada al terreno de lo íntimo, como sexualidad sin penetración —practicar la 'no penetración'— han sido eventuales respuestas extremas de grupos feministas en momentos determinados frente a un machismo percibido como asfixiante. En ocasiones hemos asistido a debates en lo que desde posiciones feministas radicales se postulaba la exclusión social de todos los varones, como consecuencia de llevar al extremo el rechazo del macho sociológico, lo que lleva a la generalización e identificación de todo hombre con un machista. Esta claro que demasiados hombres lo son en mayor o menor medida, pero no es menos cierto que la superación de esta etapa no se logrará sin la colaboración activa de hombres y mujeres.
Si deseable es la extinción del machismo, en absoluto tiene que confundirse con la satanización del ser humano masculino. El hecho de ser la nuestra una especie sexualmente dimórfica, implica individuos biológicamente diferenciados, complementarios desde el punto de vista del éxito reproductivo, y con potencial establecimiento de vínculos afectivos entre individuos. La nuestra es una especie social, cimentada en la comunicación como clave para el bienestar del grupo. Ni los vínculos de pareja se establecen exclusivamente entre individuos de sexo opuesto, ni tan siquiera los sexos son únicamente dos. Desde el punto de vista de la evolutiva sexual, el grado de diferenciación sexual de las personas es muy variable, si bien, la socialización tiende a reducir los matices, llevándonos a la percepción de ser hombres o mujeres. Únicamente quedan excluidos los menos frecuentes casos de intersexualidades, en los que una evidente mezcla de caracteres sexuales de ambos sexos no facilita la identificación exclusiva con ninguno de ellos.
La viaja confusión entre placer y reproducción, ambas dimensiones de la sexualidad, ha suscitado que la noticia de la creación de espermatozoides en el laboratorio haya quien la hay percibido como un primer síntoma de la cercana extinción el hombre en nuestra especie. El pasado 8 de julio se publicaba, en el Journal Stem Cells and Development, la creación, por vez primera, de espermatozoides humanos utilizando células madre embrionarias. Se trata de una investigación realizada por el grupo dirigido por el Dr. Karim Nayernia, profesor de la Universidad de Newcastle en el Reino Unido. Por supuesto, el Dr. Nayernia, como investigador principal y portavoz del grupo, ha aclarado que dichos espermatozoides 'de laboratorio' no van a ser utilizados para fertilizar óvulos, sino que servirán para el estudio del proceso de reproducción. Con ello el profesor se adelanta a la crítica por parte de los temerosos del conocimiento, de larga tradición. No olvidemos que en nuestra cultura judeocristiana, comer del árbol de la Ciencia era la única prohibición del Paraíso…
La investigación pone sobre el tapete la posibilidad teórica de disponer de esperma sin necesidad de hombres que lo produzcan, y distribuyan, que esta es la parte placentera del asunto, y por cierto, la que no está puesta en cuestión por el hecho de que prescindiéramos, o pudiéramos escoger, el origen del esperma con el que fecundar. Siendo optimistas, lo que cada vez está más cerca a su extinción es el macho. El biológico, que se percibe manifiestamente mejorable dada la creciente mala calidad del semen, y sobre todo, el macho sociológico, que en una cultura patriarcal apuntala su atoestima asegurándose que son «suyos» los hijos que tiene su pareja. Así pues, no está el hombre —ni la mujer— en peligro de extinción, están en evolución —ésta nunca se ha detenido— algunas creencias y valores ampliamente extendidos entre los humanos en los últimos milenios.
¿Tienes la impresión de que hay mayor o menor machismo entre los hombres con los que te relacionas? ¿Te has reconocido en actitudes machistas? ¿Has sufrido el machismo por parte de tu pareja u otros hombres?
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